Quién gana y quién dice que ha ganado

por Rafael L. Bardají, 5 de mayo de 2021

Los españoles nos hemos acostumbrados a que nadie pierda las elecciones, a lo que sea, pues todos los contendientes se apresuran a venderse como los auténticos ganadores. Pero bien sabemos que eso es imposible, hay quien gana y hay quien pierde, aunque no siempre sea evidente. 

 

Por ejemplo, ¿quién ha ganado en Madrid este 4 de mayo, el PP o Isabel Díaz Ayuso? Habrá quien piense que es lo mismo, pero la verdad es que no. A la Presidenta de Madrid no la ha hecho buena su propio partido (quien le negaba la presidencia del PP de Madrid entre otras lindezas), sino la equivocación del Pedro Sánchez de ponerla en la diana como la piedra angular a batir en su guerra para acabar con toda oposición. Objetivamente los errores de Sol a la hora de gestionar la pandemia han sido muchos y graves y los méritos se deben a esa obstinación por no ceder a las medidas asfixiantes y totalitarias del gobierno de Pedro y Pablo, más relacionados con la agenda política que la sanitaria. Sánchez se equivocó juzgando a Díaz Ayuso como una presa fácil; como también se equivocó Génova pensando que era un peón sumiso a sus designios. Fue la guerra iniciada por Sánchez -socialismo o nada- la que ha llevado a la presidenta de Madrid a elevarse políticamente. Y a elevarse por encima del marco autonómico. No sólo fue el planteamiento acertado de su campaña, sino que se vio en su pobre discurso de victoria lanzado en la noche del 4 desde Génova acompañada por un desdibujado presidente de su partido. Presidente que, por lo demás, quiso estar en primera línea de campaña, pero al que Madrid logró mantener oculto porque restaba más que aportaba. La presencia de un Pablo (Iglesias) daba alas a Ayuso pero la participación de su propio Pablo se juzgaba contraproducente. 

 

Pablo Casado anda queriendo vender ahora que ésta ha sido la gran victoria el PP que hace suya personalmente y que le llevará inexorablemente a la Moncloa. Tiene razón en una cosa: las elecciones de Madrid se han jugado en clave nacional. Pero se equivoca y mucho si de verdad confía en que todos quienes han apoyado en esta ocasión a Ayuso van a votarle a él, que no ha hecho nada por aliviar los padecimientos de la gente por la sencilla razón que, como líder de la oposición sin mando en ninguna plaza, no tiene nada sobre lo que mandar. Aún más, si Ayuso ha podido fortalecerse, se ha debido a que optó por lo opuesto a lo que defiende Casado. Díaz Ayuso no dejó agresión política sin contestar ni perdió oportunidad alguna de presentarse como el adalid contra la izquierda, la heroína de un centro-derecha para nada acomplejado. Mientras que Casado, en permanente búsqueda del centro central es visto como una veleta sin principios claros y sin proyecto que le guíe. Nadie puede dudar de que Ayuso tiene hoy más empaque, mayor visión, más poder y mejor equipo a su alrededor que Casado y Génova. Si a partir de ahora Génova quiere imponer en Madrid su discurso desdibujado y su táctica contemporizadora y pactista con el gobierno, o merma la figura de Ayuso y el apoyo que ésta pueda lograr de nuevo en dos años o fuerza a Ayuso a enfrentarse a la dirección nacional. No estoy tan seguro de que el tándem Casado-Teodoro saliera vencedor de ese duelo. Pero si Génova se traga el estilo, los mensajes y la táctica de Díaz Ayuso, el Pablo casado actual está muerto, nuevamente vaciado de contenido. Ha sido Ayuso quien ha ganado claramente, no el PP y desde luego, no Casado por mucho que vaya contando lo contrario.

 

El segundo ganador de estas elecciones ha sido, sin lugar a duda, Santiago Abascal. Su implicación personal en la campaña, como director de la misma y como participante casi protagonista de la misma junto a Rocío Monasterio, ha logrado otro imposible: que el “efecto Ayuso”, real y potente como se ha visto, no se haya comido al electorado de Vox. El partido de Abascal aunque no gane lo que parecían prometer sus abarrotados mítines, no pierde y gana ligeramente en votantes y en un escaño en la Asamblea. Aún más, a pesar de que Ayuso suma más que la izquierda -y es poco probable que Vox se alienase con esta izquierda- sigue siendo necesario para contar con la mayoría absoluta.  Ahora bien, no se nos puede escapar que esa necesidad es menor habida cuenta de los 65 escaños de Ayuso. Ciertamente, yo creo que los responsables de Vox son realistas y sabían que era imposible alcanzar esos 20, 25 o incluso 30 escaños con los que soñaban muchos de sus votantes (a mi, por ejemplo, se me ha criticado bastante por afirmar desde estas páginas que el resultado iba a rondar los 13-15 escaños), y la frustración es algo que acompaña a Vox desde sus comienzos y con lo que hay que saber lidiar. Sea como fuere, Abascal debe estar muy orgulloso de haber frustrado el “efecto Ayuso”. Muchos en el PP -sobre todo en Génova- soñaban con Vox disminuido o incluso sin representación, por debajo del 5% de apoyos. Espero que ya se den cuentan de que su futuro pasa no por aspirar a la desaparición de Vox, cual C’s, sino por aceptar su existencia.

 

Ahora bien, frenar el supuesto descalabro no es suficiente para Vox. Y aunque es verdad que Vox no es una formación que salga bien de las elecciones autonómicas, si de verdad quiere ser el principal partido de la oposición, no puede contentarse con ser la formación de los 12 diputados en Andalucía, Cataluña o Madrid. La dirección del partido haría bien, mientras celebra su éxito, en reflexionar sobre dos cosas: la primera, que no siempre la víctima de las agresiones y del clima de violencia es capaz de capitalizar su situación y recabar más apoyos. La polarización no siempre ayuda a los polos; en segundo lugar, la estrategia de “transversalidad” no parece haber dado los frutos que se esperaban. La franja de votantes que puede girar de una izquierda nacionalista y tradicional a Vox tiene sus límites numéricos y la estrategia de Le Pen en Francia no es aplicable directamente a España. Para Vox dar el gran salto hacia delante necesita a buena parte de quien vota por el PP, todo lo demás le condena a ser un partido del 15%.

 

Gabilondo nuca salió a ganar, por lo tanto, es poco discutible su derrota. Muchos dan también por vencido a Sánchez. No estoy tan convencido. Bicho malo nunca muerte que se decía antes. Cierto, su estrategia de confrontación directa con Madrid para doblegar al PP, le ha salido rana. Algún estratega de pacotilla pagará los platos rotos. Pero de ahí a decir que se ve forzado a convocar elecciones generales, hay un gran trecho. Convocará si cree que le irá mejor así obrando, pero yo estoy convencido de que en estos momentos piensa que es mucho mejor ganar tiempo, porque el tiempo le acompaña. Las vacunas empezarán a dar sus resultados en un semestre, el dinero de Europa con el que comprar complicidades también le empezará a llegar en unas semanas, la salida de Iglesias le permite disfrazarse con una piel de relativo cordero… en fin, su narcisismo le debe llevar a pensar que puede batir a cualquiera. Es más, hasta puede entretenerse en esperar a ver qué sucede con el liderazgo nacional del PP. Casado se equivocó cuando creyó que el dúo Sánchez-Iglesias estaba condenado a fracasar por roces internos, volvió a equivocarse cuando creyó que Europa no permitiría la supervivencia de un gobierno de dislates totalitarios y Sánchez puede muy bien creer que se equivoca si Casado cree que ha salido reforzado con los resultados del 4 de mayo. Le seguirá toreando y ninguneando como hasta hora, porque es más culpa del propio líder del PP que de Sánchez.

 

Más Madrid recoge lo que Iglesias espantó de Podemos así como la frustración de izquierdas con el gobierno nacional, pero ahí se queda, que no es poco. Y la gran noticia es la derrota sin paliativos de Pablo Iglesias y su estilo de matón barriobajero. Su salida del gobierno y su dimisión y abandono de la política institucional es una gran noticia para España. España, que como dijo Santiago Abascal, es la gran ganadora de estos comicios. Sólo cabe esperar que, si se adentra en su aventura televisiva con Roures, nos deje zapear tranquilos.