Las elecciones tienen consecuencias, a veces muy buenas

por GEES, 7 de abril de 2017

En su día, en los inicios de su primer mandato el ex presidente Obama le dijo a Eric Cantor, entonces jefe de la minoría parlamentaria republicana, para justificar su desdén por la separación de poderes y la organización política americana que: las elecciones tienen consecuencias. Daba a entender que haría valer su poder como presidente, por encima de cuantas convenciones hicieran falta.
 
Hoy Estados Unidos y el mundo lloran los ocho años de consecuencias de Obama.
 
La llegada de Trump ha supuesto una esperanza para los demócratas de Occidente, por el elemento ejemplarizante americano. Desde ayer esta esperanza también debe extenderse a Oriente.
 
El contraste de Trump con su predecesor no puede ser mayor. Es difícil creer tanta bendición.
 
Obama en 2012 consideró que el uso de armas químicas por parte del régimen sirio era una “línea roja”, según la cursi expresión que marca lo que las tiranías foráneas no pueden hacer porque acaba causando daños a los intereses de los Estados Unidos en el exterior. Eso no podía tolerarse por la crueldad de la actuación y porque suponía fundamentalmente un mal ejemplo para otros tiranos. 
 
Cuando Obama constató el uso de armas químicas, perdió el tiempo fingiendo ordenar una investigación sobre el asunto; cuando se confirmó, dijo que no había líneas rojas cuando se trataba de la paz y cambió de idea acordando con los rusos un pacto del que hizo insuperable propaganda, que permitiría preservar lo que llamaba paz sino eliminar las armas químicas.
 
Han pasado cuatro años, han muerto 500.000 personas, ha habido cinco millones de refugiados, Europa ha sufrido horribles atentados y por supuesto Assad sigue teniendo armas químicas. Y todo ello son consecuencias de lo que hizo – o más bien dejó de hacer - Obama entonces.
 
Es por ello, por lo que la aparición de un adulto al mando en el mundo es una ocasión de celebración. Evitará mucho mal, aunque no se lo reconozcan. Exactamente lo contrario de lo que ha sucedido con el ominoso Obama.
 
La actuación de Trump ha sido discreta, pues condenó el uso de armas químicas sin anunciar la represalia. Sólo habló después de actuar – es difícil expresar la alegría que esto causa a los que han sufrido los ocho años de atroz verborrea obamita –. Actuó en silencio y con acierto. Y cuando por fin habló expresó con claridad y corrección las razones de la actuación. 
 
A saber:
 
- el dictador de Siria ha matado a civiles inocentes entre los que había niños y mujeres;
 
- “es vital para el interés de los Estados Unidos prevenir y disuadir la extensión del uso de armas químicas de carácter letal”;
 
- Siria (su régimen) ha utilizado armas prohibidas, ha violado sus obligaciones internacionales a la luz del tratado sobre la materia y ha hecho caso omiso a la ONU;
 
- los intentos del pasado de cambiar el comportamiento de Assad han fracasado dramáticamente y como consecuencia la crisis de los refugiados ha continuado desestabilizando a toda la región, y convirtiéndose en amenazadora para los Estados Unidos y sus aliados; 
 
- los países civilizados deben hacer lo que esté en sus manos para detener el derramamiento de sangre en Siria y la proliferación del terrorismo (es decir, deben unirse a los Estados Unidos que lidera la tarea y marca el ejemplo);
 
- “pedimos la sabiduría de Dios ante el desafío de un mundo atormentado; rezamos por las vidas de los heridos y las almas de los muertos". O sea, no actuamos frívolamente.
 
Quien ha escrito esto sabe de qué habla. Qué gran diferencia con los ocho años que lo han precedido. Qué enorme alegría.
 
Bravo al Presidente Trump. Como decía el Nobel Dylan, en efecto, los tiempos están cambiando. Gracias a Dios.