Obama y McCrystal. ¿Fiasco en Afganistán?

por Joseph Stove, 30 de septiembre de 2009

Mucho se ha escrito y debatido en Estados Unidos sobre las guerras de Irak y Afganistán, también han servido de argumento para la política, por supuesto en su vertiente electoral. No podía ser de otra manera, es el liderazgo político americano el que fija la estrategia, sus Fuerzas Armadas la que la llevan a cabo y el pueblo americano el que aporta “el tesoro y la sangre”.
 
La “filtración” al Washington Post del informe del General McKrystal, Comandante de las fuerzas USA en Afganistán y de la Fuerza Internacional de de Seguridad y Asistencia (ISAF), de finales de Agosto, ha abierto el definitivo debate sobre el problema afgano.
 
Un escenario lejano
 
Es de sobra conocido que los ataques de AlQueda a Nueva York y a Washington en 2001, abrieron una nueva época. La capacidad de acción global de actores no-estatales, el peligro de los “estados fallidos” y la proliferación nuclear son realidades que ninguna corrección política puede obviar.
 
Afganistán aportó la base para los ataques del 11-S y como tal fue, a su vez, atacado en Octubre de 2001 y los talibanes expulsados del gobierno pero no derrotados. Desde entonces Estados Unidos y sus aliados han venido siguiendo una política de estabilización y reconstrucción que ha consumido recursos y vidas, pero que no ha conseguido alcanzar el fin que se pretendía: un Afganistán estable sobre una base “democrática”. La guerra de Irak relegó durante casi ocho años el problema afgano a un segundo plano. Alguna espectacular conferencia de donantes, buenas palabras e intenciones de la Comunidad Internacional, aportaciones a la ISAF muy condicionadas y operaciones militares contra elementos talibán, de AlQueda y grupos afines quedaba a cargo de fuerzas americanas, británicas, canadienses, australianas y holandesas.
 
Desde 2001 hasta ahora ha pasado mucho tiempo y se han producido muchos acontecimientos. La guerra de Irak ha sido el catalizador de la situación en el plano político y militar durante los seis últimos años. A medida que iba pasando el tiempo la opinión pública americana fue cambiando de parecer, a medida que el coste humano en bajas se incrementaba y la situación de la guerra iba empeorando. Sólo un cambio de 180 grados en la estrategia militar americana, con el “surge” y la campaña contrainsurgencia (COIN) pudo enderezarse el rumbo de la situación en Irak y apuntar a una situación que permite algún tipo de esperanza. El mayor error estratégico que habían cometido los Estados Unidos en Irak fue no identificar correctamente el tipo de conflicto a que se enfrentaban. Los militares americanos tomaron buena nota de ello.
 
En la campaña para las elecciones presidenciales norteamericanas de 2008 uno de los temas principales se centró en poner fecha a la presencia militar en Irak. El partido demócrata preconizaba una pronta retirada de Mesopotamia y dedicar las energías a Afganistán, donde el candidato Obama identificaba la prioridad estratégica americana.  
 
Cuando, en enero de 2009, y la nueva administración americana se hizo cargo del poder, Afganistán pasó al primer plano. El Presidente Obama ordenó el envío de varios miles de soldados y el 27 de Marzo emitió una nueva estrategia que definió como “más fuerte, adecuada e integral”, que traería hospitales, escuelas, carreteras y zonas industriales. Añadió que “para avanzar en seguridad, oportunidad y justicia se necesitan especialistas agrónomos, educadores, ingenieros y juristas”. Reconoció que, históricamente, la misión de ISAF estaba mal dotada de recursos. La finalidad de la estrategia sería desmantelar o derrotar AlQueda e impedir su regreso a Afganistán. Obama, teóricamente, adoptaba una estrategia de “enfoque integral”.
 
Es bien conocido que en la Cumbre de Estrarburgo-Khel, Obama no suscitó la euforia entre los aliados cuando anunció que se necesitarían más recursos para reconducir la situación en el Indo Kush.
 
Un diagnóstico desagradable 
 
En su “assesment”, McCrystal califica la situación en Afganistán de seria, pero afirma que la misión puede cumplirse si se adopta un nuevo enfoque y se le dota de los recursos apropiados. El General trata así de poner en práctica las órdenes que había recibido del Presidente Obama.
 
Ya el pasado Agosto -en plena ofensiva americana en el valle de Helmand- el Asesor de Seguridad Nacional, General Jones, en la visita a las unidades de marines que llevaban a cabo las operaciones, se dirigió a sus colegas expresándoles su convencimiento de que con los recursos de que se disponía en Afganistán había suficiente para alcanzar el éxito.
 
No cabe duda que la filtración del informe McCrystal es otro éxito a añadir al historial de Bob Woodward, pero también es cierto que la Administración no ha puesto el grito en el cielo. Es como si conviniese su publicación. También es conocida la “mano” que el artífice del Watergate tiene para estas cosas. Por otra el informe no contenía nada que no fuese ya conocido.
 
La mayoría de las fuentes indican que la petición de McCrystal apunta a un incremento en 40.000 militares. Esa cifra ya la apuntó el prestigioso analista Anthony Cordesman este verano después de visitar el Cuartel General de ISAF en Kabuel, apoyando la acción COIN como la adecuada para resolver el problema.
 
En declaraciones a Woodward, el sábado 26 de Septiembre, Jones aseguró que en las próximas semanas se decidiría sobre la petición de McCrystal de incrementar el número de tropas, que hay que estar seguro de la estrategia a poner en marcha. Pero el problema es diferente. Aquí alguien ha cometido un error. El error es haber anunciado una estrategia en marzo, poner un General en junio para que la implemente, y cuestionarla ahora. Podrán vestir el caso como un asunto de sesudo análisis, pero el hecho es que alguien ha encargado una tarea, adornándola de referencias éticas, pero cuando ha conocido la factura se ha vuelto atrás.
 
Un hecho irrefutable es que la perspectiva de una segunda vuelta en las elecciones afganas, con su secuela de corrupción y problemas de seguridad, ha desvanecido el sueño de establecer un moderno y próspero estado helvético en Afganistán. Era un burdo error de concepto. Los procesos democráticos necesitan un entorno cultural propicio y en Afganistán ya existían las asambleas tribales para dirimir asuntos de gobierno, además se carece de un censo adecuado. La legitimidad del gobierno que salga de las urnas está en el alero, y esto es un duro revés para poner en práctica una campaña COIN.
 
 Si como dice Jones se está considerando la estrategia, lo que está en duda son sus fines, sus medios o ambas cosas. Estas credenciales no son las mejores para ganarse la confianza del pueblo afgano. El enfrentamiento entre la Casa Blanca y el Pentágono está servido. El Plan de McCrystal ya está en marcha, el General McKiernan fue relevado precisamente para llevar a cabo una campaña COIN con la que el General Petraeus también está de acuerdo. Si no le proporcionan a McCrystal los recursos que demanda no tendrá otra salida que dimitir, con sólo cuatro meses en el cargo. Ahora la confusión está servida y en ella están sumidos el pueblo afgano, los aliados, las tropas USA y un mundo atónito. ¿Quién no está confundido?: los talibán, AlQueda, los otros grupos rebeldes y todos los islamistas de pro.
 
¿Hay que proteger a la población y evitar daños colaterales o se debe atacar sin restricciones a los talibán? Aunque el tema se presenta como la elección entre una costosa campaña COIN u otra contraterrorista, el problema es que la Guerra en Afganistán supone un alto coste político para el Presidente de los Estados Unidos. Los problemas internos del país y una larga, costosa e incierta guerra en las estribaciones al sur del Himalaya no son buen aval para la reelección. Obama quiere algo de lo que pueda desengancharse rápidamente si es preciso y eso es incompatible con proteger al pueblo afgano.
 
Puede que Obama esté dando sólidas muestras de pusilanimidad, algo difícil de arreglar mediante la retórica. El escudo antimisiles, la parsimonia con Corea del Norte e Irán, Honduras y ahora Afganistán así lo atestiguan. Pero está dando motivos para pensar que “la estrategia es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos”. Nuestra seguridad y muchas vidas están en juego.