Palestina: hacia el statu quo de 1967

por Pablo Kleinman, 20 de junio de 2007

(Publicado en www.diariodeamerica.com, 18 de junio de 2007)

Finalmente se ha cumplido, aunque no de la manera prevista por la mayoría, la primera fase del plan promovido por los países árabes para regresar al statu quo anterior a la Guerra de los Seis Días en los territorios palestinos. El golpe de estado dado por Hamás en Gaza efectivamente ha cortado los vínculos administrativos de ésta con Cisjordania, volviendo a ser las cosas, en ese aspecto, como lo eran antes de que los territorios quedaran bajo administración israelí en 1967.
 
La creación de Hamastán en Gaza, un estado islamista gobernado por facinerosos enmascarados dedicados a la imposición de la Sharía y a lanzar misiles contra poblaciones civiles en Israel, puede ser que finalmente libere a Cisjordania de ese lastre que representa Gaza y le empuje hacia su destino manifiesto: la reunificación con Jordania mediante una fórmula de confederación política.
 
“Palestina y Jordania son una sola” dijo en 1948 el rey Abdalá I, bisabuelo del actual rey jordano. “La verdad es que Jordania es Palestina y Palestina es Jordania” dijo, en 1981, el rey Hussein. En un discurso frente a la asamblea nacional jordana el 2 de febrero de 1970, el tío del actual rey y hermano del rey Hussein, el príncipe Hassan, decía: “Palestina es Jordania y Jordania es Palestina: hay solamente una tierra con una única historia y el mismo destino”. Años más tarde, en 1980, el Primer Ministro Abdul Hamid Sharif declaraba: “Los palestinos y los jordanos no pertenecen a diferentes nacionalidades. Todos tienen el mismo pasaporte (...) son árabes y comparten la misma cultura…”. El 14 de marzo de 1977, el Jefe del Departamento Político de la OLP, Faruk Kaddumi, ya había dicho a la revista Newsweek: “… jordanos y palestinos son considerados un solo pueblo por la OLP”.
 
Lo cierto es que un “palestino” en Jordania está tan fuera de su hogar como un natural de Brooklyn lo podría estar viviendo en el Bronx: la creación de Jordania fue la primera partición, por parte de los británicos, del Mandato de la Liga de Naciones sobre Palestina. El territorio del Reino de Jordania constituye casi un 80% del territorio original del Mandato de Palestina y la mayoría de los habitantes de Jordania, incluyendo a la propia reina Rania, se consideran “palestinos” por tener sus raíces en la margen occidental del río Jordán. Más aún, es posible argumentar que, por razones históricas y geográficas, tienen más en común un habitante promedio de Ramala con uno de Ammán que el primero con un residente de Gaza de toda la vida.
 
No es sencillo entender por qué los jordanos querrían volver a hacerse cargo de este problema, aunque al hacer un análisis más profundo, las ventajas se hacen palpables. Siendo la población jordana casi en dos tercios “palestina”, esto es fuente constante de tensiones dentro del reino, ya que muchos de estos ciudadanos jordanos participan de la política propiamente palestina y tienen una agenda netamente palestina. La incorporación de la ribera occidental al país serviría para normalizar esta situación, permitiendo a los palestinos residentes en la ribera oriental participar del proceso político del parlamento situado en Ramala.
 
Un estatuto de confederación permitiría al reino crear dos unidades de gobierno bajo la misma corona en la cual operarían dos parlamentos separados como en la Austria-Hungría de los Habsburgo. La existencia, por lo tanto, de un parlamento para los jordanos “del este” (los oriundos del desierto, que no se consideran “palestinos”) y de otro para los jordanos “del oeste” o “palestinos” seguramente ayudaría a reducir tensiones y a que las respectivas agendas políticas de los dos principales grupos históricos dentro de Jordania puedan implementarse dentro de un marco de coexistencia. La influencia política y económica de esta Confederación sería considerable y podría resultar beneficiosa para todos sus habitantes. La estabilidad del régimen pro-occidental y relativamente libre de Jordania se traduciría en mayor bienestar para los palestinos de Cisjordania y serviría para ayudar a consolidar la paz en Medio Oriente.
 
Y volviendo al párrafo inicial: parece que finalmente, al Israel haberse retirado completamente de Gaza, la historia ha retomado su curso normal y ambos territorios podrán continuar sus respectivos procesos históricos. Esta vez, al estar Israel ausente, la prensa no ha tenido más alternativa que mostrarnos la situación tal y como es, sin poder echarles la culpa a los israelíes del caos palestino como de costumbre. Lo que pasa en Gaza es obra de los propios palestinos y en ese sentido no se trata para nada de una anomalía histórica ni del comportamiento de una comunidad preparada para gobernarse autónomamente.
 
¿Qué pasará con Gaza entonces? ¿Aceptarán los árabes la separación política de Gaza? ¿Volverá Egipto a hacerse cargo del territorio, quizás como protectorado? La incógnita permanece abierta y la solución seguramente tardará bastante tiempo en plasmarse, pero el golpe de Hamás en Gaza probablemente sirva para que esta situación en definitiva se pueda analizar con más claridad y, especialmente, con un renovado realismo


 

 
 
Pablo Kleinman es Editor del Diario de América (www.diariodeamerica.com).