Obama y los musulmanes

por Charles Krauthammer, 4 de febrero de 2009

(Publicado en The Washington Post, 30 de enero de 2009)
 
Cada nuevo presidente se cuelga medallas diciendo que él, más bondadoso y pacífico, va a descubrir el mundo. Pero, cuando Barack Obama se dirigía a los musulmanes en su discurso de investidura diciendo “con el mundo musulmán, buscamos construir una relación nueva basada en los intereses y el respeto mutuo,” la formulación fue innecesariamente defensiva y apologética.
 
¿Es “nuevo” reconocer los intereses musulmanes y manifestar respeto al mundo musulmán? Obama no sólo lo piensa, sino que lo volvía a decir ante millones en su entrevista con al-Arabiya, insistiendo en la necesidad de “restaurar” el “mismo respeto y la misma sociedad que tenía América con el mundo musulmán hace tan apenas 20 ó 30 años.”
 
Asombroso. Resulta que en estos 20 últimos años --el presunto invierno de nuestra indiferencia hacia el mundo islámico-- América no sólo no respetó a los musulmanes, América derramó su sangre por ellos. Tomó parte en cinco campañas militares, en cada una de las cuales se involucró --y terminó—para la liberación de un pueblo musulmán: Bosnia, Kosovo, Kuwait, Afganistán e Irak.
 
Las dos intervenciones en los Balcanes --así como la fallida intervención somalí de 1992-1993 encaminada a alimentar a musulmanes africanos que morían de hambre (43 estadounidenses fueron abatidos)-- fueron ejercicios humanitarios del más alto nivel, no habiendo ningún interés estratégico norteamericano significativo en absoluto en juego. En estos 20 años, esta nación ha hecho más por los musulmanes que sufren y son oprimidos que ninguna otra nación, ni musulmana y no musulmana, de ninguna parte del mundo. ¿De qué nos estamos disculpando?
 
¿Y qué hay de la feliz relación norteamericano-musulmana que Obama imagina que existía 'hace tan apenas 20 ó 30 años' y que ahora va a restaurar él? 30 años atrás, el año 1979 fue testigo de la mayor ruptura norteamericano-musulmana de nuestros 233 años de historia: la revolución islámica radical de Irán, el secuestro de la embajada de los Estados Unidos, los 14 meses de América como rehén.
 
Lo que vino apenas unos cuantos años después del embargo petrolero árabe que sumergía a Estados Unidos en una larga y castigadora recesión. Lo cual, a su vez, era precedido del secuestro y ejecución a sangre fría a manos de terroristas árabes del embajador estadounidense en Sudán y su agregado comercial.
 
Esto por no hablar de la masacre del cuartel de los Marines de 1983, y los innumerables atentados contra instalaciones y embajadas norteamericanas por todo el mundo durante lo que Obama caracteriza ahora como los días felices de las relaciones islámico-norteamericanas.
 
Si Barack Obama quiere decir, igual que dijo en al-Arabiya, “tengo raíces musulmanas, familiares musulmanes, he vivido en un país musulmán” --insinuando una afinidad especial que le sitúa de manera única en posición de establecer buenas relaciones-- está muy bien. Pero es falso y profundamente injurioso para este país trazar una línea histórica separando la América bajo Obama de un pasado trasnochado en el que el islam fue supuestamente satanizado y vituperado.
 
Como en la gran advertencia de Obama: 'No podemos meter en el mismo saco a toda una fe como consecuencia de la violencia que se practica en nombre de esa fe.” ¿”Hemos' estado haciendo eso, difamando el islam a causa de una pequeña minoría? George Bush acudió al Centro Islámico de Washington seis días después del 11 de septiembre, mientras las llamas de la Zona Cero aún crepitaban, para anunciar que 'islam es paz,' ampliar la camaradería y la amistad con los musulmanes, e insistir en que los estadounidenses les trataran con respeto y generosidad de espíritu.
 
Y América escuchó. Durante estos siete años desde el 11 de septiembre --7 años durante los que miles de musulmanes provocaron disturbios por todo el mundo (que acabaron en la muerte de más de 100 personas) para vengar un puñado de viñetas-- no hubo un solo disturbio anti-musulmán en Estados Unidos para vengar la mayor masacre de la historia de los Estados Unidos. Muy al contrario. Inmediatamente después, elegimos a nuestro primer miembro musulmán del Congreso y nuestro primer presidente con familia musulmana.
 
“Mi trabajo,” dice Obama, 'consiste en comunicar al pueblo estadounidense que el mundo musulmán está lleno de personas extraordinarias que simplemente quieren llevar sus vidas y ver prosperar a sus hijos.” ¿Ése es su trabajo? ¿Piensa el pueblo estadounidense lo contrario? ¿Cree él estar escribiendo una nueva página valientemente? George Bush, Condoleezza Rice e incontables líderes más ofrecieron innumerables expresiones de ese mismo sentimiento universalista.
 
Cada presidente tiene derecho a retratarse como heraldo de una nueva era de esto o aquello. Obama quiere fomentar nuevos vínculos con naciones musulmanas, utilizando como base su propia identidad y asociaciones. Bueno. Pero si echarse flores como redentor de las relaciones norteamericano-musulmanas le conduce a sugerir que la América pre-Obama era indiferente o insensible o poco caritativa con los musulmanes, no sólo está tomando parte de una ficción sino de un menosprecio gratuito al país que ahora tiene el privilegio de liderar.

 

Charles Krauthammer fue Premio Pulitzer en  1987, también ganador del National Magazine Award en 1984. Es columnista del  Washington Post desde 1985.
 
 
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