Las revelaciones de una semana
por Thomas Sowell, 29 de septiembre de 2006
La pasada semana nos ha dicho más de lo que queríamos saber sobre nosotros mismos y sobre nuestros enemigos.
Ha habido mucho más controversia por las afirmaciones del Papa que sobre la violencia desatada por los musulmanes contra gente que no tenía nada que ver con lo que había dicho el Papa.
Que nuestros enemigos no comprendan el significado de la libertad de expresión en una sociedad libre, donde las cosas que nos ofenden pueden denunciarse sin violencia indiscriminada, está bastante mal. Pero que seamos nosotros mismos los que vayamos cuesta abajo, camino de la autocensura es escalofriante.
La tolerancia ha sido una de las virtudes de la civilización occidental. Pero las virtudes pueden ser llevadas al extremo y convertirse en vicios. La tolerancia de la intolerancia es un vicio especialmente peligroso ante el cual las naciones occidentales están sucumbiendo, tanto dentro de sus propios países como en la arena internacional.
El doble rasero está siendo cubierto con el manto de la moralidad. Ese empeño en extender la protección de la Convención de Ginebra a los terroristas que no están amparados bajo la convención es una de las indulgencias más peligrosas aceptada por gente que parece pensar que lo primordial es estar, moralmente, un peldaño más arriba y que la supervivencia es secundaria.
El comentario del senador Lindsey Graham de que vamos a ganar nuestra lucha contra el terrorismo porque somos mejores es demasiado típica de esta forma de pensar.
Es difícil saber qué es peor - si lo dijo así como pura retórica política a la ligera o si en realidad es tan fatuo como para creérselo y lo suficientemente irresponsable como para poner en juego vidas americanas en lugar de arrancarles los secretos asesinos a los degolladores capturados.
Ya hay evidencia en Guantánamo de que los prisioneros están abusando de los guardias de forma mucho peor de lo que los guardias hayan abusado de estos prisioneros. Sin embargo, nuestros medios de comunicación no están interesados en eso y desean creer cada alegato hecho por esos terroristas profesionales, incluyendo el absurdo físico de intentar tirar un Corán por el retrete - o cualquier otro libro.
Desgraciadamente, estos no son casos aislados de errores de juicio. Es en gran parte la misma gente que durante años ha sido más protectora de los criminales que de sus víctimas los que ahora son más protectores de los terroristas capturados que de aquellos que son su objetivo.
Cuando esas actitudes empezaron a aumentar en nuestros tribunales durante los años 60, la tendencia a la baja de los niveles de criminalidad de pronto se revirtieron y se dispararon al crearse de la nada nuevos derechos para los criminales gracias a los jueces progresistas que lo llamaron ley constitucional.
Pero esto va más allá de los jueces y mucho más allá de nuestros tiempos. La izquierda política ha sido débil protegiendo a la sociedad contra los criminales por más de dos siglos.
Nadie debería sorprenderse de que esta misma actitud haya llevado a la gran preocupación de intentar de que se trate más amablemente a los terroristas capturados.
La semana pasada también nos ofreció algunas revelaciones sobre nuestros enemigos. La demagogia barata del presidente venezolano Hugo Chávez en la ONU fue una clara señal de la bancarrota intelectual y moral de su antiamericanismo. Seguramente que si hubiese tenido algo concreto y serio que decir con-tra Estados Unidos, lo habría dicho.
Igualmente y de manera clara, comprendió que no le hacía falta ningún argumento coherente. Le bastaba con explotar los resentimientos viscerales y tocar para la galería de aquellos envenenados por la envidia y listos para culpar a otros de su propia falta de éxito.
El presidente de Irán fue más hábil pero su discurso ante la ONU y sus astutas evasiones en su conferencia de prensa también son reveladoras y deberían servir de advertencia. Evidentemente, él también cree que somos tontos.
Aquellos en Estados Unidos y en otras naciones occidentales que están urgiendo al diálogo con Irán están repitiendo los mismos errores trágicos de los años 30 que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial. La gente dice que las palabras se las lleva el viento pero pueden tener serias consecuencias cuando simplemente se convierten en una forma de impedir la acción mientras una nación enemiga aumenta su amenaza militar.
Ya que Irán no está dejando que su palabrería en la ONU retrase su carrera para conseguir armas nucleares, son más peligrosos que los nazis, mientras que al mismo tiempo seguimos siendo tan incautos como aquellos en Occidente que metieron la pata en la Segunda Guerra Mundial y casi la pierden.
Thomas Sowell es un prolífico escritor de gran variedad de temas desde economía clásica a derechos civiles, autor de una docena de libros y cientos de artículos, la mayor parte de sus escritos son considerados pioneros entre los académicos. Ganador del prestigioso premio Francis Boyer presentado por el American Enterprise Institute, actualmente es especialista decano del Instituto Hoover y de la Fundación Rose and Milton Friedman
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©2006 Traducido por Miryam Lindberg