¿Qué diablos está pasando en Bolivia?

por Martín Gurría, 15 de junio de 2005

Dice la leyenda que al diablo le gusta descansar en una cueva cercana a Potosí. Durante la época colonial, los indígenas de la región adoraban a ese ser maligno, rindiéndole culto a cambio de favores. Ante tal peligro, los Jesuitas entronizaron la imagen de San Bartolomé e hicieron correr el rumor que el santo había vencido a Satanás. Últimamente, parece que el diablo se ha despertado y ha salido de la cueva. 
 
Bolivia es un país sin acceso al mar, con una extensión de aproximadamente el doble de España y con una población de cerca de nueve millones. Tiene un ingreso per capita de 890 dólares anuales, comparado con una media en América Latina y el Caribe de 3,250 dólares: más del cincuenta por ciento de la población vive en la pobreza y de estos, veinte y cinco por ciento vive en extrema pobreza. Además, las desigualdades económico-sociales en buena medida están marcadas por las divisiones étnicas: la población de origen indígena históricamente se ha llevado la parte más pequeña de la torta (que de por sí es pequeña). Un panorama social realmente lamentable.
 
No obstante estos datos socio-económicos no presentan una historia completa. Si usted mira la fotografía de la situación se puede poner a llorar, pero si usted ve toda la película, y ve donde estábamos al principio de la actual era democrática, verá con cierto optimismo cómo han mejorado las cosas y cómo durante los últimos años, el país se ha beneficiado de un considerable progreso social, tal como reflejan los indicadores sociales de las Naciones Unidas. Dicho esto, Bolivia sigue siendo el país más pobre de América del Sur.
 
En los primeros años de la década de los ochenta, Bolivia tocó fondo. Era el ejemplo perfecto de un país caído en desgracia: una hiperinflación completamente desbocada, con instituciones extremadamente débiles e ineficientes y una tensión permanente en las calles.
 
Cuando en 1985 el economista americano Jeffrey Sachs aterrizó en La Paz, la inflación alcanzó niveles superiores a 50,000 por ciento anual. Es decir si usted no se gasta toda la paga el mismo día, en una semana pierde el 12 por ciento: de 100 euros se queda en 88. Otra semanita en su bolsillo y  de los cien originales se queda con 70 euros. En estas condiciones tanto si usted es un campesino como un profesor de escuela es imposible ahorrar y la vida se vuelve muy difícil, más de lo que ya es.
 
Sachs se incorporó al equipo económico boliviano que en tiempo record eliminó la inflación en Bolivia hasta el día de hoy y ayudó a recobrar la estabilidad macroeconómica, facilitando así la posibilidad de proyectar planes económicos de futuro para los bolivianos, y generando mejores condiciones para la inversión - el mejor catalítico para el crecimiento.
 
Bolivia se benefició de un amplio consenso político para ejecutar decididamente nuevas medidas económicas  enfocadas a liberalizar las políticas comerciales, atraer la inversión extranjera y la reducción del tamaño del Estado. Acciones que han sido claves para la consecución de una impresionante estabilidad económica. El esfuerzo liberal de Bolivia se adelantó al consenso de Washington por cinco años.
 
En sus inicios, el proceso de modernización económica estuvo acompañado de un profundo esfuerzo democratizador, con un especial énfasis en el fortalecimiento de la riqueza  multiétnica del país y de políticas de carácter social.  Grupos económicos internacionales como la española CEPSA o British Petroleum apostaron por el futuro del país haciendo importantes inversiones económicas.  Pero hoy la situación ha cambiado radicalmente: el, hasta la semana pasada, presidente Carlos Mesa ha avisado que el país está al borde de la guerra civil.
 
 Entonces, ¿por qué si el país aparentemente ha progresado económica y socialmente durante los últimos años está hoy en crisis?
 
El analista político boliviano  Ramiro Orias Arrendondo identifica[i] los cuatro principales factores que han provocado la presente inestabilidad política e institucional:
 
1)      el desencanto con el sistema político tradicional,
2)      nuevos grupos radicales indígenas,
3)      las demandas de los cocaleros y
4)      las protestas sociales contra la economía de mercado.
 
A estos cuatro puntos se ha de añadir la actual coyuntura internacional: el apoyo activo que recibe el principal líder antisistema, el cocalero Evo Morales, por parte de Hugo Chávez y Fidel Castro. Morales mantiene relaciones muy fluídas con ambos. El primero se beneficia de sus petrodólares para financiar sus objetivos geoestratégicos en la región y Castro marca la táctica a seguir. Diferentes altos cargos en la administración Bush consultados para este artículo, están complemente convencidos que la ayuda es directa. No obstante, Chávez niega cualquier tipo de relación. Morales ha reconocido recibir dinero de Libia, ¿por que no estaría dispuesto a recibir dinero de Chávez? Ambos lideres, zorros de la manipulación,  andan con mucho cuidado de no dejar demasiados rastros de su papel en la desestabilización en la región. 
 
Ante estas graves amenazas a la estabilidad y desarrollo social en América Latina, ya hemos visto el apoyo del gobierno español a las políticas expansionistas de Chávez y Castro. El socialista Luis Yañez-Barnuevo, antiguo asesor de Felipe González en relaciones internacionales, y ahora en la Unión Europea argumenta que el caos se debe a los 'malos gobiernos sucesivos, el fracaso de la política neoliberal, la desesperación de las masas y la indiferencia de la comunidad internacional”, es decir en perfecta sintonía con Hugo Chávez que recientemente nos recordó en su órgano mediático oficial que “el capitalismo es el camino a la desestabilización, a la pobreza de las mayorías, al egoísmo, al odio, a la falta de solidaridad, en cambio el socialismo es el camino a la vida y a la solidaridad”.  
 
Es curioso como desde la izquierda, los individuos que provocan la violencia no tienen ninguna responsabilidad por sus acciones delictivas. No se puede apoyar a aquellos que utilizan la violencia para la consecución de sus destructivos objetivos, especialmente si el sistema permite su representación por vía legal, como es el caso de Bolivia. Es claramente una intrusión muy negativa a la estabilidad institucional del país, con los efectos tangibles que hemos sido testigos durante las últimas semanas.
 
La importancia estratégica de Bolivia es entendida por los Estados Unidos. El punto de vista de Washington es bien claro: simplemente no puede permanecer inmóvil ante la caída de la republica en las garras antidemocráticas de una minoría de  radicales y antisistema manipulados desde La Habana o Caracas.
 
La actual posición americana esta condicionada por la torpeza de su antiguo embajador en La Paz, Manuel Rocha, que amenazó que si Morales ganaba las pasadas elecciones (2002) la ayuda americana cesaría. Tal antagonismo provocó que Evo Morales recibiera una sorprendente cantidad de votos, aunque no los suficientes para vencer al candidato Sánchez Lozada, uno de los principales arquitectos de la modernización del país.
 
Pero la pregunta del millón es: ¿cómo influenciar positivamente la situación en Bolivia sin ser acusado de yanqui imperialista y que el tiro no salga por la culata? Al parecer desde las distintas ramas del gobierno americano se esta utilizando una estrategia multilateral e indirecta, principalmente a través de la OEA, Brasil y la Iglesia (y es que algunas cosas no cambian). ¿Estará Roger Noriega[ii] utilizando de nuevo a San Bartolomé o tendrá un santo de su devoción personal para aplacar los poderosos demonios que acechan la región?
 
Como en otros países latinoamericanos, las reformas de mercado no han entregado todos los resultados esperados. Contrario a lo que muchos predican, el problema no son los mercados sino la forma incompleta en que se han implementado las reformas. El camino correcto para Bolivia es profundizar las reformas de mercado y de modernización ya iniciadas; particularmente aquellas de segunda generación, que permitan mejorar el desempleo, la desigualdad de ingresos, fortalecer las instituciones y mejorar el nivel educativo de su población. Reformas que sigan ayudando a Bolivia a salir de la pobreza e incorporarse al mundo.
 
Desafortunadamente estas nuevas medidas económicas son exactamente las medidas que la élite de la izquierda europea, Evo Morales y demás grupos antisistema no quieren ejecutar. Es más, quieren llevar al país a un proceso involutivo que nacionalizaría las distintas fuentes de energía y otros sectores claves en la economía. Las nacionalizaciones, la retórica antichilena y antiyanqui, pueden ser muy efectivas en la plaza pública pero no hacen más que destruir riqueza. No tienen otro programa, no tienen soluciones, solo destrucción.
 
Es así que comprensiblemente otra amenaza acecha Bolivia. La zona oriental del país, centrada alrededor de la ciudad de Santa Cruz, que cuenta con el mayor numero de mestizos y descendientes de españoles y que se asienta sobre los más grandes yacimientos de gas con que cuenta el país, esta demandando una mayor autonomía -e incluso la independencia- respecto al resto del país de mayoría indígena. Se quieren salir del caos, pero no podrán  salir sin pagar un precio.
 
La situación es muy seria y el comentario de  Mesa sobre una posible guerra civil no puede tomarse a la ligera.
 
El recién elegido  presidente de la Republica, Eduardo Rodríguez Veltzé, goza de una “tregua social” brindada por Morales mientras “se organiza”. Quien te perdona la vida un día, quizás te la quita al siguiente. Morales ya ha forzado la expulsión de los últimos dos presidentes. Los presidentes pasan pero Morales sigue. La estrategia es desmontar la democracia desde el poder, como en el caso de Venezuela. Morales intentará no forzar la cuerda tanto como para provocar el desplome total. Le interesa llegar a la presidencia “democráticamente”, y para eso necesita instituciones aunque sean de papel.
 
Mientras, las calles de La Paz y Sucre siguen sembradas por grupos de mineros y subversivos.  Los “moderados” quieren subir los impuestos a las empresas extranjeras: que los suban a un 50 por ciento, o  100 por ciento, así los bolivianos recibirán 100 por ciento de nada. Sin las empresas extranjeras que son demonizadas por la oposición radical, la inmensa riqueza de hidrocarburos se quedara bajo tierra por varias generaciones. Ganarían los defensores de la mal llamada “soberanía”, perderían los más pobres que necesitan que esa riqueza se materialice en lo que les queda de vida para ver si salen de su condición de miseria. No se acuerdan o no les importa las razones que llevaron a la privatización del sistema.
 
Las agresivas juntas vecinales de la ciudad dormitorio de El Alto (12 km de La Paz)  han amenazado con otra marcha en la Paz para el 14 de junio. Han dado un ultimátum al  presidente Rodríguez Veltze para nacionalizar los hidrocarburos. El encuentro entre Abel Amani, líder en El Alto, y el presidente no parece haber servido para mucho.
 
No hay salida fácil.  El Estado eventualmente habrá de actuar con firmeza (la flexibilidad ya esta en la mesa y no parece funcionar) para parar aquellos que rompen la ley y destruyen las posibilidades de un futuro mejor. Si no actúa, desaparecerá. San Bartolomé despierta!
 
 
Oded Guttman, analista de Economía Política Internacional.
Martín Gurría, analista de Economía y Relaciones Internacionales.
 
Notas


[i]The Andes In Focus: Security, Democracy & Economic Reform (2005) by Russell Crandall (Editor), Guadalupe Paz (Editor), Riordan Roett (Editor)
[ii] Secretario de Estado Adjunto, Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental.