Ni paz ni guerra, sino todo lo contrario

por GEES, 28 de diciembre de 2005

Los españoles podemos estar orgullosos de disponer de una fragata como la “Álvaro de Bazán”, la última salida de los astilleros de Navantia. Es un excelente buque resultado de la colaboración tecnológica entre España y Estados Unidos. Cumple perfectamente los objetivos para los que fue diseñada y, además, supone para nuestros astilleros la posibilidad de competir en un mercado global con un producto de primera calidad.
 
Para una flota occidental el primer reto es ser capaz de incorporarse en un grupo de combate formado por buques de distintos países. Las amenazas mayores son comunes y la respuesta debe ser el resultado de una combinación de medios. Pero esto no es tan fácil. Los sistemas tecnológicos son hoy muy sofisticados y caros. Pocas armadas disponen de naves que, de verdad, puedan integrarse en la red informática, en el sistema de mando y control, que actúa como núcleo de un grupo de combate aero-naval. Una cosa es estar y otra participar. Para esto último el buque debe acoplarse sin dificultad, como un ordenador en una red de Ethernet. Ese es el caso de nuestras modernas fragatas, dotadas del sistema Aegis, el mismo de la U.S. Navy. El radar de nuestro buque informa al Estado Mayor como cualquier otro de los radares del grupo, y recibe instrucciones siguiendo los mismos procedimientos. La Armada española, que hace ya años destaca entre las europeas, dispone ahora de un instrumento formidable para potenciar su papel y el de España.
 
En el pasado mes de mayo la fragata realizó prácticas de tiro en Norfolk y allí fue donde nuestro ministro de Defensa anunció que la “Álvaro de Bazán” se integraría en un grupo de combate aero-naval norteamericano para realizar prácticas. Algo absolutamente normal y beneficioso para nuestros hombres. El sistema Aegis tiene un potencial extraordinario para obtener información, establecer escudos antimisiles, y potenciar la actuación de la aviación táctica. Su correcta utilización no se improvisa y qué mejor práctica puede haber para nuestros marinos que comenzar a trabajar, como un buque más, dentro de un experimentado grupo norteamericano.
 
La “Álvaro de Bazán” fue asignada al grupo aero-naval formado en torno al portaviones Theodore Roosevelt. Primero navegaron en aguas del Atlántico, luego del Mediterráneo y, finalmente, del Índico. El grupo, que no estaba de maniobras, recibió órdenes de actuar en la operación “Cortina de acero”, para eliminar grupos terroristas que actuaban, o se encontraban, en torno a la frontera sirio-iraquí. Cabe suponer que cazas F-18 despegaron del portaviones para bombardear las posiciones asignadas. Todo ello, naturalmente, bajo el sistema Aegis proporcionado, en parte, por nuestra fragata.
 
El éxito de la operación es una gran noticia para nuestra Armada y para el astillero, que lógicamente difundirá la noticia para atraer futuros compradores. Los españoles nos podemos sentir orgullosos de que nuestros militares estén en primera línea combatiendo al terrorismo islamista. Algunos, como los miembros del GEES, nos sentimos especialmente recompensados por el comportamiento del ministro Bono. Poco antes de la invasión pedimos desde las páginas del diario ABC que España formara con Holanda y otros estados europeos un grupo de combate aero-naval en torno a nuestro portaeronaves “Príncipe de Asturias”, para estar desde un primer momento en la campaña para derribar el gobierno dictatorial de Sadam Hussein, culpable directo del asesinato de aproximadamente un millón de sus conciudadanos, y la construcción de una democracia en el corazón del mundo árabe. Entonces no lo conseguimos. Ahora, por fin, vemos nuestra bandera ondear donde corresponde, junto a Estados Unidos y en contra del terrorismo.
 
Un hecho así no debería ser objeto de polémica si no fuera porque el Gobierno que lo ha autorizado ha llamado criminal al Presidente Bush, ha retirado cobardemente nuestro contingente en Irak, ha ofendido ridículamente la bandera de 300 millones de estadounidenses, ha animado a otros estados a retirar sus tropas, ha abandonado a los iraquíes en su difícil camino hacia la democracia y, sobre todo, no ha cesado de utilizar el antiamericanismo tanto en política interior como exterior.
 
En el Ministerio de Defensa siguen padeciendo el síndrome de Toledo, por el que creen que la realidad es como la plastelina, a la que se da la forma que conviene o apetece en cada momento. Resulta que una fragata que forma parte de un grupo de combate en misión de guerra está en prácticas. ¡Qué duda cabe de que está en prácticas! Tan cierto es eso como que participó en una misión de guerra en Irak ¿Se imagina usted que alguien le argumentara que un hipotético escuadrón de carros de combate Leopard español había sido enviado con la Fuerza Expedicionaria para la ocupación de Irak, pero que sólo iba para hacer prácticas? No hay duda de que la mejor práctica es el combate y que, por fin, entramos en la guerra que Aznar nos hurtó.
 
De todos es sabido que Bono no es hombre de convicciones, sino de intereses o intuiciones. Un día se entrevista con Rumsfeld y al siguiente empuja a España hacia una irresponsable política en Venezuela. Nunca es casual. Siempre hay un porqué. Podemos tardar más o menos en averiguarlo, pero es sólo cuestión de tiempo. De su sincera amistad con Rumsfeld sabíamos que tenía mucho que ver con mostrar públicamente el fracaso de Zapatero y Moratinos en Washington. Él si podía, sin retirar una coma de sus declaraciones contrarias a la Guerra de Irak, mantener unas relaciones normales, incluso afectuosas, con el Imperio. Pero Rumsfeld no regala sonrisas ni despedidas a pie de puerta. Bono realizó interesantes concesiones que poco a poco salen a la luz. Somos el primer contingente en Afganistán, algo sorprendente si tenemos en cuenta lo mermado de nuestros presupuestos. La cosa era cumplir con el Pentágono, aunque no se enviasen los medios necesarios para que nuestros militares dispusieran de la seguridad necesaria en el transporte. Ahora resulta que estamos en la Guerra de Irak y que nos enteramos porque los redactores de El Mundo se han entretenido leyendo las páginas en la web de la U.S. Navy y de Navantia. ¿Pero no habíamos quedado que una de las principales aportaciones del nuevo gobierno socialista iba a ser que nunca más se iba a hurtar al Parlamento la decisión del uso de la fuerza? Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces, recuerda nuestro refranero. O, si lo prefieren, antes se coge a un mentiroso que a un cojo.
 
No podemos afirmar que el comportamiento de Bono sea extraño a la tradición socialista. Recordemos que Felipe González nos ocultó el permiso concedido a Estados Unidos para que sus aviones utilizaran las bases españolas en la anterior guerra de Irak, que fue John Major, en unas declaraciones realizadas en la sesión de control de los Comunes, quien nos puso al tanto de la actividad de los B-52 sobre nuestro cielo y nuestro suelo.
 
Sabemos que Bono nos ocultó concesiones hechas a Rumsfeld para ganar su favor así como la presencia de la fragata Álvaro de Bazán en acciones de combate en Irak. Resulta evidente que se saltó el preceptivo y ejemplar debate en el Congreso. Pero nos queda por resolver la última incógnita, ¿estaban informados Zapatero y Moratinos de las misiones que estaba cumpliendo la fragata? ¿Eran plenamente conscientes del precio que ellos estaban pagando para que Bono pudiera seguir practicando su guerra de guerrillas privada contra su propio jefe?