Pyongyang de nuevo

por GEES, 24 de noviembre de 2010

 

Ataque directo, contundente y brutal contra la base militar que los surcoreanos tienen en la isla de Yeonpyeongy sus alrededores, con decenas de proyectiles impactando en la base y en viviendas particulares, generándose un incendio que todos hemos visto por televisión. En total se han contabilizado dos soldados muertos, y varias docenas de heridos. El ataque se produce con el programa nuclear norcoreano como fondo, y un poco más allá con los cambios en la cúpula militar y política de la dictadura comunista. Y sobre todo, con la decisión norcoreana de hacerse fuerte en la región.
 
No parece haber locura en el Gobierno norcoreano, más allá de su habitual y decidida apuesta por llegar hasta donde haga falta en la defensa de un estatus de gran potencia regional que acaricia con la mano, y que inquieta profundamente a Corea del Sur, Japón y sus aliados occidentales. El mensaje que transmite el régimen de Pyongyang es tan directo como brutal: si puede lanzar un fulminante ataque sobre el territorio del Sur sin temer las consecuencias, está también dispuesto a llegar a donde haga falta por desarrollar su programa nuclear, balístico y misilístico. Que es de lo que se trata: la central de Yongbyon se ha convertido en un centro de enriquecimiento de uranio a gran escala, y los coreanos no sólo no lo han ocultado sino que ellos mismos lo han mostrado hace escasas fechas a los observadores occidentales, ante el escándalo de Estados Unidos y sus aliados, que amenazaban con sanciones.
 
"Si les parece escandaloso lo de nuestra central nuclear, miren esto", vienen a decir los norcoreanos. Lo hacen con la convicción de que, mientras ellos parecen dispuestos a llegar a la guerra total, Corea del Sur cederá y enfriará el asunto buscando ayuda internacional. Pocas veces se puede observar tan claramente la asimetría entre una dictadura y una democracia como en este caso, en el que el agresor actúa sabiendo que el agredido se tentará la ropa antes de incendiar –literalmente– la región. Corea del Norte actúa con Corea del Sur de órdago en órdago, sin que nadie sea capaz de evitar tan siniestro juego. Y con la convicción de que a éste ataque seguirá otro en el futuro, aunque la pregunta es cuando.
 
En verdad, el régimen comunista vive con el punto de mira permanente en la Corea del Sur. El ataque del Norte es el segundo del año 2010, tras el hundimiento en marzo de un buque de guerra surcoreano con todos sus tripulantes a bordo. Para cada ataque a sus vecinos del sur, el norte tiene una excusa –en este caso las maniobras surcoreanas en la isla, en el anterior una fantasmagórica violación de sus aguas territoriales–, pero sobre todo tiene una amenaza; en este caso afirma que lanzará sus misiles "sin piedad" contra la democracia del Sur, al tiempo que recuerda que determinadas zonas de Corea del Sur son territorio vedado para el ejército y sus maniobras. Corea del Norte busca una superioridad militar a lo largo de toda la frontera, terrestre y marítima, con el Sur.
 
El margen de maniobra surcoreano se reduce a advertir ante un segundo ataque que parece que no se repetirá y pedir apoyo a la comunidad internacional. Respecto a lo primero, un error de apreciación por cualquiera de las partes puede conducir a la catástrofe, lo que parece importar más a los surcoreanos que a los agresores. Respecto a lo segundo, se repite la historia: mientras el veto chino a una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas vuelve a salvaguardar a los norcoreanos, las democracias occidentales vuelven a dar síntomas de una parálisis preocupante: Ban ki-moon ha llamado a las dos coreas a la moderación... En la trastienda, los Estados Unidos de Obama vuelven a dar imagen de debilidad y de cierta incapacidad para enfrentarse a los periódicos brotes de tensión en la zona, que tienen como objetivo a su viejo aliado.