¿Primavera para los dictadores?

por William Kristol, 29 de junio de 2005

(Publicado en Weekly Standard, edición del 27 de junio del 2005: América no debe recompensar los actos de opresión dictatorial cruda ni pasar por alto a los cómplices y asistentes de tiranos)

Nadie pensó nunca que conquistar los bastiones de la tiranía o destruir a los patrocinadores del terror sería fácil. Pero ceñir la política exterior americana a unos estándares mínimos no debería ser así de difícil: ninguna recompensa para actos crudos de opresión dictatorial; nada de ignorar deliberadamente la facilitación del terrorismo; nada de negligencias benignas en la proliferación nuclear; nada de pasar por alto a los cómplices y asistentes de tiranos. ¿Estamos cumpliendo esos estándares?
 
No tanto como debiéramos, y no tanto como podríamos.
 
El 13 de mayo, Islam Karimov, el dictador uzbeco, aplastó una manifestación en la ciudad uzbeca de Andijón, al este, causando más de 500 muertes. Esta fue su respuesta a lo ocurrido en Ucrania y Kyrgyzstán en los últimos meses. Allí, los autócratas habían cedido al sentimiento popular y a la presión exterior, y habían cedido el poder. Karimov eligió otro camino. Fue apoyado rápidamente por sus influyentes compañeros Vladimir Putin y Hu Jintao. Pero el Secretario de Defensa norteamericano Donald Rumsfeld, que valora nuestra base militar en Uzbekistán, al parecer ha bloqueado (hasta ahora) las tentativas de otros en el gobierno norteamericano de insistir sobre una investigación de la masacre, o retener la ayuda norteamericana.
 
Déjese a un lado el hecho de que Hamid Karzai estaría más que contento de proporcionar bases similares en Afganistán. Karimov no ha pagado ningún precio hasta la fecha por sus acciones. Seguramente Estados Unidos debería hacer lo posible por evitar que los dictadores de todas partes deduzcan que la represión funciona. A menos que el régimen de Karimov sea mucho más central para las metas de la política exterior de Estados Unidos de lo que ninguno de nosotros sabemos, la necesidad no obliga a Washington a hacer una excepción en este caso.
 
Combínese nuestra inacción con respecto a Karimov con nuestra pasividad frente a medidas enérgicas en lugares que varían desde China a Zimbabwe pasando por Arabia Saudí en el último par de meses, y algún peligro real de que el ímpetu democrático de comienzos de este año se pierda. La historia global de 1989 acabó siendo felizmente más Muro de Berlín que Plaza de Tiananmen - pero no era inevitable. Tampoco es inevitable que la historia del 2005 resulte ser de triunfos democráticos en lugar de regresiones hacia la dictadura. Una cosa es segura: los dictadores de todo el mundo (y los líderes democráticos también) vigilan nuestras acciones de respuesta a sus diversos esfuerzos.
 
Como los que facilitan el terror: el 8 de junio, el Washington Post público un artículo de portada acerca de Abú Ibrahim, un sirio que, con la aprobación tácita de su gobierno, llevaba meses enviando y recibiendo dinero saudí a Irak, y jihadistas saudíes entre otros, con el fin de matar americanos e iraquíes. Pero aun así parece que Siria continúa siendo un asilo seguro para los patrocinadores del terror. El Departamento de Defensa rechazó aparentemente una solicitud de la CIA para iniciar un ataque contra un objetivo sirio de apoyo al terror en las dos últimas semanas. ¿No debería ser el caso que si Assad no puede limpiar su frontera, nosotros no la respetaremos tampoco, dado que tenemos que defendernos nosotros y a nuestros amigos iraquíes contra los jihadistas que se infiltran en Irak desde su territorio?
 
Nuestra inacción con respecto a Siria es seguramente un precedente pobre si estamos librando una guerra contra el terror. A esos efectos, ¿está haciendo el gobierno saudí todo lo que puede para impedir que sus jóvenes entren en tropa en Irak para matar americanos? ¿Cuánta presión hemos puesto sobre cualquier gobierno? ¿No fue un gran error de los 80 y de los 90 no hacer que los amigos y habilitadores del terror pagaran un precio real por sus actividades?
 
¿Y permitir que proliferadores nucleares como A.Q. Khan, y estafadores nucleares como Corea del Norte o Irán avanzaran con impunidad no fue un error? ¿Estamos siendo más duros hoy? ¿Estamos haciendo todo lo que podemos para desestabilizar el horroroso régimen de Kim Jong Il? ¿Para ayudar a los disidentes de Irán? ¿Para insistir que China no apuntale al régimen norcoreano? Evidentemente no. Si las acciones hostiles a Estados Unidos y a nuestros intereses y despectivas hacia nuestras advertencias no tienen consecuencias significativas, seguramente habrá más de ellas -muchas más.
 
La administración Bush ha comprendido bastante bien quiénes son nuestros amigos, y quiénes son nuestros enemigos. Lo que es más importante, ha captado qué tipo de régimen es probable que sea amistoso, y qué clase tiende a ser un enemigo (o por lo menos un problema). En las últimas semanas, han tenido lugar algunos discursos y gestos buenos por parte de la Casa Blanca de Bush, y algunos hechos útiles. Pero los dictadores han tenido una travesía tan libre de obstrucciones que deberíamos preocuparnos. Sería desafortunado si la primavera del 2005 pasa a la historia como el punto de inflexión -- a favor de los dictadores.