'Morir antes que matar'

por Luis Ignacio Martínez Franco, 7 de noviembre de 2005

(Publicado en Diario Palentino, 29 de octubre de 2005)
 

Decir que uno prefiere morir antes que matar entra dentro de la sana conciencia de cualquier ciudadano de bien. Pero que sea el propio ministro de Defensa, don José Bono, el que haga tal afirmación, me parece el colmo de la demagogia electoralista y de la insensibilidad y falta de respeto hacia quienes se juegan la vida en tierras lejanas y extrañas para defender la seguridad y tranquilidad de quienes nos quedamos en casa. ¿No fue el ministro Bono el que ordenó borrar aquello de «A España servir hasta morir» para no enemistarse con los nacionalistas?.

Mientras nuestros soldados se jugaban la vida, y algunos, desgraciadamente, la han perdido en el cumplimiento de su deber, se han vertido desde la izquierda cantidades ingentes de demagogia y falta de coherencia a cuenta de la guerra de Iraq. Y yo me pregunto: ¿es acaso distinta la guerra de Afganistán de la de Iraq? La respuesta de turno la encuentro en las declaraciones de la locuaz socialista, señora Jiménez: «En Afganistán las tropas españolas están en misión de paz y en Iraq en misión de guerra». Y, también, para colmo de la desfachatez política, en las del mendaz Zapatero: «Estamos en Afganistán por las mismas razones que salimos de Iraq, para defender la paz y la legalidad».

Es evidente que la guerra de Iraq, a pesar de contar con la cobertura legal de la ONU, fue sentenciada por la izquierda como una guerra «ilegal e injusta» (y de derechas, por supuesto) y, por consiguiente, hizo del Gobierno Aznar un gobierno «asesino» y primer objetivo a derribar. Y lo consiguió, con la ayuda de los idus de marzo. En cambio, se ha pretendido después que la guerra de Afganistán es, a diferencia de la de Iraq, una guerra justa y legal, humanitaria y sin riesgos. La razón es sencilla: ahora la lidia le toca a Zapatero.

Mas siendo ambas guerras de naturaleza distinta, la misión que ha llevado allí a nuestras Fuerzas Armadas ha de ser también sustancialmente diferente. Si atendemos a las declaraciones que se han hecho desde el poder socialista, la misión de nuestras Fuerzas Armadas en Afganistán no es la Defensa, pues eso queda para los belicistas gobiernos de derechas. Lo que a un gobierno de izquierdas le mola es el humanitarismo altruista, que proporciona más votos, así que no hay más remedio que reconvertirlas a una especie de ONG que se podría llamar Mártires sin fronteras para la defensa de la Alianza de Civilizaciones y el socialismo utópico de ZP, por ejemplo.

Para estar a bien con el electorado pacifista de buena fe, por un lado, y reconciliarse en lo posible con los belicosos americanos, por otro, Zapatero y su intoxicador aparato mediático nos han vendido la moto de un beneficioso canje de paz por guerra. Esto es, de un Afganistán sin riesgos por un Iraq en el que nada se nos había perdido. Un Iraq que, en cualquier caso, ya cumplió su misión como argumento oportunista para ganar unas elecciones. Pero, como ha denunciado El Mundo, la realidad es que el incremento de nuestros efectivos en Afganistán no ha sido otra cosa que una forma de hacerse perdonar ante nuestros aliados la vergonzosa espantada de Iraq. ¿También de la sentada de Zapatero ante la bandera de los EEUU?

Se insiste repetidamente y con vehemencia en lo de que nuestros soldados «se desplazan» en misión de paz, en misión humanitaria, etc. ¿Son acaso nuestras Fuerzas Armadas una ONG? Si esto es lo que realmente desea el socialismo gobernante, sería muy coherente que las disolviera y entregase sus bienes y su presupuesto a Cáritas, organización de gran abnegación y reconocido prestigio en la práctica del humanitarismo cristiano, que, sin duda, lo desempeñaría con mayor convicción, menor presupuesto y más eficacia.
 
Al comparar a nuestros soldados con los voluntarios de ONGs, con ser muy loable la actividad de las mismas, se les está faltando al respeto, en lo personal y en lo profesional, pues su misión es otra, y muy digna. El reconocimiento que merecen es el que corresponde a la noble misión a la que sirven. Y esta no es otra, según reza la Constitución en su artículo 8, que la de «Garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional».

Seamos serios. En un mundo hostil el realismo político exige una política de defensa sólida, bien definida, dirigida con decisión y convicción y bien ejecutada, lo que hace necesarias unas Fuerzas Armadas bien dotadas, dignamente retribuidas y capaces de actuar con rapidez y eficacia en las zonas de conflicto a las que sean llamadas.

Pero don José Bono no es un militar profesional sino un político. Y ya que es un político tan altruista, como sin duda lo es, pues no en vano ha dicho que está dispuesto a morir antes que matar, me gustaría formularle la siguiente pregunta: ¿Estaría dispuesto a saltar al ruedo ibérico y morir políticamente en defensa de la Nación española, de su integridad territorial y del ordenamiento constitucional? ¿O, al menos, a correr ese riesgo? La circunstancia es propicia.