Las víctimas y el alma de la nación

por Óscar Elía Mañú, 15 de octubre de 2015

 

La AVT celebra estos días las jornadas “El terrorismo y sus consecuencias: presente y futuro”, en el campus de la Universidad Francisco de Vitoria. Pocos actos son tan necesarios y al mismo tiempo tan urgentes como los celebrados en torno a las víctimas del terrorismo. Pero al mismo tiempo, pocas veces como en los últimos años se ha mostrado con tanta crudeza el abandono, la exclusión y la marginación a las que aquellas se ven sometidas, justo cuando parece que su sacrificio debiera merecer más la pena y ser más reconocido.

Las víctimas tienen razón cuando afirman que la derrota policial de ETA ha venido seguida de una serie de victorias políticas de la organización terrorista, que eran hace poco impensables: la legalización de su brazo político, la salida de presos de las cárceles, la recuperación de la visibilidad callejera, y por fin acceso al gobierno en ayuntamientos y gobiernos locales en todo el País Vasco y Navarra. Ni el etarra más optimista hubiese pensado hace una década que la derrota policial a la que estaba destinada ETA pudiese desembocar en un panorama futuro lleno de optimismo para sus miembros y simpatizantes.


¿Cómo es posible que una derrota estratégica tan rotunda haya desembocado en unas perspectivas políticas tan prometedoras para los etarras?¿Cómo explicar que un Estado, que policialmente ha desmantelado la banda, asista ahora al avance político del siniestro MVLN, impotente para frenar su avance político y social? 


Tras años de éxitos, los españoles han acabado reduciendo la lucha contra el terrorismo a simples cuestiones técnicas e instrumentales: policiales, de inteligencia, judiciales, institucionales. Pero no cabe mayor error pensar que el terrorismo se combate desde ellas o a partir de ellas. Estas cuestiones sólo tienen sentido desde el reconocimiento de hechos que son previos y más profundos: de la dignidad innegociable de la conciencia y del valor absoluto de la vida humana; del patriotismo y del amor a España, a su pasado y a las tradiciones y creencias nacionales; o del valor supremo de las leyes, heredadas y escritas, y de la constitución que, mejor o peor, las encarna. Sólo en ellas encuentran sentido la lucha contra el terrorismo y el reconocimiento de las víctimas.


Una política de seguridad y defensa sólo tiene futuro si se basa en estos pilares, la mayor parte de los cuales no tiene relación directa con ella. Sólo cuando los ciudadanos y la nación son conscientes de la importancia de estas cuestiones sienten la necesidad de combatir las mentiras, el despotismo y el crimen que representa el terrorismo, de hacerlo hasta sus últimas consecuencias poniendo en marcha los instrumentos necesarios. Entonces y sólo entonces es cuando éstos alcanzan su éxito. Pero cuando aquellas virtudes se pierden, cuando una nación renuncia a ellas, estos instrumentos acaban siendo inexorablemente arrastrados en la caída: empiezan perdiendo su sentido y acaban perdiendo su efecto. La actual apoteosis proetarra en las instituciones es la consecuencia más lógica de esta deriva.


Y este es precisamente el efecto de  la quiebra, moral e intelectual que ha sufrido la sociedad española en las últimas décadas. Quiebra que nada tiene que ver con el terrorismo, pero que rompe el sentido de la lucha contra él. El relativismo intelectual y moral de amplias capas de la sociedad, el triunfo de la mediocridad y el populismo en las élites políticas y sociales, la apoteosis de la subcultura en los medios de comunicación y entretenimiento, han vaciado de sentido la lucha contra ETA, porque han aniquilado los valores sobre los que se asentaba.La lucha contra el despotismo nacionalista sólo tiene sentido en defensa del honor, la dignidad, el heroísmo, la nación  y la libertad. Pero cuando en la vocinglera, demagoga e infantilizada sociedad española de 2015 éstos ya no significan nada, porque pueden significar cualquier cosa, y porque el simple significar parece reaccionario ¿qué sentido tiene su defensa?¿qué sentido arropar a los que han muerto por ellos?


Más vale no engañarse: las víctimas del terrorismo no son más que  el termómetro cívico y moral de una sociedad. En su trato se encarnan los valores y virtudes que una sociedad posee o no posee: y la sociedad española ha abandonado gran parte de esos valores.  El trato al que son sometidas en la actualidad es la expresión de una quiebra moral, de una involución cívica que va bastante más allá de ellas y que afecta al alma misma de la nación. Es ésta la que no sólo está fallando a las víctimas, sino que se esta fallando a si misma. que se está fallando a sí misma.