La verdadera amenaza económica global

por Alex M. Brill, 8 de noviembre de 2005

China es el debate económico global du jour. Por una parte, escuchamos que China manipula su divisa y se apropia de la base manufacturera norteamericana; que está creciendo 'demasiado rápido' y encaminándose a un aterrizaje duro que se hará sentir por todo el globo; que está elevando los precios de los bienes de consumo y causando presión inflacionista global; que las compras de China de bonos del tesoro norteamericano están suprimiendo los tipos de interés y contribuyendo a la burbuja inmobiliaria americana, y que el sistema bancario de China está al borde del colapso.
 
Por la otra parte, la opinión más racional y de más nivel es que una creciente China ha generado enormes oportunidades de inversión para las empresas americanas, un mercado en expansión para los exportadores americanos y una fuente importante de bienes a precio reducido para el consumidor americano.
 
Mientras continúa este combate acerca de cómo ver a China y los legisladores y economistas pro- y anti-China desenfundan estadísticas y previsiones económicas arriba y abajo, hay una situación económica exterior más problemática que supone un desafío bastante opuesto al de China. El problema no es del rápido crecimiento en una economía emergente, sino de un crecimiento reducido en una región desarrollada; no de crecientes exportaciones a Estados Unidos, sino de un crecimiento más reducido de las exportaciones de Estados Unidos; no de una economía que roba puestos de trabajo a América, sino de una incapacidad absoluta para generar puestos de trabajo. El problema es Europa, y debería preocuparnos más de lo que quiera que venga de China.
 
La economía de la eurozona de moneda única es cinco veces mayor que la de China, y los ingresos per cápita son de intereses superiores. Las exportaciones norteamericanas a la región de la Unión Europea en general (EU), de 193 billones de dólares en el 2004, fueron más de cinco veces superiores a las de China, pero han crecido un mísero 3% desde el 2000. Las importaciones desde la Unión Europea el año pasado, de 321 billones de dólares, fueron un 60% superiores a las de China. La inversión extranjera directa norteamericana en Europa el año pasado fue de 97 billones de dólares en comparación con apenas 4,2 billones de dólares en China. Utilizando cualquier rasero, Europa Occidental es el socio comercial más importante, el socio inversor y el socio estratégico de Estados Unidos en el mundo. Y la economía europea está haciendo aguas.
 
El crecimiento económico anual en la eurozona ha promediado menos del 2% desde el 2000. La tasa de paro promedia un 9% en el 2005 hasta la fecha, en comparación con el 5,1 por ciento en Estados Unidos. La mitad de los parados de Alemania se clasifican como 'a largo plazo', en comparación con sólo el 12% de los parados en Estados Unidos -- un resultado directo del hecho de que los alemanes reciben beneficios del desempleo al menos 12 meses al año, y los empleados mayores pueden recibir beneficios añadidos de un paro de más de dos años y medio, en comparación con los seis meses típicos de compensación disponibles en Estados Unidos. Los europeos que tienen trabajo no trabajan tanto ni producen tanto como los americanos. El alemán típico trabaja 1400 horas al año, dos meses menos que el empleado americano típico, debido a una semana laboral más corta, más vacaciones y más fiestas. Mientras los mercados laborales languidecen, Europa afronta desafíos tanto de una mano de obra que envejece rápidamente como de tasas de natalidad muy reducidas. Mientras tanto, el gasto gubernamental en Europa es casi la mitad del PIB, mientras el peso fiscal es enormemente abrumador en todo, desde la gasolina hasta los salarios mínimos del trabajador.
 
Estados Unidos es quizá la nación más competitiva del mundo, pero es erróneo pensar que estamos inmersos en una carrera contra nuestros socios económicos comerciales en equilibrio. El rápido crecimiento de China no significa que nos estén vapuleando, como tampoco significa el lento crecimiento de Europa que les estemos machacando. De la misma manera, el estancamiento de Europa afecta directamente a nuestra capacidad de incrementar nuestras exportaciones en un momento en que nuestro déficit comercial se está convirtiendo en un desafío serio. El crecimiento en las exportaciones a mala cara es necesario para apoyar el crecimiento norteamericano y permitir el crecimiento del ahorro -- para ahorrar más, necesitamos consumir menos y hacer acopio de los ingresos perdidos a través de exportaciones más fuertes. Eso sólo puede suceder si el resto del mundo crece. La ausencia de reformas en el mercado laboral de Europa y otras reformas estructurales críticas han obstaculizado las oportunidades de la inversión directa y productiva norteamericana en el continente. La apertura de nuevas empresas aún está lastrada en gran medida por Europa. Estas estructuras anticompetitivas hunden la innovación y la competitividad a nivel global, perjudicando por tanto a los consumidores aquí y en el extranjero.
 
Desafortunadamente, la previsión económica a corto plazo para Europa es pobre. El Fondo Monetario Internacional (IMF) ha reducido de nuevo su previsión de crecimiento para Europa por debajo del 2% anual este año y el que viene. Las proyecciones para Italia, la tercera economía más grande de la zona Euro, han sido reducidas a cero en el 2005.
 
La previsión política para Europa tampoco es alentadora, como ha manifestado el reciente resultado de las ajustadas elecciones en Alemania y la dificultad a la hora de lograr reformas en una gran coalición; y el fracaso a la hora de lograr un progreso significativo hacia la Agenda de Lisboa que la Unión Europea fijó como un objetivo significativo de la reforma económica por toda la UE. El rechazo a la constitución de la UE por parte de Francia y Holanda, y en consecuencia a la apertura del proceso de adhesión de Turquía, son pruebas adicionales de que los europeos no están impacientes por sostener el cambio.
 
Aun así, hay esperanza. Los europeos disponen de estructuras centrales fundamentales para permitir las reformas necesarias: democracias fuertes y estables, mercados de capital fluidos y derechos de la propiedad bien definidos. Apoyar la reforma del mercado laboral llevará a un crecimiento más rápido y a mayor prosperidad. El impulso en favor del cambio no vendrá del gobierno; la elección se encuentra en los votantes. En lugar de condenar el progreso en China porque es cambio, deberíamos apoyar el cambio en Europa ahí donde pueda llegar a progresos. Un crecimiento más fuerte en Europa será bueno para Europa, para Estados Unidos y para el mundo.

 
Alex M. Brill es economista jefe del Committee on Ways and Means de la Cámara de Representantes de Estados Unidos