Oportunidades perdidas
por Florentino Portero, 10 de diciembre de 2004
(Publicado en Expansión, el 09 de diciembre de 2004)
Uno de los elementos esenciales del discurso del Gobierno de Rodríguez Zapatero en política exterior es que las relaciones con América Latina han progresado. Esta mejora está íntimamente vinculada a otro hecho determinante de su política, el abandono de la relación preferencial con Estados Unidos fundada en un reconocimiento de valores e intereses comunes.
Los diplomáticos socialistas, como antes los franquistas, creen que la presencia de España en el mundo hispano pasa por el rechazo a la influencia norteamericana, tanto en valores culturales como en el campo político. Las gentes al norte de Río Grande serían, por lo tanto, incompatibles con las asentadas al sur. La frontera iría mucho más allá de la separación de estados, marcando civilizaciones que deben sobrevivir manteniendo una prudente distancia. Esto nunca fue así, pero ahora lo es mucho menos por efecto de los movimientos demográficos.
Estados Unidos ha sido un polo de atracción para millones de personas que no encontraban en su país de origen una oportunidad para progresar. Durante años la emigración hacia el norte ha sido una constante y, poco a poco, la comunidad hispana en Estados Unidos ha ido tomando forma. De su tamaño e importancia dan fe hechos presentes en la memoria de todos. Al Gore perdió ante George W. Bush por el incidente de un niño cubano obligado a volver a la isla. El último y polémico libro de Huntington gira en torno a la dificultad de integración de parte de la emigración hispana y sobre su impacto en el futuro de la identidad de la sociedad norteamericana. El comportamiento del elector hispano ha sido objeto de especulación durante los últimos meses... La comunidad hispana, aunque invertebrada, es una realidad en Estados Unidos.
Son casi cuarenta millones de personas que se sienten partícipes de una cultura común, con su lengua, historia y valores. Ese solo hecho nos lleva a reconocer algo que rompe con algunos esquemas tradicionales: Estados Unidos es también parte de América Latina. Pero no es sólo un elemento más, es parte esencial. Si nos concentramos en la comunidad de lengua española, Estados Unidos se sitúa, más o menos, al mismo nivel que Colombia, España o Argentina, y sólo detrás de México. Pero con una diferencia importante, la tendencia de crecimiento es mayor al norte de Río Grande.
Reconocer este hecho es fundamental para desarrollar una política realista hacia el conjunto de América. Los gobiernos presididos por José María Aznar partieron de este hecho, y de la ya citada convergencia de valores e intereses, para dar un paso adelante en nuestra presencia en aquellas tierras. España se comprometía con su futuro y con el mantenimiento de su identidad, pero sin distinguir el norte del sur y siempre desde el compromiso con la democracia liberal y los mercados abiertos. Aznar hablaba con Bush de Iraq y de los problemas éticos que plantean los nuevos avances en biotecnología, pero también viajaba por los estados con alta población hispana para que España estuviera presente en su desarrollo, tanto en los aspectos sociales y culturales como políticos.
¿Cuál es la estrategia que sigue el Gobierno Rodríguez Zapatero? Aparentemente ninguna. Su acceso a las comunidades hispanas en Estados Unidos está tan cegado como la vía hacia la Casa Blanca o el Capitolio. Las ofensas realizadas lo son al conjunto de la ciudadanía, sean demócratas o republicanos, descendientes de europeos o hispanos. Por otra parte, el discurso de Rodríguez Zapatero y Moratinos apunta a una vuelta a tiempos pasados, tanto por la idea de dos Américas como por el gusto en mantener buenas relaciones con dictaduras o con regímenes contrarios a la democracia liberal.
Este hecho no sólo es criticable desde una perspectiva ideológica, lo es también desde la defensa del interés nacional. Estamos dando la espalda a una comunidad hispana, que no sólo es de las más numerosas sino que, sobre todo, es la más poderosa. Los hispanos ganan peso en Washington y nosotros -españoles, argentinos, chilenos o colombianos- necesitamos de esa influencia para que Estados Unidos preste más atención a lo que ocurre en nuestro ámbito y valore nuestras perspectivas.
En el nuevo Gobierno de Bush hay, por ahora, dos destacados hispanos. Alberto Gonzáles, antiguo consejero presidencial para asuntos legales, pasa a ocupar la Fiscalía General. Carlos Gutiérrez deja el ámbito privado para asumir la cartera de Comercio. El primero nació en San Antonio, Texas, de una familia de emigrantes mexicanos sin recursos. El segundo es un cubano llegado en 1960. Ambos representan el éxito de la integración en el american way of live, pero también el compromiso con su comunidad.
¿Se imaginan lo que la diplomacia española podría haber hecho con estas dos destacadas figuras, contando con el apoyo de Bush y Rice y con la presencia en Washington de un peso pesado como Rodrigo Rato? Por primera vez en la historia la política comercial norteamericana se discutiría en español y por personas comprometidas con el desarrollo de lo hispano. No sólo llegaríamos a los despachos apropiados sin dificultad, sino que trabajaríamos en un ambiente solidario. Pero dejemos atrás las ensoñaciones y volvamos a la realidad. Moratinos no sólo tendrá graves dificultades para llegar a Gutiérrez por todo lo ocurrido. Ahora, además, le toca el tema cubano, transforma a la diplomacia española en el instrumento para liberar de presión a la dictadura castrista. Otra brillante maniobra que tendrá graves repercusiones en nuestra influencia internacional.
El Gobierno de Rodríguez Zapatero tiene toda la legitimidad para actuar como lo está haciendo. Tiene una mayoría parlamentaria que le respalda y una opinión pública que no se siente alarmada por los cambios que se suceden. El Partido Socialista recoge el fruto de cuidar, durante décadas, la formación de una cultura política afín.
No nos engañemos, en España hay liberales, pero no hay una cultura liberal. El Partido Popular hizo una brillante gestión y pensó que los resultados les avalarían. Pero una sociedad no es una Junta General de accionistas, los referentes ideológicos son fundamentales y, en este terreno, el Partido Popular es de escasa utilidad. No basta con quejarse de las oportunidades que estamos perdiendo. Hay que actuar desde la sociedad para dar y ganar la batalla de las ideas. De otro modo viviremos en precario lamentándonos de lo que España pudo ser y no fue.