México. El PRI, sin oposición
por GEES, 18 de septiembre de 2012
El PRI y el nuevo presidente de México, Enrique Peña Nieto, tienen la suerte de los vencedores. En el año 2000, el partido fundado por los revolucionarios en 1928 perdió el poder que había detentado durante siete décadas mediante el fraude y la violencia. En las presidenciales de 2006 su candidato quedó en tercer lugar. Parecía que la formación se iba a fracturar en función de los intereses de los caciques locales, y que podía quedar reducida a la irrelevancia, en beneficio del Partido de Acción Nacional (PAN), de centro-derecha, y del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que competía con él en mística revolucionaria.
Pero el PRI aún disponía de un gigantesco aparato sindical y burocrático; y de la torpeza de sus rivales.
En julio, Peña Nieto se convirtió en el primer candidato del PRI en alcanzar el poder desde la oposición. Y encima recuperó el centro político. En los doce últimos años, el PRI se negó a pactar en el Parlamento con el PAN de los presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón. Ahora, el PAN, que junto con el Gobierno ha perdido gran número de estados, atrapado entre el PRI y la pared, no tendrá otra vía para ejercer influencia que la de negociar con el nuevo presidente, como ya hizo en los mandatos de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo.
El candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador, fue derrotado por segunda vez consecutiva, y por segunda vez ha acusado al vencedor de cometer fraude. Como hasta sus correligionarios se han cansado de él (en 2012 ha obtenido menos votos que en 2006), antes de que lo echasen o mandasen callar, ha abandonado las filas de dicha formación, a la que se había unido en los años 80 después de militar en el PRI. Marcelo Ebrard, alcalde en funciones de México DF, puede empezar a preparar su candidatura para 2018, pero de todas formas el PRD queda descabezado y fragmentado por unos años.
En resumen, a Peña y al PRI se les presenta una mitad de sexenio, hasta las elecciones legislativas de 2015, sin oposición, con un PAN deseando pactar y un PRD dividido. Únase a lo anterior el crecimiento económico y la disminución del paro. La única sombra es la narcoguerra, de la que el presidente siempre podrá culpar a su predecesor.