Liberar a la oposición iraní

por Daniel Pipes, 24 de julio de 2007

(Publicado en New York Sun, 10 de julio de 2007)

Navegar por las procelosas aguas de la política de los expatriados nunca es fácil, y especialmente para el grupo de la oposición iraní conocido como el Mujahedin-e Jalq, o Mujahidínes del Pueblo de Irán. Por decirlo con claridad, el régimen criminal del estado del petróleo al que se opone aterroriza a medio Occidente y tienta al otro medio; y el propio MEK está acusado de ser un culto marxista-islamista súper-atenuado terrorista.
 
Estos obstáculos, sin embargo, no han evitado que el MEK anuncie a los cuatro vientos que el islamismo es la nueva amenaza global, proporcionando información de Inteligencia importante a Occidente (por ejemplo, acerca del programa nuclear de Irán), aterrorizando al régimen de Teherán, o convocando importantes muestras de solidaridad anti-régimen.
 
Fui testigo de una de esas muestras en una enorme sala de exposiciones a las afueras de París la semana pasada, donde alrededor de 20.000 iraníes de todo el mundo se reunieron para escuchar música de su antiguo país, enarbolar banderas y pancartas, y escuchar breves discursos de simpatizantes no-iraníes - entre los que destaca el Congresista Bob Filner, Demócrata por California, y el ex primer ministro argelino Sid Ahmed Ghozali. La muchedumbre después se sentó para un examen de 85 minutos de la situación actual por parte de la líder del MEK, Maryam Rajavi.
 
La reunión insta a varias observaciones. En primer lugar, la pulida organización, con rasgos de convención política americana (globos y cintas cayendo de las vigas, una secuencia televisada de la líder que llega escoltada), se dirigía sobre todo a una audiencia ajena a la sala, especialmente en Irán.
 
En segundo lugar, el acto tenía dos objetivos aparentes: recordar a los iraníes que sí existe una alternativa a la teocracia de hoy, mas presionar a la Unión Europea para que retire al MEK de su lista de organizaciones terroristas. Para los iraníes, la parte musical incluyó chicas atractivas vestidas (en su caso, atreviéndose a vestir) con ropa occidental. Para los europeos, incluía con énfasis “Le chant des partisans”, el himno de la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial.
 
En tercer lugar, el profundo análisis de Rajavi no mencionaba ni a Estados Unidos ni a Israel, algo extremadamente raro para un discurso importante sobre política de Oriente Medio. Tampoco hizo alusión siquiera al pensamiento conspiratorio, un cambio profundamente agradable en política iraní.
 
Finalmente, ningún otro grupo de oposición del mundo puede montar tan impresionante exhibición de fuerza política como hace el MEK, con sus miles de partidarios, muchos jóvenes, y una lista de dignatarios.
 
Estos factores, combinados con la reacción casi fóbica de los mulás hacia el MEK, sugieren que la organización supone una herramienta formidable para intimidar a Teherán.
 
Lamentablemente, los occidentales actualmente no podemos trabajar con el MEK, debido a una decisión de 1997 de la administración Clinton, seguida cinco años más tarde por la Unión Europea, de ofrecer una compensación a los mulás y declararla grupo terrorista, poniéndola oficialmente a la par de Al-Qaeda, Hamas, Hezbolá y similares. Paulo Casaca, miembro portugués del Parlamento Europeo, observa que “los funcionarios de ambas costas del Atlántico han declarado por escrito que la única razón por la que pusieron al grupo en la lista norteamericana de terrorismo desde el principio fue enviar 'un gesto de buena disposición' al régimen iraní”.
 
Pero el MEK no plantea ningún peligro para los americanos o los europeos, y no lo ha supuesto durante décadas. supone un peligro para el régimen teocrático maligno y belicoso de Teherán. La utilidad del MEK para los Estados Occidentales queda plasmada en la postura inconsistente y hasta contradictoria del gobierno norteamericano hacia él en la última década. Un ejemplo cómico tenía lugar en octubre de 2003, cuando Colin Powell, el Secretario de Estado, escribía con sequedad a Donald Rumsfeld, entonces Secretario de Defensa, para recordarle que se suponía que los 3.800 efectivos del MEK en Camp Ashraf en Irak eran tratados como cautivos, no como aliados.
 
Pero no habrá nada cómico si la presencia americana en Irak disminuye gradualmente y los miles de miembros desarmados del MEK son abandonados a la tenue misericordia del régimen pro-Teherán de Bagdad. Discretamente, la administración Bush necesita tomar tres medidas. En primer lugar, dejar que los miembros del MEK abandonen Camp Ashraf de modo humano y seguro. En segundo lugar, sacar a la organización de las listas de organizaciones terroristas, liberándola para desafiar a la República Islámica de Irán. En tercer lugar, explotar el temor injustificado de ese régimen al MEK.
 
Como Patrick Clawson y yo sugerimos hace cuatro años, “Al disuadir a los mulás de tomar medidas hostiles (apoyar el terrorismo contra las tropas de la coalición en Irak, construir armas nucleares), podría demostrar ser altamente eficaz amenazar con reuniones norteamericanas con el MEK o proporcionar ayuda a su campaña de publicidad anti-régimen”.
 
Ese sigue siendo un buen consejo, pero no hay otros cuatro años para esperar.


 

 
 
Daniel Pipes es licenciado en Historia por la Universidad de Harvard (1978) con el grado de doctor, y ha impartido clases en la Universidad de Chicago, la Universidad de Harvard y el U.S. Naval War College. Tras servir en varias instancias de los Departamentos de Estado y de Defensa, incluyendo la vicepresidencia de la Fulbright Board of Foreign Scholarships y ser miembro por designación Presidencial del Institute of Peace de los Estados Unidos, actualmente dirige el Middle East Forum. Colabora con frecuencia en ABC World News, CBS Reports, Crossfire, Good Morning America, NewsHour o Nightline, además de la BBC y Al-Jazira. Ha escrito doce libros, traducidos a 19 idiomas.