¿Regreso al futuro en Oriente Medio?

por Victor Davis Hanson, 6 de agosto de 2007

Si el General David Petraeus no puede estabilizar Irak hacia otoño -- o si los americanos deciden salir de Irak antes de tener una oportunidad real -- cuente con que vendrá un caos mucho peor. Veremos limpieza étnica, asesinato en masa de reformistas iraquíes, el Kurdistán amenazado, restos de estados de control turco-iraní y wahabí, y a al -Qaida reforzada mientras el prestigio militar americano es arruinado.
 
¿Y entonces qué nueva política americana en Oriente Medio surgiría de las cenizas de Irak?
 
Anteriores presidentes y hombres de estado tan distintos como Madeleine Albright, James Baker, Zbigniew Brzezinski, Jimmy Carter, Bill Clinton o Brent Scowcroft han sopesado varios remedios a nuestros presuntos errores en Oriente Medio desde el 11 de Septiembre.
 
Al parecer, se supone que los americanos han de olvidar los desastrosos historiales de estos presuntamente brillantes estrategas a la hora de tratar con el terrorismo de Oriente Medio, el fundamentalismo islámico y dictadores criminales. Sin embargo, sus tres décadas de fracaso bipartidista ayudaron a traernos al actual mundo post-11 de Septiembre.
 
De modo que antes de que Estados Unidos abandone sus actuales políticas en Irak y Afganistán, deberíamos recordar al menos el historial transcurrido -- el cual podría resumirse mejor como el ying de apaciguamiento Demócrata y el yang de cinismo Republicano.
 
Jimmy Carter ahora escribe libros que echan pestes de nuestras políticas actuales. Debería quedarse callado. Cuando los iraníes irrumpieron en la embajada americana de Teherán e inauguraron esta era de terrorismo islámico, su representante ante la ONU, Andrew Young, anunciaba que el criminal ayatolá Jomeini era “un santo del siglo XX'. El moralista Carter en persona también intentaba despachar a Teherán al izquierdista hasta la médula Ramsey Clark a suplicar a los mulás que liberasen a los rehenes -- a cambio de ventas armamentísticas.
 
Después vino Ronald Reagan, quien, por decirlo amablemente, estaba desconcertado con el extremismo islámico. Sacó a las tropas norteamericanas del Líbano después de que Hezbolá asesinase a 241 marines y ayudó así a dar fuerzas a un nuevo movimiento terrorista que desde entonces ha causado estragos.
 
La retirada del Líbano fue acompañada por la desgracia del caso Irán-Contra, cuando agentes norteamericanos vendieron misiles a la teocracia secuestradora y a continuación utilizaron los recibos para financiar ilegalmente a la Contra. Pocos recuerdan ahora que Oliver North voló a Irán presumiblemente a sellar el acuerdo, llevando regalos al ayatolá. No es necesario mencionar la información de Inteligencia que la administración Reagan dio a Saddam Hussein durante la salvaje guerra Irán-Irak, o el modo en que prolongó la política de Carter de armar a los jihadistas en Afganistán.
 
Había exactamente los mismos realistas cínicos en el equipo de política exterior de George Bush padre. En el debate que condujo a la primera Guerra del Golfo, el Secretario de Estado James Baker justificaba atacar al rico en petróleo Saddam Hussein por el bien de 'empleos, empleos, empleos'. Y cuando nuestro socio de la coalición, en la aún más rica en crudo Casa de Saud, expresó objeciones a derrocar al criminal régimen de Hussein tras su retirada de Kuwait, nosotros acatamos órdenes - hasta el punto de contemplar a Sadam descuartizar a miles de chiítas y kurdos.
 
Bill Clinton también sopesa a menudo ideas sobre Oriente Medio. Pero durante sus dos mandatos desperdició una oferta de Sudán de entregar a bin Laden. Poco tiempo después, el terrorista nos amenazaba abiertamente: 'Matar a americanos y sus aliados -- civiles y militares -- es el deber individual de todo musulmán”.
 
La administración Clinton tampoco hizo mucho con los ocho años de ataques terroristas en serie contra el World Trade Center, los efectivos americanos destacados en Arabia Saudí, las embajadas en el este de África o el USS Cole. El escándalo Petróleo por Alimentos de la ONU de 50.000 millones de dólares no queda bien en el modelo multilateral de Clinton de trato con Saddam Hussein.
 
La idea de revisar la inocencia americana y el cinismo anterior no es excusar los verdaderos errores [cometidos] estabilizando Irak. En su lugar, estas pasadas equivocaciones nos recuerdan que tenemos pocas opciones buenas a la hora de tratar con el terrorismo, la teocracia y la demencia autoritaria de un Oriente Medio rico en petróleo. Y no hemos tenido ninguna tras el asesinato de 3000 americanos el 11 de Septiembre.
 
Tras cuatro años de esfuerzo en Irak, los americanos bien podrían cansarse de ese precio y traer al General Petraeus y a las tropas a casa. Podemos entonces volver a los remedios a corto plazo del pasado. Por ahora.
 
Pero recuerde al menos cuál era la política anterior: apaciguamiento Demócrata de los terroristas, salteado con el cínico asunto Republicano del patrocinio de regímenes terroristas.
 
A continuación vino el 11 de Septiembre, y resolvimos endurecernos más que los Demócratas expulsando a los salvajes Talibanes y a Saddam Hussein -- y resolvimos tener más principios que los Republicanos insistiendo en fomentar algo mejor después de nuestras victorias.
 
Los jihadistas están ahora librando una guerra desesperada contra el palo del poder militar americano y la zanahoria de la reforma política de inspiración americana. Quieren que nosotros, en la derrota, cerremos los ojos tanto ante el terrorismo como ante dictaduras corruptas.
 
Ésa es la única manera en que lograron el poder al principio y ahora cuentan con conservar desesperadamente.

 
 
Victor Davis Hanson es historiador militar y ensayista político. Actualmente es miembro permanente de la Hoover Institution tras haber impartido clases en la California State University desde 1984 al frente de su propio programa de cultura clásica. Entre otros medios, sus artículos aparecen en The Washington Post, The Washington Times, Frontpage Magazine, National Review Online, Time o JWR.
 
 
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