Pakistán en el punto de mira

por Rafael L. Bardají, 28 de diciembre de 2007

(Publicado en ABC, 28 de diciembre de 2007)

Tras el auge del terrorismo yihadista sobresalen los nombres de dos países: Arabia Saudí y Pakistán. En ambos se daba esa mezcla que hace tan letal a la yihad, y que son el cultivo de una ideología extremista y la capacidad de los terroristas de moverse con relativa libertad. Por razones complejas que sólo la Historia podrá explicar, tras el 11-S fue imposible ir contra estas dos naciones, y el esfuerzo contraterrorista se dirigió, para bien o para mal, sobre Afganistán e Irak.
 
El asesinato de Bhutto viene a poner de relieve, otra vez, la necesidad de atajar los males en su raíz. Pervez Musharraf ha sido un aliado en la lucha contra los terroristas islámicos, pero muy poco eficaz en la erradicación de su componente ideológico, dejando intocadas, entre otra serie de cosas, las más de diez mil madrasas donde se imparte el odio y la violencia.
 
Occidente abrazó al presidente Musharraf como un auténtico baluarte contra el radicalismo yihadista, pero más recientemente este general, que aspira a perpetuarse en el poder, también ha sido implacable con sus opositores, islamistas o no. De hecho, la última imposición de la ley marcial del pasado noviembre le sirvió para desmantelar los focos de oposición verdaderamente liberales de su país, no los yihadistas.
 
Bhutto contaba con el beneplácito de las principales naciones occidentales. Tal vez por ser mujer y no por sus méritos, ya que era un político discutible, rodeada de corrupción. Sea quien sea quien esté detrás de su asesinato, es seguro que se culpará a Musharraf, a quien incomodaba ante las elecciones del próximo 8 de enero. Y si éste se decide por cancelarlas por razones de seguridad nacional, se le apuntará todavía más con el dedo, al salir beneficiado.
 
Pero quienes más ventaja sacarán de la situación, no obstante, serán los yihadistas. Ya han comenzado los seguidores de Bhutto sus revueltas en las calles y con o sin nuevo estado de emergencia, los islamistas aprovecharán el creciente caos para seguir campando a sus anchas. Dentro y fuera del aparato del Estado.