Reflexiones sobre la guerra, el mal y el fin de la historia

por Florentino Portero, 12 de septiembre de 2002

(Del libro Reflexiones sobre la guerra, el mal y el fin la historia
de Bernard-Henri Levi. Barcelona. Ediciones B, 2002. 396 págs.
Publicado en El Cultural, 12 de septiembre de 2002)
 
Entre los muchos libros relativos a los sucesos del 11 de septiembre y sus consecuencias sobre el orden internacional nos llega el último trabajo del filósofo francés Bernard-Henri Levi,  un clásico del debate político e ideológico del país vecino y personalidad bien conocida entre nosotros. Como académico profesional tiene un exquisito cuidado con el “método” de aproximarse a la realidad, hasta el punto de convertirlo en el protagonista de la obra.
 
El libro estaba casi acabado cuando las Torres Gemelas se derrumbaron tras el impacto de los dos aviones comerciales. Aquellos sucesos se incorporaron al texto como nuevos casos, si bien de dimensiones catastróficas, del tema central de la reflexión: la presencia constante de la violencia en las relaciones entre los individuos y entre los estados.
 
Levi se mueve en unas coordenadas claramente establecidas. Parte de Foucault y de su reivindicación del acontecimiento, del presente, frente al proceso histórico. Trata de rescatar toda la humanidad que se esconde detrás de innumerables hechos violentos que el historiador deja de lado o subordina al discurso general, al análisis y a la interpretación . En parte se trataría de una contrarrevolución metodológica: si los historiadores han evolucionado desde el dato al análisis, ahora se trataría de rescatar al hombre oculto, cuando no despreciado, tras las construcciones mentales. El clásico ejemplo de la descripción de la batalla de Waterloo en La Cartuja de Parma aparece como referente obligado. Los historiadores lo utilizan para explicar cómo el sujeto histórico puede no comprender los sucesos que protagoniza. Fabricio deambula torpemente por el campo de batalla sin llegar a entender la lógica de los hechos que le envuelven, perturbado por la “niebla de la guerra” clausewitziana. Para Levi la percepción de Fabricio es tan válida como cualquier otra, porque es su presente, su realidad. Entronca así parcialmente con los principios de la escuela posmoderna anglosajona y en particular con el británico Simon Shama.
 
Desde estos fundamentos metodológicos Levi nos lleva, a lo largo de 396 págs, a conocer a un conjunto de Fabricios repartidos por el planeta, con el único nexo en común de sufrir o ejercer la violencia. Con un estilo brillante y entre referencias literarias, filosóficas y políticas viajamos por Colombia, los Balcanes, Afganistán... participando de experiencias humanas que conmueven o indignan. Es lo que el autor reivindica, desde Foucault, como “nuevo periodismo”.  El rigor de un esfuerzo interpretativo es sustituido por un ejercicio literario donde el autor se convierte conscientemente en actor. El lector sentirá la cercanía del horror y la complejidad de las situaciones en que se desarrollan. En ese sentido el objetivo propuesto por Levi se consigue. Pero ¿debemos conformarnos con sólo eso?
 
La contrarrevolución de Foucault y Levi resultará para muchos, como ya ocurrió con los trabajos de Simon Shama, la prueba del curso correcto que ha seguido la historiografía occidental al intentar situarse por encima de los sucesos y  buscar un análisis interpretativo. La sucesión de casos puede interesar, pero no siempre ayuda a comprender. El árbol que cada uno de estos hechos representa no nos deja ver el bosque de un planeta sometido a graves tensiones que entre todos debemos tratar de explicar y reconducir.
 
El libro se lee con facilidad y los personajes que van surgiendo cuentan historias que interesan, pero se queda en eso. No ayuda al lector  a comprender mejor la complejidad del mundo en el que vive.