Los peligros de la educación

por Victor Davis Hanson, 7 de septiembre de 2007

(Publicado en National Review Online, 10 de agosto de 2007)

El aspirante a presidente, Mike Gravel, manifestaba recientemente su opinión sobre las ventajas de tener homosexuales en las fuerzas militares: “... los espartanos entrenaban a su gente para ser homosexuales porque eran mejores luchadores”.
 
No exactamente.
 
Creo que el mito popular que ha confundido a Gravel ha surgido últimamente debido a la película 300 - y la confusión natural entre los 300 espartanos que murieron defendiendo el Paso de las Termópilas (480 A.C.) y los 300 del Batallón Sagrado de Tebas (378-338 A.C.).
 
Los espartanos no instruían a sus jóvenes para convertirse en homosexuales (en realidad no existía ninguna palabra en el vocabulario griego para describir nuestra noción actual de homosexual). Jenofonte (Lac. Pol. 2.13), por ejemplo, insistía específicamente que los varones de más edad en el ejército no debían mantener relaciones físicas con sus guerreros subordinados más jóvenes (paidika).  
 
Y si en realidad algunos soldados hoplitas mantenían de vez en cuando lo que nosotros llamaríamos sexo gay en Esparta o en otros lugares, la práctica era análoga a los protocolos de la prisión moderna en ausencia de mujeres: las relaciones físicas se definían libremente entre los interesados, participando un varón activo de mayor edad y un varón más joven que servía como sustituto de la mujer.
 
En general, la mayoría de griegos pensaban que la pasividad sexual masculina era vergonzosa al igual que practicar sexo exclusivamente masculino y al igual que aquellos con apariencia afeminada.
 
Lo más cercano que llegó el mundo griego clásico de las polis a la noción de Gravel sobre un culto idealizado del guerrero gay estuvo en Tebas, donde 300 aristócratas (150 pares de “amantes”) del Batallón Sagrado luchaban a menudo en el centro de la falange - un grupo muy pequeño (quizás menos del 2-3% del total del ejército de Beocia) basado en la clase y filosóficamente idealizado.
 
Pero incluso aquí no estamos tan seguros de cuál era realmente la relación entre eromenoi (“amado”) y erastai (“amantes”) en este minúsculo círculo; puede que ni siquiera hubiera sido necesariamente algo físico.
 
Por tanto y en general, no hay duda de que los espartanos no entrenaban a sus soldados para ser homosexuales.
 
Acabo de ver una escalofriante cinta de un sonriente John Mearsheimer donde el catedrático decía lo siguiente hablando sobre Irán y la bomba en una reciente convención organizada por la web progre Daily Kos: “Un porcentaje muy pequeño de las bajas americanas se debe a los iraníes” y también “Irán no es responsable en forma significativa alguna de nuestros problemas en Irak”.
 
Y digo escalofriante porque se permitió hacer un breve excurso sobre filología persa y cómo nos han engatusado para que creamos que Ahmadineyad dijo algo respecto a que Israel debería ser borrado del mapa.
 
Pero aparte de la existente controversia entre académicos persas sobre la traducción apropiada, insistir en ese punto es hacer caso omiso a las afirmaciones en serie (y de las razones para tales afirmaciones) hechas por Ahmadineyad, como de que no hubo Holocausto, y del aviso de Rafsanjani, aún mucho más espeluznante, de no hace mucho tiempo atrás acerca de que “El uso de una bomba nuclear contra Israel lo destruiría por completo, mientras que [lo mismo] contra el mundo islámico apenas si provocaría daño”.
 
Acto seguido, Mearsheimer salió al instante con una aclaración en la que afirmaba que, incluso si Ahmadineyad realmente dijo lo que el catedrático acababa de insistir que no había dicho, simplemente era una “amenaza sin fundamento”. 
 
Pero “sin fundamento” ¿para quién? ¿Y sólo a 60 años después del Holocausto?
 
Peor aún era la equivalencia moral de argumentar que es algo admisible de facto que Irán tenga la bomba puesto que Israel también la tiene - como si una teocracia antiamericana que se rige por la ley islámica fuera una amenaza nuclear del mismo modo que lo podría ser una democracia liberal proamericana.


 

 
 
Victor Davis Hanson es historiador militar y ensayista político. Actualmente es miembro permanente de la Hoover Institution tras haber impartido clases en la California State University desde 1984 al frente de su propio programa de cultura clásica. Entre otros medios, sus artículos aparecen en The Washington Post, The Washington Times, Frontpage Magazine, National Review Online, Time o JWR.
 
 
©2007 Victor Davis Hanson
©2007 Traducido por Miryam Lindberg