Oriente Medio. La tenaz realidad

por Florentino Portero, 13 de noviembre de 2009

Cuanto más nos empeñamos en afirmar que la solución de la crisis de Oriente Medio pasa por forzar concesiones de los israelíes y proclamar lo antes posible un Estado palestino carente de fronteras y de muchas otras cosas, más nos muestra la realidad que la paz no llegará por esa vía. Si de verdad nos interesa el bienestar de los habitantes de aquellas tierras -sean judíos, cristianos o musulmanes; israelíes o palestinos- estaría bien que dejáramos a un lado nuestros prejuicios y atendiéramos a los hechos que ocurren día tras día.
 
Se acerca el momento de elegir presidente de la Autoridad Palestina. El mandato de Abbas concluye, su avanzada edad no hace aconsejable su continuidad, más aún si consideramos el desprestigio del clan de los 'tunecinos' por su marcada tendencia a la corrupción y por el fracaso de su gestión política. El campo árabe-nacionalista necesita con urgencia un relevo, pero la falta de tradición democrática y el hecho de que algunos de sus más carismáticos dirigentes se encuentren encarcelados en Israel por delitos de sangre no facilita el acceso al poder de una nueva generación.
 
Pero si grave es la descomposición y el desprestigio de Fatah, el partido que Arafat creara, peor es el auge de Hamás, la versión palestina de los Hermanos Musulmanes aliada de la organización libanesa Hizboláh y del Irán de los ayatolás. Controlan Gaza, son fuertes en Cisjordania, resuelven sus diferencias de estrategia con Fatah a tiros y, sobre todo, niegan el derecho a existir de Israel y, en buena lógica, rechazan el proceso de paz.
 
¿De qué hablamos cuando nos referimos a reconocer un Estado palestino? Lo de menos es su ausencia de fronteras. Lo realmente grave es que es una sociedad dividida y violenta, un pueblo que vive en una guerra civil de baja intensidad, el foco sobre el que convergen las tensiones entre islámicos e islamistas, entre fanáticos y nacionalistas, entre suníes y chiíes, entre Irán y el tándem Arabia-Egipto.
 
Ignorar lo obvio pone en evidencia hasta qué punto no queremos reconocer la realidad tal cual es, cómo nos aferramos a nuestros viejos y anacrónicos prejuicios a la hora de tratar de interpretar la situación de Oriente Medio. Hemos dedicado mucho tiempo y dinero para 'ayudar' a resolver la crisis, pero no está nada claro que esa intervención haya tenido resultados positivos. Si continuamos en la misma línea seremos responsables de un desastre, aunque tratemos de culpar a otros por nuestros actos.