Putin, la OTAN y Pedro el Feroz

por Rafael L. Bardají, 24 de enero de 2022

Hubo una vez un tiempo en el que los socialistas españoles, incluido su actual líder y presidente del gobierno, Pedro Sánchez, creían que para que España pudiera enviar tropas al extranjero eran necesario dos requisitos: que se hiciera bajo mandato y resolución expresa de las Naciones Unidas y que contara con la aprobación previa del Congreso de los diputados. Nada de esto sucede con el recién ordenado despliegue de buques, aviones y hombres, puestos a disposición de la OTAN por un Pedro Sánchez que quiere competir en ferocidad con Vladimir Putin.

 

¿Pero, dejando aparte el ego de nuestro presidente, por qué va España al socorro de Ucrania frente a una invasión rusa de la que mucho se habla, pero aún no se ha producido?  Hay quien dice que por solidaridad obligada con la OTAN. Pero recordemos, la OTAN nace como una alianza defensiva que se compromete a reaccionar frente a un ataque a uno de sus miembros, según su famoso artículo 5, siempre y cuando esa agresión se produzca contra el territorio de uno de sus miembros o contra una de sus naves en un espacio claramente definido por su artículo 6. Justo el artículo que delimita el ámbito der actuación de la OTAN. Los españoles sabemos bien, por ejemplo, que Ceuta y Melilla no están dentro del área de cobertura de la Alianza.

 

Pues bien, la actuación de la OTAN en esta crisis de Ucrania no responde ni a la razón de ser de la Alianza, puesto que Ucrania no es miembro de pleno derecho ni asociado de cualquier tipo a la organización y, por lo tanto, cualquier zona de su territorio nacional tampoco es parte de lo que cubre el artículo 6. Lo que antiguamente se llamaba “fuera de área”. Es verdad que una vez desaparecida la URSS allá por 1991, la Alianza intenta sin mucho éxito darse una nueva misión existencial y se sacó de la manga aquello de las misiones de apoyo a la paz durante la crisis de los Balcanes y que acabó con los bombardeos sobre Serbia porque la ONU autorizó una intervención para evitar un supuesto genocidio. Sin embargo, años después, con motivo de la guerra contra Saddam Hussein, la OTAN se rompió en dos y se abstuvo de intervenir puesto que alguno de sus miembros, con Francia a la cabeza, exigían una resolución más por parte de la ONU. ¿Ha debatido la ONU la crisis de Ucrania actual y ha emitido resolución alguna que justifique una intervención directa de la OTAN? La respuesta es no y no esperen que se produzca habida cuenta del derecho de veto que tiene Rusia como potencia permanente en el Consejo de seguridad. 

 

¿Y qué decir de la autorización parlamentaria previa que exige justo una Ley Orgánica de la Defensa que hizo José Bono con la única intención de poder controlar que ningún gobierno del PP llevaría a España a una guerra sin contar con la mayoría de diputados? Cierto que esa misma ley prevé que por razones de urgencia el gobierno podrá solicitar con carácter de urgencia esa aprobación, pero esa petición no se ha hecho, ni hay ninguna urgencia. Peor todavía, ningún grupo de la oposición lo ha exigido aún. De hecho, Pablo Casado ha tardado dos nanosegundos en echarse a los brazos de Sánchez, sin cuestionar ni el por qué ni el cómo se va a defender a Ucrania, tan necesitado anda de que se le reconozca su discutido valor como hombre de Estado.

Tampoco se han oído discrepancias militares. Pero no por obediencia debida al poder político, no. Sino porque las misiones en el exterior se han convertido con el paso de los años en un buen negocio. A nivel institucional era una forma de medirse con el resto de ejércitos. O eso se nos ha dicho. Lo que no se nos ha contado es que su financiación que escapa al presupuesto normal mediante la famosa partida extraordinaria 228 se ha utilizado no sólo para pagar la factura de los despliegues en el exterior sino también para compensar carencias que los presupuestos anuales no cubrían. Por muy necesitadas que estuvieran nuestras fuerzas armadas, ninguna intervención ni tribunal de cuentas podría permitirlo. Por no hablar de la contabilidad, por ejemplo, de las horas de vuelos de las misiones como horas de entrenamiento a fin de llegar a los estándares OTAN en un claro caso de corrupción estadística. A nivel personal, los despliegues en el exterior también resultan altamente lucrativos, ya que los sueldos acaban multiplicados por tres. De ahí que a veces las unidades que se eligen para salir no siempre están seleccionadas por los principios de máxima idoneidad operacional, sino por criterios de rotación compensatoria. Recuerdo las quejas de un general cuando en el último momento se decidió no enviar a la exYugoslavia a la Brilat sino a la infantería de Marina, por el daño económico que se les hacía a muchos de sus subordinados que ya habían hecho compras anticipadamente pensando en el beneficio extra que les supondría pasar cuatro meses desplegados en el extranjero. Y sin embargo, nuestros militares debieran ser los más interesados en contar con el máximo respaldo legal para sus actuaciones. Conviene recordar que hay toda una escuela sustentada por los socialistas de todo el mundo a favor de la jurisdicción internacional, lo que podría llevar a nuestros fieles soldados a enfrentarse a un tribunal que decidiese acusarles de crímenes de guerra.

 

Yo no sé si finalmente Putin invadirá Ucrania o no. Si lo hace será porque cree que el coste de su decisión serás inferior que las ganancias que consiga y si no lo hace será, precisamente, por lo opuesto, porque le resulta excesivamente caro. Pero tampoco tengo claro que la OTAN deba convertirse en la garante militar de Kiev frente a Rusia. Y mucho menos que el destino de Ucrania impacte en los intereses nacionales españoles, condición sine qua non para toda actividad militar en el extranjero.

 

Si de verdad Pedro Sánchez, después der intentar sacar rédito personal del coronavirus y del volcán de La Palma, también quiere sacarlo de esta crisis (y eso es lo que parece a tenor de sus fotos hablando por dos teléfonos a la vez y garabateando no se sabe qué ya con la mano derecha ya con la izquierda), que se suba al Falcon una nueva vez más y vaya a ver a Putin, a ver qué caso le hace. Pero mejor eso que jugar con la vida de nuestros militares y los intereses de todos los españoles.