Lo deseable: que Solbes y Zapatero se vayan

por José María Rotellar, 16 de enero de 2008

Solbes vuelve por donde solía. Como ya hizo en 1996, cuando dejó una economía maltrecha y moribunda, va a legar una herencia económica pavorosa. Al ministro de economía socialista le estallan los malos datos en la mano. El paro sube, la construcción cae y la inflación se dispara. Cada vez cuesta más comprar la leche o el pan y la cuota hipotecaria se transforma en una carga pesada.
 
Solbes, ¿qué hace ante esto? Nada. Sólo reírse de los españoles una vez más. Acude al Congreso, para explicar los problemas a los que se enfrenta la economía española y las medidas que él va a implementar, y en lugar de eso se niega a reconocer la gravedad de la situación, al tiempo que dice que la desaceleración es deseable.
 
¿Qué pensarán los más de 107.000 nuevos parados que se registraron a lo largo de 2007? ¿Qué pensarán cuando hayan oído al ministro? Porque, según Solbes, es deseable toda la desaceleración, con sus consecuencias; es decir, que 107.000 familias más sufran el drama del desempleo es una buena noticia para Solbes, siguiendo su razonamiento.
 
¿Qué pensarán los españoles que ven cómo ha subido la leche y el pan que tienen que suministrar a sus niños? Ya saben, siguiendo su razonamiento, lo que piensa Solbes: esto no es más que un síntoma de la desaceleración, deseable para nuestra economía.
 
¿Qué pensarán los inmigrantes que vinieron en busca de oportunidades y están perdiendo su empleo? Que Solbes piensa, siguiendo su razonamiento, que es deseable como síntoma de desaceleración.
 
Solbes ha vuelto a las andadas. Este hombre gris, elevado a los altares por la “progresía” oficial y beneficiado al ser comparado con sus pésimos compañeros de gabinete, o no tiene ni idea de economía o se ha plegado a unos intereses políticos cuyo eslogan es el “como sea”.
 
Una crisis acecha a la economía real. España ve rebajadas sus previsiones de crecimiento día sí, día también por los organismos internacionales y el consenso del mercado de las entidades financieras. El paro aumenta, la inflación se desboca y la población empieza a tener un pesimismo que puede dar la puntilla al consumo interno y que se comienza a reflejar en los índices de confianza del consumidor.
 
Sin embargo, ¿qué hace Solbes? Embriagado por su candidatura al Congreso y por la promesa de renovación en el ministerio en el caso de victoria socialista, Solbes ha enfilado el camino de los chascarrillos, la arbitrariedad y la insolvencia intelectual. En lugar de hablar de reforma laboral, de liberalizaciones o de medidas urgentes para la reactivación económica, parlotea de propinas, bares y tabernas.
 
Cuando le preguntan por la inflación, dice que bajará a partir de marzo (mucho confía el todavía ministro en las rebajas), cual pitonisa echando las cartas.
 
Cuando le preguntan por el crecimiento del PIB, recorre toda la escala: presenta unos PGE con una previsión de 3,3. A los dos días reconoce en Financial Times que estará en el 3,0. Por último, en la diputación permanente del Congreso cifra el crecimiento en 3,1.
 
Y cuando le preguntan por las medidas que piensa adoptar, dice que ninguna. Que planes de choque para qué, si todo se va a arreglar solito. ¿No bajaron los ángeles y le hicieron su trabajo a San Isidro? Pues él no va a ser menos. Ya escampará, viene a decirnos, con ese aire lento con el que intenta dotar de seriedad y credibilidad a su discurso.
 
Solbes empuja el calendario. Sueña con la llegada del 9 de marzo y la contención de malos datos. Si las urnas les dan la victoria, ya habrá ocasión de intentar cortar la hemorragia generada por su parálisis e ineficiencia. Sin embargo, ya no será una hemorragia; las extremidades económicas se habrán puesto cárdenas y sólo la amputación podrá frenar el avance del mal provocado.
 
Solbes vuelve a cabalgar a lomos de la inflación y del paro. Como el escorpión de la fábula, no puede hacer nada para no estropear la economía: está en su naturaleza.
 
Zapatero, gane o pierda las próximas elecciones, será considerado por la Historia como uno de los peores gobernantes que ha tenido España a lo largo de los siglos. Sin embargo, en materia económica el gran cómplice es Solbes. Ha prestado el apoyo necesario al Presidente para que pudiese acometer, gracias a la herencia económica recibida de los gobiernos del Partido Popular, los desvaríos estatutarios y revanchistas sin que los españoles se alterasen demasiado, al aguantar la situación económica en unos niveles aceptables.
 
Es, por tanto, el gran responsable, por no plantarse y ejercer, por una vez, su función de servidor público y alertar a la Nación de los peligros que entraña un estatuto que dinamita la cohesión interterritorial y que puede acabar con la Hacienda.
 
El daño que está contribuyendo a ocasionar a la economía española y, por tanto, a los españoles, es tremendo. Su presencia en el Gobierno, una coartada excesivamente cara. Su prestigio, su escaso prestigio, ya inexistente. La leche por las nubes, el pan pronto inalcanzable, la hipoteca inabordable y los españoles empobrecidos. Ése será, una vez más, su pésimo legado.

 
 
José María Rotellar es Profesor de Teoría Económica de la Universidad Autónoma de Madrid.