Lo que quieren de Vox

por Rafael L. Bardají, 3 de junio de 2019

Al partido de Albert Rivera la existencia de Vox le viene muy bien, ya que le sirve de excusa para un discurso de centro-izquierda de una manera natural: nada con los extremos y menos si es por la derecha. Sus devaneos públicos por Pablo Iglesias, no cuentan. Su carta de presentación: que reemplazarán al PP desde su izquierda, desde el progresismo simpático. Al PP de Casado Vox no le viene bien. Los populares preferirían que no existiera y que los votantes que apoyan a Abascal, se movieran en masa a las filas del nuevo PP, porque sin ellos, no parece poder levantar cabeza su proyecto. 

 

Marcadas las diferencias, a ambos, C’s y PP , toda vez que Vox existe, les interesa un partido dócil, vociferante en la calle, pero irrelevante en el ámbito institucional. Toda su acción desde las elecciones generales va en ese sentido. Despojar a Vox de cualquier palanca institucional.  De ahí que votasen conjuntamente para que los de Abascal no tuvieran representación en la mesa del Congreso, privándoles, así, de un buen instrumento para llevar a cabo la defensa de sus iniciativas.

 

No es inocente que desde que Vox logra representación parlamentaria, tanto unos como otros, pero sobre todo desde el PP, se quiera presentar a Vox como una fuerza marginal, cuyo destino sería acabar desapareciendo, bien porque el PP asume parte de su programa –aunque sea de boquilla-, bien porque se quede solo frente a todos promoviendo los cambios que el programa de Vox defiende, desde la derogación de la Ley de Memoria Histórica a la Ley de Violencia de Género o el fin de las autonomías.

 

Pero hay otro tic en los populares: convencidos como están que Vox es simplemente una facción del PP derivada de la inacción de Rajoy, con la nueva dirección de Casado, Vox no debería sr un obstáculo a sus objetivos de regeneración del PP sino su apoyo, facilitando generosamente –y sin casi nada a cambio- que alcancen cuantas cutos de poder sean posible, empezando por el ayuntamiento y la comunidad de Madrid. Vox no es a sus ojos más que el hermano pequeño que, en realidad, no tiene capacidad de autonomía y al que con poco esfuerzo se puede enderezar.

 

Pero tanto los naranjas como los azules olvidan algo muy importante en política: que a Vox lo han apoyado una parte no desdeñable de españoles que esperan algo de Vox. Según Populares y muchos comentaristas, lo que esperarían es que los dirigentes de Vox fueran responsables y permitieran el gobierno de PP y C’s, a la andaluza, porque el objetivo mayor sería echar a la izquierda.  ¿Pero es eso lo que de verdad quiere el votante de Vox?  Yo creo que no, pero es lo que pretenden hacernos creer los partidos tradicionales y sus voceros.  Dicen que si Vox se atreviera a no votarles, sería el suicidio de los de Abascal. Lo que callan es que de llevar adelante sus planes, también lo sería, porque si Vox se convirtiera únicamente  en facilitar los planes de Casado y Rivera, ¿por qué volverían a votar a Vox cuando lo han hecho en la confianza de un cambio y de unas políticas distintas? Para sostener las mismas líneas que los Morenos Bonillas del PP, mejor votarles a ellos directamente.

 

Pero –ay!- los votantes de Vox no le han prestado su apoyo para que les traicionen tan rápido me temo. Y, por definición, la responsabilidad primera de los dirigentes de Vox –como las de cualquier partido- no es con sus rivales y socios, sino con su base electoral, a quien han convencido con sus promesas. Los partidos como el PP, tan acostumbrados a prometer para no cumplir, o Ciudadanos, que prometen todo a todo el mundo, izquierda, centro y derecha, no pueden comprender que haya gente fieles a sus principios. Es más, no pueden entender que haya gente con principios.

 

¿Cómo explicar, si no, que Pablo Casado dijera dos días antes de las generales que metería en su gobierno a líderes de Vox y que ahora se afirme con rotundidad desde Génova, que Vox no tiene ningún derecho a entrar en ningún gobierno, local o  regional?  Ahora lo único que les vale es un pacto a la andaluza, donde ellos se hacen con el poder y llevan a delante sus políticas mientras que los de Vox miran, supuestamente embelesados, desde la barrera de la oposición.  Curiosamente se vuelven más gallitos cuanto más necesitan los votos de los cargos electos de Vox.

 

Vox no es el esclavo del PP ni puede contentarse en ser el punching ball del Ciudadanos. Es un partido en vías de su institucionalización y de alcanzar su madurez y por lo tanto sus decisiones deben ser el fruto de las discusiones en su seno, atendiendo al mandato de sus votantes y a sus objetivos estratégicos como partido que quiere ser más. El cortoplacismo de sus congéneres no puede ni debe contaminar su visión y decisiones. Quien no lo entienda –sobre todo en PP y C’s- estará cometiendo un grave error de interpretación que puede acabar dando al traste con sus propios planes. Se diga lo que se diga y se quiera echar la culpa a quien  se quiera.