Progreso al pasado

por Rafael L. Bardají, 13 de diciembre de 2019

Hasta hace poco, sólo los muy frikis y los fanáticos de Marty McFly creían en la posibilidad de viajar a través del tiempo y no sólo de un lado a otro, aunque sea en catamarán. La conjunción estelar -cósmica que llegó a decir Leire Pajín- de la progresía y la izquierda radical, la primera obnubilada por la estupidez humana, la segunda al acecho para saltar sobre nuestros bolsillo y libertad, está haciendo posible que todos viajemos por el tiempo. Eso sí, únicamente hacia atrás. El progreso, tal y como nos lo venden, es un oscuro túnel de regreso, no de marcha adelante. Greta Thunberg y sus fieles seguidores, partícipes de esa nueva religión, “la Iglesia del alarmismo climático”, nos exigen dejar de comer deliciosos solomillos, abandonar los viajes en avión y en todo aquello que no se impulse por unas baterías eléctricas, incluso que dejemos de hacer niños con tal de calmar al planeta antes de que se enfade de verdad. Es decir, en aras del progreso nos demandan rechazar todo signo de progreso y que aceptemos con gusto el vivir del hombre de las cavernas. Sin luz, sin agua caliente, sin coches, sin vacunas, sin internet.

 

Pero no sólo nos lo imponen estos adoradores de la diosa Gaia, también nuestros actuales dirigentes políticos. El PP quiere volver a los años 80 y 90, cuando sólo dos se repartían el poder, para que nadie les moleste y altere el orden de sus cosas; Podemos aspira a ganar la guerra civil 80 años después de que el socialcomunismo y el anarquismo fueran derrotados; Sánchez apuesta por una España medieval, la única que mantuvo varios reinos con personalidad propia; los separatistas ansían una Arcadia, paraíso del independentismo que nunca existió. Todos, cada cual por sus razones e intereses particulares, quieren hacernos retroceder en el tiempo. De momento ya han logrado que los nacidos después de 1975 hayan podido asistir en directo al entierro de Francisco Franco, que no es poco. Lo siguiente va a ser revivir los padecimientos de la crisis de 2008, con unos mercados que castigarán nuestro déficit y endeudamiento, una pérdida de confianza generalizada y unas colas del paro como nunca vistas. También veremos la amnistía de 1977, esta vez para ser aplicada exclusivamente a los Junqueras y demás separatistas sentenciados por sedición, aunque fueran unos rebeldes. Y si nadie lo remedia reviviremos las barbaridades de las checas y hasta las hogueras del medioevo, aunque en lugar de brujas se quemarán disidentes. Disidentes de esta dictadura progre que nos trae este túnel del tiempo, este progreso al pasado.