Las víctimas negras del progresismo

por Walter Williams, 3 de septiembre de 2007

El año pasado, entre las 10 ciudades más grandes de la nación, Filadelfia registraba la mayor tasa de homicidios con 406 víctimas. Este año podría superar con creces a las del año pasado con 240 crímenes hasta la fecha.
 
Otras ciudades como Baltimore, Detroit o Washington D. C. con grandes poblaciones negras, sufren los índices de asesinato y crímenes violentos más elevados de la nación. Esta elevada tasa de criminalidad es, y ha sido, un problema negro de manera predominante.
 
Según estadísticas de la Oficina del [Departamento de] Justicia, entre 1976 y el 2005, los negros, aun suponiendo el 13% de la población, cometieron más del 52% de los homicidios de la nación y supusieron el 46% de las víctimas de homicidio. El 94% de las víctimas negras de homicidio tenían como asesino a una persona negra.
 
Los negros no son solamente las principales víctimas de homicidio; los negros sufren tasas elevadas de todas las categorías de crímenes violentos serios, y otro negro es el autor material con la mayor frecuencia.
 
Los progresistas y sus aliados políticos afirman que el problema es la fácil accesibilidad a las armas de fuego, y que mayor control de armas es la solución. Eso son tonterías por fuerza. Las armas no cometen crímenes; la gente sí.
 
Hasta 1979, el FBI informaba de las detenciones de homicidio clasificadas según tipologías raciales que incluían a los japoneses. Entre 1976 y 1978, 21 de las 48.695 detenciones por asesinato y homicidio intencionado fueron de americano-japoneses. Eso se traduce en una tasa de homicidios anual de 1 por cada 100.000 de la población de americano-japoneses. ¿Respaldaría alguien el argumento de que la razón por la que el homicidio es virtualmente inexistente entre los americano-japoneses es que no pueden hacerse con armas?
 
La elevada tasa de presión socializada sufrida por la comunidad negra respetuosa con la ley de manera aplastante es producto sobre todo de que los maleantes no tienen que pagar un precio elevado por su comportamiento. Se benefician de todo tipo de excusas ridículas, como la pobreza, la discriminación racial o menos posibilidades de empleo.
 
Durante los años 40 y 50, yo crecí en el norte de Filadelfia, donde tienen lugar muchos de los crímenes de hoy. Eran unos tiempos en los que los negros eran mucho más pobres, había mucha más discriminación racial, y menores posibilidades de empleo y de otras oportunidades disponibles de subir peldaños socioeconómicos. No había ni remotamente el nivel de crimen y destrucción al azar que existe hoy. El comportamiento aceptado hoy no sea aceptaba entonces por parte de adultos negros o de policías.
 
Las autoridades policiales saben con frecuencia quiénes son los criminales locales y los señores de la droga y dónde están ubicadas las casas de distribución de sustancias ilegales; sin embargo, diversos tecnicismos legales obstaculizan su capacidad para hacer los registros y arrestos. Los ciudadanos respetuosos con la ley con frecuencia tienen miedo de asistir a la policía o testificar contra criminales por miedo a represalias que pueden incluir el asesinato. El nivel de actividad criminal no solamente pone a los residentes en peligro para su integridad física, sino que representa un elevado peso fiscal sobre las personas menos capaces de soportarlo. Ese peso fiscal incluye precios más elevados para bienes y servicios y menos posibilidades de compra porque los supermercados y otras grandes superficies son reticentes a soportar los costes de operar en zonas de elevada criminalidad.
 
De modo que he aquí la pregunta: ¿deberían aceptar los negros el abandono por parte del gobierno de su función primordial básica, la de proporcionar protección? Mi respuesta es no. Uno de nuestros derechos básicos es el derecho a defenderse uno contra maleantes. Si el gobierno no puede o no quiere proteger a la gente, la gente tiene derecho a protegerse a sí misma.
 
Usted dirá, “Hey, Williams, no estará usted hablando de patrullas ciudadanas, ¿no?' Sí. El diccionario Webster's define la formación de patrullas urbanas como: un comité voluntario organizado para suprimir y castigar el crimen de manera sumaria cuando el funcionamiento de la ley es percibido como inadecuado.
 
Ejemplo: hace un buen número de años, los musulmanes negros comenzaron a patrullar Mayfair, un complejo de viviendas de Washington D.C. infestado de drogas y lleno de bandas. Las bandas y los señores de la droga se fueron, probablemente porque los musulmanes negros no se sentían obligados a realizar advertencias previas. Los negros deberían montar patrullas de barrio, armadas si es necesario, y si a los políticos y la policía no le gusta, ellos deberían hacer su trabajo. Nadie debería tener que vivir a diario con miedo por su vida y su integridad.

 
 
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