¿Qué quiere bin Laden?

por Victor Davis Hanson, 9 de octubre de 2007

(Publicado en National Review Online, 21 de septiembre de 2007)

Hemos estado discutiendo sobre los objetivos de al-Qaeda desde antes del 11-S. Algunos se toman seriamente las quejas particulares de Osama bin Laden. Pero no deberíamos, como hemos descubierto gracias a su más reciente e incoherente comunicado oficial en el que aparentemente le echaba la culpa de todo a Estados Unidos- el calentamiento global, los altos tipos de interés, las inestables hipotecas y el capitalismo democrático de libre mercado. 
 
Recuerdo que allá por los años 90, bin Laden declaró guerra contra Estados Unidos por otras 3 razones: Teníamos tropas en Arabia Saudí. La ONU había impuesto sanciones a Irak. Y Estados Unidos apoyaba a Israel. Al parecer ahora importa poco que ya no haya embargos contra Irak ni soldados americanos en Arabia Saudí.
 
En 2004, bin Laden dio a conocer su objeción a nuestra conclusión lógica de que más bien era que odiaba a Occidente por su libertad. Y planteó esta pregunta retórica: “Contrario a lo que Bush dice y afirma - que odiamos la libertad - entonces déjelo que nos diga, ‘¿Por qué no atacamos a Suecia?’
 
Pienso que ahora podemos contestar a eso señalando que al-Qaeda acaba de prometer una recompensa de 100.000 dólares por el asesinato de un dibujante sueco un tanto libre en sus caricatures del islam. Observe que Suecia no tiene tropas en Irak o Afganistán, deja que entren muchos musulmanes de Oriente Próximo al país y no desea parte alguna de la “guerra contra el terrorismo” de George Bush.
 
Pero los islamistas radicales también han amenazado a dibujantes daneses,  cineastas holandeses, productores alemanes de ópera y al Papa. Ninguno tiene nada que hacer con Irak, Afganistán o Israel - sino que simplemente hacen cosas que el islam radical encuentra blasfemas.
 
¿No será que estas quejas constantemente cambiantes de al-Qaeda son sólo pretextos por el odio de bin Laden a la libertad occidental?
 
La verdad es que bin Laden y al-Qaeda quieren el poder para sí mismos y utilizan las quejas religiosas y cambiantes demandas políticas para intentar conseguirlo.
 
En su visión del mundo, la oportunidad del islam de tener un nuevo califato musulmán unido se truncó y se convirtieron en enfrentadas naciones impotentes por viles colonizadores europeos del siglo XIX. Ahora desean unir naciones árabes modernas dentro de un imperio islámico gobernado por tipos como bin Laden y su compinche Ayman al Zawahiri.
 
Y piensan que pueden lograrlo por una variedad de razones.
 
Primero, al-Qaeda afirma que sus yihadistas sacaron a la Unión Soviética fuera de Afganistán, conduciendo a la desintegración del imperio soviético. No importa que los terroristas de al-Qaeda fuesen sólo unos pocos miles y que jugaran un papel de menor importancia en la victoria de los señores de la guerra afganos. En su lugar y según la propaganda de al-Qaeda, esta minúscula legión árabe se convertiría en la vanguardia de un ejército conquistador del mundo cuyo siguiente movimiento sería contra Estados Unidos.
 
En segundo lugar, bin Laden cree que al final demostraremos ser débiles y que sufriremos el destino de los soviéticos. Por eso bin Laden sigue hablando de romper nuestros propios estados sobre el modelo de la ahora difunta Unión Soviética.
 
La anterior indecisión americana ante los ataques contra nuestras embajadas, activos militares y diplomáticos convencieron a bin Laden mientras planificaba el 11-S que le dejaríamos Oriente Próximo a sus yihadistas. Él ahora nos ve riñendo sobre los costes de Irak, nuestras medidas de contraterrorismo y Guantánamo. Por tanto, todavía tiene la esperanza que los americanos se vayan derrotados pronto de la región bajando la guardia en casa.
 
Tercero, el petróleo ahora está por las nubes, a 80 dólares el barril. En la opinión de bin Laden, cuanto más esté él metido en la guerra, más subirá el precio del petróleo. Eso empobrece a los infieles occidentales y así se asegura de que montones de petrodólares de Oriente Próximo se desvíen a madrazas, mezquitas radicales y a terroristas.
 
Bin Laden también ve cómo la teocracia musulmana rival en Irán ha convertido sus ganancias petroleras en un programa de armas nucleares. Le encantaría sustituir las actuales monarquías del Golfo con autoproclamados imanes y yihadistas.  Una teocracia wahabí única, unida podría distribuir a cuentagotas su petróleo a serviles importadores y usar los beneficios para adquirir suficientes armas para unir al mundo árabe y prepararse para la guerra final contra nosotros.
 
Entonces, el problema de Bin Laden realmente no es el minúsculo Israel, el calentamiento global o los tipos de interés de las hipotecas sino un Occidente todopoderoso y libre liderado por Estados Unidos. Occidente por sí solo tiene el poder militar y económico para detener a los islamistas radicales.
 
Además, somos portadores de un mensaje más potente como es la libertad política. Y la cultura popular americana, con su informalidad y igualitarismo, arrasa en el mundo, seduciendo a muchos más seguidores que eso de aprenderse el Corán de memoria.
 
Así pues, a pesar de la jactancia de bin Laden, Estados Unidos sigue siendo el gran obstáculo con el que se tropieza, el caballo más fuerte. Estados Unidos por sí solo garantiza que bin Laden permanezca como un hombre enfermo, balbuceando en una cueva - y no en un califato musulmán usando vaporosas túnicas, con miles de millones de dólares en petróleo bajo sus pies y vendedores de armas haciendo cola a las puertas de su palacio.
 
¿Suena absurdo? También lo era la idea de un cráter en Manhattan y de 80 dólares por un barril de petróleo.


 

 
 
Victor Davis Hanson es historiador militar y ensayista político. Actualmente es miembro permanente de la Hoover Institution tras haber impartido clases en la California State University desde 1984 al frente de su propio programa de cultura clásica. Entre otros medios, sus artículos aparecen en The Washington Post, The Washington Times, Frontpage Magazine, National Review Online, Time o JWR.
 
 
©2007 Victor Davis Hanson
©2007 Traducido por Miryam Lindberg