Restos de un tiempo pasado

por GEES, 7 de diciembre de 2010

 

(Publicado en ABC, 7 de diciembre de 2010)
 
Un régimen de no proliferación no se establece sobre la base de que todos los firmantes van a cumplir sus compromisos, lo que sería una ingenuidad imperdonable en hombres de estado, sino en que siendo altamente probable que alguno tratará de violarlo habrá que actuar de forma eficaz para impedirlo.
 
Irán violó sus compromisos y puso de manifiesto hasta qué punto el régimen de no proliferación era una entelequia. China y Rusia se negaron a facilitar la imposición de sanciones contundentes desde el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Ambos estados tienen importantes negocios con Irán que quieren preservar. Los europeos parecían más preocupados por la reacción de Estados Unidos e Israel que por la amenaza nuclear iraní. Los árabes pedían en privado un ataque militar que negaban en público, cómo hicieron en las campañas israelíes contra Líbano y Gaza. Para ellos la mentira tiene menos importancia que para un católico y ya es decir. Por último, Estados Unidos se encontraba en una posición complicada.
 
Hoy en día, con la estabilidad de Irak en precario y la Guerra de Afganistán en un momento crítico, no hay estómago para atacar las instalaciones nucleares iraníes. Las dificultades económicas, el cansancio de la opinión pública, los problemas de Obama para reconciliarse con su base electoral y, sobre todo, el hecho de ser la potencia más distante de Irán… todo ello lleva a la elite norteamericana a asumir como inevitable un Irán nuclear.
 
El régimen de no proliferación, como la OTAN y otras herencias de la Guerra Fría, es un resto de una época superada y se encuentra abocado a reformarse en profundidad o desaparecer. Estados Unidos sufrirá otra merma de credibilidad en su liderazgo, pero sería injusto señalarle como el responsable del fracaso. La culpa es colectiva.