Osama, vivo o muerto

por GEES, 3 de mayo de 2011

Va a ser muerto. Casi diez años después de aquel trágico y sorprende atentado que fue el 11-S, el cabecilla más buscado de Al Qaeda por fin ha caído bajo las balas de soldados americanos. Bush dijo en su día que si los terroristas no podían ser llevados ante la justicia, él llevaría la justicia allí donde éstos se encontraran. En los años que estuvo al frente de la Casa Blanca, hizo cuanto pudo para hacer realidad sus palabras y, por lo que se sabe, pocas cosas podían hable causado más satisfacción que haber capturado a Osama Ben Laden durante su doble mandato.
 
No pudo ser y su sucesor, Barack Hussein Obama, el presidente negacionista de la guerra contra el terror y el héroe del mundo musulmán, ha sido quien ejecutara la sentencia que América dictó contra Obama aquel 11-S de 2001. En su día se llegó a acusar a Bush hijo de tener guardado a Bin Laden para sacarlo justo a tiempo de su reelección de 2004, cuando las cosas le iban mal en Irak. Patrañas políticamente interesadas. Tampoco creemos que Obama estuviera guardándose a Osama para algún momento donde su popularidad como presidente estuviera en sus horas bajas. Pero tampoco hay que ser tan ingenuos como para negar que este golpe brillante de sus soldados le favorecerá en el corto plazo.
 
En todo caso, se ha hecho justicia y punto.
 
Lo interesante de todo, no obstante, son algunos de los aspectos que rodean a esta operación militar. En primer lugar, que la inteligencia provenga de un interrogatorio desarrollado en la denostada base de Guantánamo, esa, por cierto, que Obama no ha cerrado a pesar de sus promesas; da que pensar sobre la eficacia de someter a los terroristas a interrogatorios y mantenedores encarcelados en un régimen especial.
 
En segundo lugar, que Osama estuviera instalado en una notable mansión de una ciudad no sólo en las cercanías de Islamabad, sino que está trufada de bases militares, lleva a pensar de que una parte significativa del entramado institucional de seguridad pakistaní mantiene estrechas relaciones con los radicales islámicos y terroristas.
 
Finalmente, que esta operación haya sido conducida por soldados y no por agentes de la inteligencia dice mucho del carácter de lo que es la lucha contra el terrorismo, que por mucho que se quiera negar, sigue siendo una guerra.
 
La cuestión ahora es saber qué pasará con Al Qaeda. La desaparición de su líder es un duro golpe para Al Qaeda central, el grupo creado, sostenido y que rodeaba a Obama y seguía sus designios. Sin duda el de mayor visión, letalidad y alcance. Este círculo podrá reconstituirse, pero nadie hasta el momento tiene la altura, densidad y carisma de su jefe ya muerto. Ahora bien, este grupo es el más comprometido con su causa y, por tanto, el más peligroso. Cabe esperar que sus integrantes intenten vengar la muerte de su líder de una forma u otra. Sobre el resto de grupos dispersos que se habían constituido en torno a Al Qaeda y de la que tomaban sus siglas para su actuación regional, la desaparición de Ben Laden puede significar su languidecer en tanto que parte de un frente global. Con toda seguridad, su terrorismo volverá a ser una cuestión local. Y eso es una buena noticia para la lucha antiterrorista.
 
Logren sus seguidores realizar un atentado o no a corto plazo, este 11-S podemos celebrar todos la gran victoria que supone saber a ciencia cierta que Ben Laden ha sido eliminado por América.