Milagro en Teherán

por Manuel Coma, 19 de junio de 2013

 Puede que haya sido un milagro que haya triunfado Rohani. No lo es que la prensa occidental eche las campanas al vuelo, se olvide de todos sus antecedentes remotos y próximos, ignore la naturaleza del sistema al que sirve y acepte la palabra “moderado” como definición trascendental e incontrovertible.

El júbilo de la población ayuda a darle credibilidad a la credulidad, pero un poco de frio e incluso cínico análisis podría proporcionar algunos prudentes antídotos contra la ingenuidad, la confusión de los deseos con la realidad y la perpetua expectativa de que nuestras buenas intenciones van a conquistar el corazón y la mente de quienes, por puro malentendido, nos aborrecen como enemigos irreconciliables. 

En mero realismo, nadie esperaba que al candidato que se presentaba como el más reformista y moderado del paquete se le dejase ganar. No menos difícil es que se crea que lo dejaron participar para que cambiase la naturaleza del sistema teocrático-militar. Puede que la rotundidad de su victoria, más votos que los otros cinco preseleccionados juntos, no estuviese prevista desde el poder, pero también es difícil suponer que el astuto Jameneí, el líder supremo de nombre y hecho, estuviese tan mal informado que contase con su derrota.
 
El régimen no se ha hecho acreedor del beneficio de la duda que con tan reiterado y masoquista error Occidente ha otorgado a muchos de sus peores enemigos. No es mezquindad sino sensatez mantener la reticencia hasta que se demuestre lo contrario, y no hacerse ilusiones sobre dicha demostración. Para empezar, la presidencia de la república, puesto en el que Rohani va a sustituir a Ahmadinejad, no manda más que en los asuntos de ordinaria administración. Las grandes decisiones políticas están en otro nivel. El de la revolución iraní es un sistema polisinodial, en el que un entramado de consejos cuyos miembros son todos designados desde arriba controlan distintos sectores políticos, mientras que el gobierno es más bien un ejecutor de decisiones importantes que otros han tomado y es al mismo tiempo quien da la cara ante los ciudadanos. La mayoría de estos estaban hartos de la de Ahmadinejad y de su estilo demagógico, agresivo y chulesco. Aunque no pudo volver a presentarse, es muy probable que las celebraciones callejeras tengan mucho de desquite.
 
El historial revolucionario de Rohani es impecable y eso es lo que cuenta para los pilares del régimen, que le han rendido inmediata pleitesía, a sabiendas de la limitación de su poder. ¿Es que todos se han vuelto moderados y reformistas? Ha sido un inflexible negociador del programa nuclear iraní, la madre de todas las discordias con los vecinos árabes y occidente. Fue un represor cruel e implacable cuando en el 99 los estudiantes se lanzaron a un movimiento de protesta. Sus palabras fueron que había recibido “la decisiva orden revolucionaria de aplastar despiadada y monumentalmente cualquier movimiento de estos elementos oportunistas donde quiera que pueda producirse”. Así lo hicieron, entrando en las habitaciones de las residencias estudiantiles y matándolos delante de sus compañeros.
 
Recordemos, solamente, que Jatamí desplegó durante sus ocho años en la presidencia estilo, palabras y algunos intentos moderados y reformistas, y como si nada.