Obama y el terror

por Rafael L. Bardají, 21 de abril de 2013

(Publicado en La Gaceta, 20 de abril de 2013)

 Al presidente norteamericano no le gusta el terrorismo. De hecho, no le agrada la palabra terrorismo. Horas después del atentado de Boston, se negaba a emplear la expresión terror y prefería utilizar tragedia. Sólo cuando la indignación política creció por su actitud timorata, llamó al acto de Boston por su nombre, un atentado terrorista. Así y todo, hizo lo imposible para apuntalar la posibilidad de que todo fuera el producto de una “persona malévola” y no de un grupo organizado.

Ciertamente sería una irresponsabilidad saltarse la investigación y realizar acusaciones sin fundamento, pero también es una grave irresponsabilidad querer catalogar al terror según quién lo perpetre. Lo importante no es quién lo ejecuta, sino el efecto que consigue. Y estos días en Estados Unidos ya se ha visto: cartas con agente de ricino contra la Casa Blanca y aeropuertos temporalmente cerrados, como el de Miami el pasado jueves, por encontrar un paquete sospechoso. El estado de inquietud está sembrado.

Mucha gente se pregunta si este terrorismo de baja intensidad es lo que les espera. Y es una legítima pregunta para una sociedad que vive en las grandes superficies comerciales y que gusta de espectáculos de masas. ¿Esta es la Al Qaeda del futuro? Lo malo es que no es imposible; lo bueno, que sabemos que con voluntad y determinación se puede aguantar, oponerse y vencer este tipo de terror. No hay más que ver al pueblo israelí.

Pero para vencer al terror hay que llamarlo por su nombre. Aceptar que no se trata de un crimen como otro cualquiera y que, por lo tanto, los medios legales para enfrentarse a él no se pueden limitar a los de una investigación policial. Algo que Obama se resiste a aceptar.