Lobos poco solitarios
por Rafael L. Bardají, 24 de abril de 2013
(Publicado en La Gaceta, 24 de abril de 2013)
No llamar a las cosas por su nombre es grave. Pero también lo es calificarlas de una manera equivocada. Ahora se ha puesto de moda el término “lobo solitario” para definir a los terroristas islamistas que no pertenecen a ninguna organización conocida, pero que están dispuestos a cometer una barbarie. El ministro del interior así se ha referido al hablar de los dos detenidos en Murcia y Zaragoza. Y, sin embargo, hasta ahora, no ha habido caso alguno de jishadistas que respondan a esa idea de alguien que se motiva, se entrena y ejecuta su acción, de manera aislada.
Por citar los tres ejemplos más recientes, en España, tanto el argelino Nou Mediouni, como el marroquí Hasan el Jaauani, han mantenido contactos con militantes de Al Qaeda en el Magreb encargados del reclutamiento y habían planeado viajar hasta Mali para entrenarse; en segundo lugar, los dos terroristas detenidos en Canadá, Raed Jaser y Chiheb Esseghaier, palestino y tunecino respectivamente, han reconocido estar en contacto regular con miembros de Al Qaeda afincados en Irán; por último, la radicalización los hermanos Tsarnaev, fue favorecida por un viaje a Dagestán donde entablaron relación con los islamistas de la región.
A los jihadistas que no provienen de Al Qaeda en Afganistán o Pakistán, también se les suele llamar “homegrown”, algo así como “hechos en casa”. Otra expresión que sólo enmascara más el fenómeno del islamismo. No hay nada de jihadismo “hecho en casa” en el mundo occidental. Si los Tsarnaev y tantos otros dan el paso de ciudadanos normales a religiosos fanáticos y, finalmente, a terroristas se debe a varios buenos instrumentos de radicalización islamista a su disposición. Para empezar, Internet. Un joven en las afueras de Boston está tan sólo a un click de distancia de las prédicas anti-occidentales de, por ejemplo, Feiz Mohamed, un imán libanés australiano que llama abiertamente a decapitar al político holandés Geert Wilders e incita a morir como un auténtico mujaidin, matando infieles, entre otras lindezas.
También están los sermones radicales en miles de mezquitas, legales e ilegales, que inundan nuestro suelo. Algo que tampoco es “homegrown” en España al menos desde la Reconquista. El dinero que las paga y que sostiene el discurso islamista del odio ya sabemos de dónde viene: del Golfo Pérsico, Irán, Arabia saudí y, más recientemente, Qatar.
En el terrorismo islamista no hay lobos solitarios, sólo distintas formas de unirse a la manada. Es más, la Al Qaeda post-Bin Laden viene defendiendo abiertamente centrarse en pequeños golpes, más sencillos de realizar. Es lo que llama la “estrategia de la hemorragia”. Y es que nos quieren desangrar de una forma u otra. Eso es lo que debemos tener claro.