Mister Reforma
por Mark Steyn, 30 de agosto de 2006
Hace un par de años, se me planteó una pregunta acerca de Naciones Unidas y respondí que era un buen axioma que si escogías un cuarto de helado y lo mezclabas con un cuarto de heces de perro, el resultado sabría más a lo segundo que a lo primero. Tuvimos un ejemplo útil de eso el otro día proveniente de los que cortan el bacalao en Turtle Bay. Confieso ya que tengo admiración secreta hacia los apparatchiks trasnacionales sin complejos: hace dos años, recordará usted, Sudán salió elegido para la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en un momento en el que las ramas del gobierno estaban ocupadas abriéndose camino por Darfur masacrando y violando en masa. Lo último que uno necesita cuando tiene un intenso calendario de asesinato masivo delante de las narices es un montón de reuniones de comité tediosas y evasivas en Nueva York, pero el embajador de Sudán, Elfatih Mohammed Ahmed Erwa, se puso juguetón para la ocasión anunciando, al ingresar en la Comisión, que estaba muy preocupado acerca de los abusos de los derechos humanos en Guantánamo y Abú Ghraib.
Hay que echarle de comer aparte. Para el emisario de un estado psicópata genocida bañado en sangre, eso es muy divertido. Pero cuando enrolas a naciones libres y estados criminales en el mismo club, el peligro no es que no se comprometan, sino que el mundo libre retroceda dos tercios, tres cuartos, 7/8 del camino recorrido. Considere el discurso el otro día del representante de Kofi Annán. ¿Quién es? ¿Algún practicante de apología hecho a medida de alguna república bananera o pozo sin fondo islamista de la ayuda exterior? En absoluto. Se hace llamar Mark Malloch Brown y es uno de esos británicos de acento suave. El fragmento del discurso que recibió la atención de todo el mundo fue cuando argumentó que el motivo por el que la ONU es tan impopular en América era que las absurdas semillas del interior habían caído presa de fanfarrones - o, como lo dijo él, 'gran parte del discurso público que alcanza el centro de Estados Unidos ha sido abandonado en gran medida a sus más sonoros detractores, tales como Rush Limbaugh o Fox News'. En realidad, no dijo 'Limbaugh' sino 'Lim-bow', como en 'Daddy Wouldn't Buy Me A Bow-Wow'. No se puede esperar que un colega tan importante como el Sr. Malloch Brown sintonice una radio y escuche realmente a Rush para poder pronunciar correctamente su nombre: después de todo, está mucho más ocupado que esos paletos imbéciles del 'interior'.
Achacar sus errores a los debates radiofónicos no es todo lo que la ONU ha aprendido de los Demócratas. El grupo de portavoces del Secretario General en funciones en esta reunión incluía a George Soros, que resulta que es el vecino de al lado de Malloch Brown y su casero. Malloch Brown gana 125.000 dólares al año, 120.000 de los cuales entrega a Soros como alquiler de su casa, pegada a la que es propiedad del multimillonario en Westchester County. Cuando inició esta relación, Malloch Brown era director del Programa de Desarrollo de la ONU, que trabaja con Soros en muchos proyectos multimillonarios. El Secretario General en funciones insiste en que no hay nada 'impropio' en su mezcla de vidas profesional y personal y, en la práctica, según los estándares de la ONU - es decir, el Programa Petróleo por Fraude, el Programa Pederastia por Comida, etc. - no lo es. Malloch Brown es un funcionario civil internacional. Si fuera un simple funcionario público nacional del Departamento de Salud o Transporte de Gran Bretaña, habría sido impensable alquilar una casa por el 96% de su salario al presidente de Glaxo Smith Kline o Virgin Airways. Pero en la ONU no es solamente pensable, es factible: ¿dónde va Turtle Bay?, donde van los de Ghana. Y Malloch Brown es ampliamente clasificado como el agente de la reforma. O, en cualquier caso, 'reforma'.
El discurso del Secretario General en funciones fue artístico, argumentando que, en un mundo en donde 'los desafíos a la seguridad nacional básicamente se saltan a la torera las antiguas nociones de soberanía nacional', Estados Unidos necesita a la ONU. En un examen más de cerca, a lo que se refiere es que la ONU necesita a Estados Unidos - para proporcionar dinero, tropas, dinero, equipamiento, dinero, tecnología, y dinero. En un mundo complicado, Estados Unidos no es lo bastante grande como para ir en solitario, pero es lo bastante grande para entregar todo lo obtenido a la ONU y a cambio la ONU celebrará reuniones explicando porqué Estados Unidos no puede lanzarse ni en solitario ni con alguien más. En un toque agradablemente sudanés, Malloch Brown anunciaba que 'mis hijos estaban en el complejo de Washington, exigiendo al Presidente Bush que hiciera más por poner fin al genocidio de Darfur', pero que el Presidente no podía hacer más en Darfur sin la ONU.
Er, un momento. En Darfur, Bush ha sido impecablemente trasnacional. Acordó seguir la ruta de la ONU y, como ocurre siempre, todo el mundo está muerto.
Olvide Darfur, Irak e Irán. Todos somos hombres de mundo aquí, todos podemos comprender el motivo por el que diversas potencias pudieran pensar que ser pro-Saddam o pro-genocidio o pro-bombardear nuclearmente Israel revierte en sus intereses. En lugar de eso, escoja un tema en el que los miembros permanentes del Consejo de Seguridad estuvieron en perfecta armonía: el tsunami. Ni siquiera los franceses eran pro-tsunami. Y aún así, la financiación pródiga de la burocracia humanitaria por parte de los permanentes 24 horas y 7 días a la semana de Malloch Brown fue inútil.
El único esfuerzo real de ayuda humanitaria - ya sabe, salvar vidas, reanudar el suministro de agua, proporciona refugio - fue realizado por Estados Unidos, Australia y un puñado de otros.
Las Naciones Unidas es una organización del 10 de Septiembre. Cinco años después, dejar Irán o incluso Darfur en sus manos es tan gratuito como Churchill y Roosevelt peleando sobre si contaban con la aprobación de la Liga de Naciones para iniciar el desembarco el Día D. El cinismo urbanita de Malloch Brown es muy revelador: el problema del trasnacionalismo no es lo que hace a los de Sudán o Ghana; es lo que nos hace a nosotros.