Obama y las "primarias" de Irak

por Charles Krauthammer, 1 de agosto de 2008

(Publicado en The Washington Post, 25 de julio de 2008)
 
En un sorprendente vuelco, Barack Obama ganaba esta semana las primarias de Irak. Cuando el Primer Ministro Nouri al-Maliki expresaba no una, sino varias veces, su apoyo a una retirada norteamericana de tropas según un calendario que concuerda a grandes rasgos con la propuesta de 16 meses de Obama, no sólo legitimaba el plan. Liberaba a Obama de una importante desventaja política al dar al traste con la acusación de que, con tal de apaciguar a la izquierda de MoveOn, Obama está dispuesto a poner en peligro el sorprendente éxito del incremento de efectivos y a arriesgarse a perder una guerra que por fin se está ganando.
 
El apoyo de Maliki dejaba totalmente perplejas a la administración Bush y la campaña McCain. Ellas subestimaron la sofisticación y la astucia de Maliki.
 
¿En qué está pensando Maliki? Claramente, está seguro de que la Guerra de Irak está ganada. Al-Qaeda está derrotada, la insurgencia sunita está temporalmente suspendida, y los extremistas chiítas están dispersos y marginados. Habrá, por supuesto, algún nivel prolongado de violencia, desafíos recurrentes a la autoridad del gobierno central, y quizá hasta ofensivas tipo mini-Tet por parte tanto de terroristas sunitas como de chiítas intentando desmoralizar a la opinión pública norteamericana e iraquí en vísperas de sus respectivas elecciones. Pero en opinión de Maliki, las amenazas estratégicas a la unidad del estado y la viabilidad del nuevo gobierno democrático han terminado.
 
Maliki está seguro de que sus fuerzas armadas son lo bastante fuertes para apuntalar el nuevo Irak con ayuda norteamericana mínima. Podría ser demasiado confiado, igual que lo ha sido repetidamente en el cálculo de la capacidad de su ejército, el caso más reciente de lo cual fue lanzar un ataque algo prematuro contra las milicias de Basora que acabó necesitando del apoyo norteamericano y británico para alcanzar el éxito. Y ciertamente confía más en su propia capacidad que el General David Petraeus.
 
Justificado o no, la misma confianza de Maliki le permite precisar un calendario rápido de retirada norteamericana, aunque condicionado a la continuación de las mejoras en la situación de la seguridad -- una salvedad que en general Obama omite. Pero Maliki calcula que ningún presidente norteamericano, cualquiera que sean las promesas de su campaña, será lo bastante imprudente como para perder Irak después de todo lo que se ha ganado y después tener que cargar con un muerto de un Irak nuevamente caótico envenenando su presidencia.
 
Maliki se está anticipando, más allá de la retirada del grueso de las fuerzas norteamericanas de combate, a la próxima etapa: la relación a largo plazo entre Irak y América.
 
¿Con quién prefiere negociar el acuerdo de destacamento de tropas que no se concluirá durante la administración Bush? ¿Obama o McCain?
 
Obama, plasmando la opinión Demócrata generalizada, simplemente quiere salir de Irak tan pronto como sea posible. Hace dos años era porque la guerra estaba perdida. Ahora, se nos dice, es con el fin de salvar Afganistán. Los motivos cambian, pero la conclusión es siempre la misma. Salir de Irak. Borrar el recuerdo mismo. Dejar una fuerza residual tan minúscula e insignificante como sea posible. Y nada de bases permanentes.
 
McCain, al igual que George Bush, prevé que Estados Unidos recoja los frutos de la victoria y una guerra cara y sangrienta estableciendo una amplia relación estratégica que no solamente convertiría al nuevo Irak en un aliado firme en la guerra contra el terror, sino que también proporcionaría a Estados Unidos la infraestructura y la libertad de acción para proyectar el poder americano regionalmente, al igual que las fuerzas norteamericanas destacadas en Alemania, Japón o Corea del Sur.
 
Por ejemplo, podríamos desear conservar una base aérea para controlar a Irán, proteger a los aliados regionales y aliviar la presión sobre nuestras fuerzas navales, que hoy llevan gran parte del peso de proteger el Golfo, permitiendo así redespliegues en otras partes.
 
Cualquier líder iraquí preferiría un negociador americano más flexible porque todos los países -- hemos visto esto en Alemania, Japón y Corea del Sur -- quieren maximizar su propia libertad de acción soberana al tiempo que conservan la protección norteamericana.
 
No es ningún misterio quién sería un negociador americano más flexible. Los Demócratas han venido denunciando desde hace tiempo la dura negociación de activos estratégicos por parte de la administración Bush en el Irak de posguerra. Maliki sabe que los Demócratas están tan asqueados de esta guerra, tan comprometidos política y psicológicamente con su liquidación, tan decididos a no hacer nada que justifique 'la guerra de Bush,' que simplemente querrán abandonar con la implicación americana presente más reducida posible.
 
Lo cual es el motivo de que Maliki extendiera la alfombra roja a Obama, rematada con el apoyo a su antes problemático calendario de retirada.
 
Obama resultaba verosímil como presidente de todas formas. Ahora es aún más verosímil en apariencia. Además, no solamente conviene con Maliki en la reducción del papel americano en el Irak de posguerra. Ahora está en deuda con él. Ese es el motivo de que Maliki votara a Obama, depositando el voto por correo más anticipado y ostentoso de su elección presidencial.

 
 
Charles Krauthammer fue Premio Pulitzer en  1987, también ganador del National Magazine Award en 1984. Es columnista del  Washington Post desde 1985.
 
 
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