Los programas de debate

por Thomas Sowell, 3 de abril de 2007

(Publicado en Creators.com, 20 de marzo de 2007)

Todo lo que se aprende de ver este tipo de 'debates' es lo inteligentes que son algunas personas, lo rápido que reaccionan, y lo grande de la reserva retórica que poseen. Algunos invitados son maestros en monopolizar el tiempo. Y cuando el otro bando intenta intervenir, provoca un indignado '¡déjeme determinar!'
 
Los programas de debate empezaron a fascinarme cuando era un adolescente, hace muchos años. El primero fue el antiguo programa radiofónico Mesa redonda de la Universidad de Chicago. A lo largo de los años también empecé a seguir Meet the Press y ver el programa televisivo de debate de David Susskind, Open End, y muchos otros.
Hoy, ya no puedo aguantar contemplar la mayor parte de los programas de debate en televisión, y en la radio solamente escucho a Rush Limbaugh y un par más. ¿Qué ha sucedido? ¿Es solamente que me he vuelto un cascarrabias con mi avanzada edad, o han cambiado propiamente los programas?
 
Ninguno de los programas de debate de ahora es como Open End o Mesa redonda de la Universidad de Chicago, ni Meet the Press con Tim Russert es como Meet the Press con Lawrence Spivak o Bill Monroe. Mesa redonda era realmente un debate entre personas con distintas opiniones interaccionando, y también Open End. Ese formato es virtualmente desconocido hoy.
 
Existen parecidos superficiales, pero el contenido es muy distinto. Lo que más brilla por su ausencia es la interacción genuina. Normalmente o bien los presentadores o bien los invitados tienen posturas predeterminadas en los temas, y no van a cambiarlas.
Al margen de cuál sea el tema, no espere que un conservador o un progresista diga: 'vaya, nunca pensé en ello de esa manera. Estoy de acuerdo con usted'. Eso podría provocar un silencio incómodo, a menos que alguien tuviera otro tema preparado. Más importante es que quien quiera que 'se pasase al enemigo' perdería su posición como progresista o conservador. Las personas alrededor de Mesa redonda de la Universidad de Chicago no tenían un papel ideológico tan rígido que cumplir, y tampoco los invitados alrededor de David Susskind en Open End. Tenían opiniones distintas en general, pero no se ganaban la vida siendo políticos partidistas o ideólogos dogmáticos.
 
El resultado neto es que ahora la audiencia televisiva o radiofónica no es probable que reciba mucha interacción en los temas. En su lugar, existe mucha más probabilidad de que sean paralelos y puntos fuertes prefabricados. Si un invitado o el presentador tiene una pregunta que pone el dedo en la llaga en el tema entre manos, lo primero que es probable que haga la persona que la recibe es marginar la cuestión, diciendo algo como 'Eso no es el verdadero tema' -- y volver a recitar sus puntos fuertes preparados.
 
Todo lo que se aprende de ver este tipo de 'debates' es lo inteligentes que son algunas personas, lo rápido que reaccionan, y lo grande de la reserva retórica que poseen. Algunos invitados son maestros en monopolizar el tiempo. Y cuando el otro bando intenta intervenir, provoca un indignado '¡déjeme determinar!' Se necesita un presentador con experiencia para romper este tipo de impasse verbal. Pero demasiados presentadores de debate no ven ni oyen nada malo.
 
Los programas de debate radiofónico normalmente no son así de malos, principalmente porque la mayor parte de las personas que llaman no son oradores profesionales y el presentador sí, de modo que normalmente sabe evitar que divaguen. Aún así, los interlocutores incoherentes raramente son una gran mejora sobre los listos y preparados. No se aprende mucho de ninguno de los dos.
 
Lo que se aprenda de los programas radiofónicos de debate depende de lo profundo del conocimiento del presentador del programa. Algunos de ellos -- Rush Limbaugh, Sean Hannity, G. Gordon Liddy y otros -- están a la altura de las circunstancias.
 
El único problema es que permiten que algún interlocutor exagerado simplemente arengue y arengue. Ahí es cuando es momento de recurrir a alguna emisora de música FM, que ponga música relajante preferentemente. La mejor parte de los programas radiofónicos de debate es normalmente el monólogo de un presentador bien informado. Rush Limbaugh deja con frecuencia que el comentario o la pregunta de un oyente sirva simplemente como punto de fuga para dar una explicación propia acerca del tema del día.
En ocasiones, un invitado bien informado y preparado como Condolizza Rice o Alan Greenspan sabe proporcionar análisis reales tanto al presentador como a la audiencia. Pero son excepciones.
 
Normalmente, los mejores programas de debate en televisión tratan de deporte. Probablemente eso se deba a que no hay posturas predeterminadas o puntos fuertes partidistas preparados.


 

 
 
Thomas Sowell  es un prolífico escritor de gran variedad de temas desde economía clásica a derechos civiles, autor de una docena de libros y cientos de artículos, la mayor parte de sus escritos son considerados pioneros entre los académicos.  Ganador del prestigioso premio Francis Boyer presentado por el American Enterprise Institute, actualmente es especialista decano del Instituto Hoover y de la Fundación Rose and Milton Friedman
 
 
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