Luces y sombras de la economía china
por Maximiliano Baranoff, 6 de septiembre de 2010
Sin lugar a dudas, el objetivo por excelencia de China se concentra en completar exitosamente su proceso de modernización. Con motivo de ello, medidas orquestadas por el Estado-Partido que han resultado exitosas en el sector industrial tendrán continuidad y serán perfeccionadas en el marco del pragmatismo con el cual gestiona el ala moderada del Partido Comunista de China (PCCh), mientras que algunas políticas económicas serán intensificadas y otras darán un giro a fin de alterar su actual tendencia negativa.
Pese a la progresiva participación del mercado en la economía china, continuaran presentes instrumentos propios de la economía planificada para determinados sectores en los cuales el Estado creerá necesaria su regulación y control. Así pues, si bien las Zonas Económicas Especiales (Special Economic Zones, SEZ) se caracterizan por ser regiones con mayor nivel de liberalización económica y orientadas a captar inversión extranjera directa (IED), a la vez que sirven de prueba piloto para dichas políticas liberales -clave para la economía de mercado socialista-, se perpetuará la orientación general del gobierno nacional de ofrecer incentivos fiscales para las empresas extranjeras a cambio de permitirles el acceso a través de joint ventures fundamentalmente[1], es decir capitales mixtos con empresas locales con el fin de protegerlas de la competencia externa y al mismo tiempo absorber el know-how en la utilización de las tecnologías de punta. En adición a esta estrategia, China deberá intensificar la canalización de inversión hacia la educación y la investigación, incrementando los niveles de calificación de la mano de obra.
Entre los principales objetivos de su plan de desarrollo, plasmados en los consecutivos Planes Quinquenales, Pekín persistirá en el concepto de crecimiento científico[2], lineamiento que pretende instituir un nuevo patrón de desarrollo impulsando el crecimiento a través del desarrollo equilibrado de los sectores primario, secundario y terciario priorizando la industria de alto contenido tecnológico en detrimento del estímulo de la industria de bajo valor agregado y la expansión cuantitativa; el consumo y la demanda doméstica e internacional equilibrada como motor del crecimiento económico en lugar de la inversión y la exportación; y finalmente, cambiar el modo de crecimiento basado en el consumo intensivo de recursos a uno impulsado por la utilización eficiente de ellos, previendo eventuales regulaciones medioambientales y desabastecimientos energéticos.
Cierta liberalización del mercado de la tierra -producto de la autorización a los campesinos para comercializar el derecho de uso de la tierra-, fomentará aún más el progresivo proceso de urbanización. Sin embargo, la población rural seguirá siendo elevada, por lo que se intensificará la inversión tanto en la tecnificación de los procesos productivos como en la educación y la capacitación, lo que llevará a consolidar una agroindustria - posibilitada a su vez por la tan temida mayor concentración de tierras[3] (regulada por el Estado, quien continua siendo propietario) - dotada de mano de obra calificada. Al equilibrar relativamente el ritmo de desarrollo con el de la urbe y, en consecuencia el poder adquisitivo de cerca de media población nacional, la participación del consumo interno en el crecimiento económico podría pasar a ser notable. Respecto al sector servicios, gradualmente irá fortaleciendo su presencia en el PIB. Por un lado, la creciente urbanización será la que posibilite dicho posicionamiento y por el otro, el perfeccionamiento de la seguridad jurídica. Las regulaciones estatales al sector terciario irán dando un paso a la liberalización de los precios, y a valores de mercado a través de la paulatina eliminación de subvenciones y permitiendo la participación de capitales privados mientras, en el largo plazo, comenzará una meticulosa apertura de servicios sensiblemente estratégicos como los medios de comunicación o las industrias culturales[4]. Tanto para el sector primario, como para el secundario y el terciario, se incentivarán oficialmente las nuevas tecnologías en detrimento de la producción masiva de bajo valor agregado.
El posible éxito del crecimiento científico impactará medularmente en su relación comercial con Tokio, pues la balanza comercial pasará a ser en el mediano plazo tendencialmente simétrica al gravar sus bienes con alto valor agregado. Para Japón la pérdida de presencia en su principal mercado encarna un escenario devastador, por lo que, ante la inevitable preeminencia china, irá tomando en un primer momento iniciativas de acercamiento estratégico a Pekín por medio de la cartera cultural con el objeto de consolidar diálogos y buscar compromisos comerciales.
Retomando la necesidad de basar el crecimiento económico en el consumo interno, resulta conveniente resaltar que fundamentar el desarrollo de un país en la inversión simboliza una profunda inestabilidad, ya que es imposible garantizar un flujo estable de ella a futuro por la gran volatilidad que caracteriza a ésta variable. En consecuencia, el gobierno redoblará sus esfuerzos para resolver los problemas estructurales que han desincentivado tradicionalmente el consumo y han fomentado la alta tasa de ahorro. El desarrollo de la agroindustria y su consecuente proceso de urbanización no sólo aumentarán el empleo en las ciudades sino que paralelamente aumentarán los salarios de los campesinos al menguar la mano de obra. Mientras que el estímulo al sector servicios y su gran potencial de captación de recursos humanos se sumará a la expansión de la cobertura de la seguridad social al campo, posibilitado éste último alcance por el dinámico crecimiento del PBI, mejorando a la vez los niveles de prestaciones e incrementando el respaldo financiero - frente al actual contexto de desfinanciamiento del sistema por una alta tasa de envejecimiento, tendencialmente en reversión -. Por consiguiente, el crecimiento económico experimentará un reequilibrio entre el consumo y la inversión[5], del mismo modo que entre la demanda doméstica y la internacional.
Finalmente, el otro elemento que impulsará el crecimiento es la eficiencia energética. El formidable desarrollo chino ampliará inevitablemente el consumo de energías y en consecuencia, la contaminación. En orden de lograr este nuevo patrón de desarrollo, tendrán que potenciar la utilización de energías verdes, modernizar sus centrales térmicas e incrementar la presencia de energía nuclear dentro de la torta energética. Ahora bien, Pekín cuenta con una ventaja muy importante que consiste en su progresiva demanda interna de electricidad, la cual generará un sólido mercado de consumo. Pero esto no será suficiente. Para abastecer la demanda energética, seguirá utilizando importantes cantidades de combustibles fósiles y de carbón como fuente de generación eléctrica. Japón jugará un rol fundamental para que China logre con éxito su proceso de modernización, específicamente en lo que refiere a evolucionar de un consumo intensivo de recursos hacia la utilización eficiente de la energía. Al culminar Tokio con su Nueva Estrategia Energética Nacional (New National Energy Strategy, NNES) y extender sus alcances, podrá volver a tener una notable presencia en el mercado del gigante asiático, ya de perfil más bien competitivo que complementario, a partir de la diplomacia de los recursos y de la cooperación energética y ambiental, mediante transferencias tecnológicas e intercambios de personal, incluso a través del adiestramiento en una adecuada intervención estatal en el mercado energético.
Notas
[1] TAVERNER, James (2007). “El desarrollo económico en China y la influencia de las Zonas Económicas Especiales”, IX Reunión de Economía Mundial, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, Abril, págs. 3 y 4 (paper). http://www.uam.es/otros/ixrem/Comunicaciones/12-04-%20TAVERNER.pdf.
[2] Concepto estratégico desarrollado en el 11° Plan Quinquenal (2005-2010). Fuente: Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo de la República Popular de China (National Development and Reform Comission People´s Republic of China, NDRC) http://en.ndrc.gov.cn/.
[3] DANG, Guoying http://www.chinadaily.com.cn/bizchina/2008-09/16/content_7031043.htm.(2008). “Reform land system to protect farmers rights”, periódico China Daily, 16 de Septiembre
[4] PASCUAL PONS, Carlos (2009). “La modernización económica de China: Perspectivas a medio plazo”, Boletín Económico de ICE N° 2972, Revista ICE, 1 al 15 de Septiembre, pág. 61.
[5] A fin de sostener dicho reequilibrio, el gobierno nacional y el Banco Popular de China deberán controlar en conjunto las presiones inflacionarias, atendiendo el crecimiento desproporcionado por sectores/regiones y su consecuente exceso de liquidez. En el marco de la campaña Go West, se limitarán los créditos bancarios destinados a sectores que experimentan crecimientos excesivos, mientras se otorgan incentivos fiscales a las regiones más desfavorecidas. Desde el aspecto monetario, se exigirán mayores reservas de los bancos comerciales e incrementos en el tipo de redescuento del Banco Central, en simultáneo con aumentos de la tasa de interés a fin de desestimular el crédito y la inversión con el objeto de mantener un IPC (Índice de Precio al Consumidor) estable y asegurar el nivel de consumo logrado por el éxito de las políticas previamente analizadas.