Los problemas de seguridad en las sociedades en transición

por Juan Avilés, 5 de octubre de 2004

(Ponencia presentada en el Seminario “Democracia, seguridad y
tecnología para un mundo mejor”. Carrión de los Condes,
21 de septiembre de 2004)
 
Una de las características más llamativas de nuestro tiempo es la difuminación de las fronteras entre seguridad interior y seguridad exterior, o lo que es lo mismo, la globalización de las amenazas de seguridad. Consecuencia de ello es que la seguridad interior de cada país depende en buena medida de la seguridad de los demás, ya que fenómenos como el terrorismo y el crimen organizado, notoriamente el tráfico de drogas, tienen una dimensión cada vez más transnacional. Desde esa perspectiva las misiones de paz en las que participan países como España no representan sólo un esfuerzo altruista para la construcción de un mundo mejor, sino una contribución indirecta a nuestra propia seguridad.
 
La Guardia civil, en concreto, ha participado en los últimos años en una veintena de misiones internacionales, que tienen todas ellas un rasgo en común: su objetivo es contribuir a la pacificación de sociedades que, en un sentido u otro, podemos denominar sociedades en transición. Para analizar los problemas de seguridad de estas sociedades es necesario aclarar que el término transición se puede emplear en al menos tres sentidos, transición política, transición económica y transición demográfica. Un mismo país puede verse envuelto en los tres tipos de transiciones simultáneamente, pero no siempre ocurre así. Resulta en todo caso importante analizar cual de las tres transiciones resulta más significativa por sus implicaciones de seguridad.
 
  • Por transición política debemos entender transición a la democracia, un fenómeno que ha cobrado mucha importancia en el mundo durante el último cuarto del siglo XX. El periodo de transición, en el que la legitimidad del antiguo sistema político entra en quiebra y el nuevo sistema democrático no se ha consolidado representa a menudo un momento peligroso desde el punto de vista de la seguridad. No es casual que el mayor auge del terrorismo de ETA se produjera durante la transición española a la democracia.
  • En los últimos años los procesos de transición hacia la economía de mercado han sido también frecuentes, sobre todo como consecuencia del hundimiento del sistema comunista. Las transformaciones que esta transición económica implica pueden perjudicar a ciertos sectores de la población, pero no parece que ello represente un factor de inseguridad significativo, como en cambio ocurre con la transición política. En la Europa central y oriental, que en los últimos años han experimentado ambas transiciones simultáneamente, los conflictos armados que han surgido han estado todos ellos relacionados con enfrentamientos de tipo étnico o nacional, es decir con factores políticos. El deterioro económico que algunos países han sufrido durante la transición no ha provocado conflictos armados en ausencia de factores de tensión étnicos o nacionales.
  • La transición demográfica representa un fenómeno más básico que la transición a la democracia o a la economía de mercado. Consiste en el paso de una situación de elevada natalidad y baja esperanza de vida a otra caracterizada por la baja natalidad y la elevada esperanza de vida. Estudios recientes indican que este fenómeno puede tener una gran relevancia desde el punto de vista de la seguridad y en concreto en la génesis de conflictos armados. Hay que destacar que todos los países de alto nivel de desarrollo han concluido su propia transición demográfica. Esto supone que los términos de país en transición demográfica y país en desarrollo resultan sinónimos.
 
Entre los múltiples desafíos a los que deben enfrentarse las sociedades en transición, los problemas de seguridad son de los más importante. Sin un mínimo de seguridad el desarrollo resulta muy difícil, pero a su vez los países en desarrollo tienden a enfrentarse a problemas de seguridad más graves. Tales problemas los podemos agrupar en tres grandes categorías:
  • Inseguridad ciudadana y crimen organizado.
  • Conflicto armado.
  • Estado fallido.
Estos tres grandes tipos de problemas de seguridad se refuerzan entre sí. El crimen organizado puede llegar a adquirir un elevado grado de impunidad en un Estado fallido. Las organizaciones armadas insurgentes pueden financiarse mediante actividades delictivas, como ocurre en Colombia, donde tanto las FARC como las Autodefensas obtienen importantes recursos de su implicación en el narcotráfico. Y los conflictos armados son uno de los factores que más fácilmente pueden llevar a una situación de Estado fallido, es decir de un Estado incapaz de asegurar el normal funcionamiento de las instituciones en su territorio
 
En aras de la brevedad, centraré el análisis en los conflictos armados. De acuerdo con las estimaciones del Departamento de Investigación sobre la Paz y el Conflicto de la Universidad de Upsala, entre 1989 y 1999 ha habido en el mundo 110 conflictos armados (definidos como un enfrentamiento por el control del gobierno o de un territorio, en el que uno de los bandos es estatal y se producen al menos 25 muertes anuales por combate). De ellos 48 podían ser considerados como guerras (conflictos que provocan al menos 1000 muertes anuales en combate) [i]. Esas 48 guerras tuvieron lugar en 42 estados, cuya localización geográfica se detalla en la siguiente tabla.

 
Localización de las guerras en  el mundo, 1989-1999
 
Área
Estados
Europa
6: Croacia, Bosnia, Serbia, Azerbaiyán, Georgia, Rusia
 
Próximo Oriente y Magreb
 
6: Turquía, Irak, Kuwait, Líbano, Yemen, Argelia
Asia central
2: Afganistán, Tayikistán
 
Asia meridional
3: India, Pakistán, Sri Lanka
 
Asia sudoriental
4: Myanmar, Camboya, Indonesia, Filipinas
 
África subsahariana
17: Angola, Burundi, Chad, Congo, R.D. Congo, Eritrea, Etiopía, Guinea Bissau, Liberia, Mozambique, Ruanda, Senegal, Sierra Leona, Somalia, Sudáfrica, Sudán, Uganda
 
América latina
4: Guatemala, El Salvador, Colombia, Perú
 
Fuente: Wallensteen y Sollenberg (2000).
 
 

Solamente dos de estas guerras, la guerra del Golfo y el conflicto entre Etiopía y Eritrea, surgieron del enfrentamiento entre estados por motivos territoriales. La inmensa mayoría fueron guerras internas, aunque en algunas terminara por producirse una intervención extranjera. Las guerras que tuvieron lugar en Europa resultaron de los enfrentamientos de carácter nacionalista surgidos con el hundimiento de dos estados comunistas: la Unión Soviética y Yugoslavia. Las guerras latinoamericanas, así como las de Camboya y Filipinas, representaron la fase final de la gran oleada de insurrecciones socialistas revolucionarias del siglo XX. En Afganistán y en Argelia jugó un importante papel el yihadismo. Y en la gran mayoría de los casos, incluidos los europeos, se trató de enfrentamientos entre grupos políticos rivales cuyo principal diferencia estribaba en sus aspiraciones nacionalistas contrapuestas y en la base étnica de sus seguidores. En definitiva, el gran factor ideológico de conflicto en nuestros días estriba en las identidades nacionales y étnicas.
 
El concepto de transición demográfica permite sin embargo identificar otro factor de conflicto. En una investigación para la CIA, un equipo de politólogos y estadísticos analizaron cientos de variables que pudieran influir en el colapso de un estado debido a matanzas políticas o étnicas, golpes de estado o guerras civiles y hallaron que la variable estadísticamente más significativa era una elevada mortalidad infantil [ii]. Obviamente un país con una elevada mortalidad infantil es un país muy poco desarrollado que se halla al inicio de su transición demográfica. Pero un grupo de estudiosos del grupo Population Action International ha identificado un factor de conflicto que surge en una etapa intermedia de la transición demográfica: el porcentaje extraordinariamente elevado de jóvenes adultos, es decir personas entre 15 y 29 años, que presentan las sociedades en las que la mortalidad se ha reducido ya significativamente, pero la natalidad no lo ha hecho aún [iii]. En los países desarrollados los jóvenes adultos representan en torno al 25 % de la población, mientras que en los países en desarrollo pueden representar el 40 % e incluso el 50 %. Esto genera graves problemas de desempleo juvenil y en general de integración de los jóvenes en la sociedad. Ahora bien, la mayor propensión de los jóvenes varones a la violencia representa una constante universal, por lo que cabe esperar que las sociedades con un elevado porcentaje de jóvenes sean más propicias al surgimiento de conflictos armados. La tabla siguiente muestra que así ha sido en los últimos años.
 
Demografía y conflicto civil,
1990-2000
 
Proporción de jóvenes adultos
Probabilidad de aparición de conflicto
Más de 40 %
33 %
30 a 39,9 %
18 %
Menos de 30
11 %
Fuente: Cincotta et al. 2003
 
Es decir que los países con más del 40 % de jóvenes tenían el triple de posibilidades de presenciar la aparición de un nuevo conflicto civil armado (tal como antes lo hemos definido) que aquellos con menos de un 30 % de jóvenes. Ahora bien, en 1995 había en el mundo 103 países con más del 40 % de jóvenes y en 2005 se estima que serán 95. Esto significa que, al  margen de factores ideológicos, que sin duda son importantes, hay motivos para suponer que en los próximos años seguirán surgiendo con frecuencia conflictos armados en los países en desarrollo.
 
Cierto es que la transición demográfica avanza rápidamente y que en muchos países en desarrollo, sobre todo en Asia y en América Latina, la natalidad se está reduciendo mucho. Sin embargo hay que considerar que entre el inicio de la caída de la natalidad y la reducción del porcentaje de jóvenes han de pasar varios lustros. Por otra parte la correlación que hemos mencionado se refiere a la aparición de nuevos conflictos, no al mantenimiento de los iniciados con anterioridad, que adquieren una dinámica relativamente independiente de las condiciones sociales.
 
Por último debemos tener en cuenta otro factor, que puede desestabilizar considerablemente en los próximos años al África subsahariana, el SIDA. Los países africanos más afectados por esta enfermedad presentan un rasgo insólito en los procesos de transición demográfica: la reducción de la esperanza de vida. Puesto que la mortalidad por SIDA afecta sobre todo a los adultos, el resultado es la proliferación de huérfanos que viven en condiciones de abandono y representan un factor de inseguridad al llegar a la edad adulta. El fenómeno de los niños-soldados es ya desgraciadamente frecuente en África, sobre todo en las fuerzas insurgentes.
 
Conclusiones
 
  1. Los conflictos armados en los países en desarrollo seguirán siendo en los próximos años un factor de inseguridad, tanto para ellos como para el resto del mundo, ya que los estados fallidos son focos de emigración ilegal, de crimen organizado y de terrorismo.
  2. El avance de la transición demográfica y el desarrollo económico, que se ve facilitado por aquella, serán en los próximos lustros factores de creciente seguridad en muchos países en desarrollo. La principal excepción previsible es la del África subsahariana.
  3. En el terreno de las ideas, la ideología de la revolución social es un factor de conflicto en declive. En los países musulmanes el yihadismo es en cambio un factor peligroso.
  4. Las misiones de paz seguirán siendo en los próximos lustros tanto un instrumento altruista de construcción de un mundo mejor como un instrumento preventivo de defensa de la propia seguridad.

Notas


[i] P. Wallensteen y M. Sollenberg (2000): 'Armed conflict 1989-1999', Journal of Peace Research, vol. 75, nº 5.
 
[ii] State Failure Task Force Report (1999): Enviromental Change and Security Report, 5.
 
[iii] R.P. Cincotta, R. Engelman y D. Anastasion (2003): The Security Demography: Population and Civil Conflict after the Cold War. Accesible en www.populationaction.org