La unidad de España
por Ignacio Cosidó, 23 de noviembre de 2003
(Publicado en el Diario Palentino, el 23 de noviembre de 2003)
El resultado de las elecciones en Cataluña, con un fuerte ascenso de Esquerra Republicana, ha generado una cierta inquietud en el resto de España. Esta preocupación crece cuando se relaciona la ofensiva nacionalista en el País Vasco con esta radicalización del nacionalismo en Cataluña. Sin embargo, nada de esto debería inquietarnos demasiado si seguimos contando en España con un Gobierno fuerte.
Mucha gente ve en la situación de Cataluña o el País Vasco un crecimiento del nacionalismo. No es exacto. Lo que se ha producido en ambos casos es una radicalización del mismo. En el País Vasco porque el PNV ha pasado de ser un partido moderado y democrático a un partido radical y separatista que ha asumido el discurso y el proyecto de la ilegalizada Batasuna. En Cataluña porque el nacionalismo históricamente más moderado de CiU se ha dejado comer el espacio por el más radical de ERC. Pero el conjunto de los votos y escaños nacionalistas tiende a permanecer estable en ambos casos.
Rodríguez Zapatero acusa a Aznar de haber provocado esta radicalización del nacionalismo con su intransigencia. Es una mentira peligrosa. Es una mentira porque el Estado se ha descentralizado más en los ocho años de Aznar que en los trece de Felipe González. Y puestos a atribuir responsabilidades históricas, la connivencia del PSOE durante muchos años con políticas tan excluyentes como la educativa en el País Vasco ha contribuido en gran medida a la actual radicalización de la sociedad vasca. Por el contrario, no creo que la firmeza mantenida por el Partido Popular frente a la última ofensiva nacionalista tenga la responsabilidad de haber empujado al PNV a radicalizarse, entre otras razones porque la respuesta de los gobiernos del PP ha sido siempre posterior a la propia ofensiva del nacionalismo.
Esta es además una teoría peligrosa porque desenfoca la estrategia con la que debemos hacer frente a esta radicalización en el futuro. Es la estrategia de apaciguamiento que hemos practicado con los nacionalismos desde la Transición, y no la de firmeza que mantenemos ahora, la que nos ha conducido a la actual situación. En el fondo, lo que el POSE propone con su teoría del diálogo es la necesidad de hacer nuevas concesiones al nacionalismo para apaciguar los ánimos. Sin embargo, la experiencia de deslealtad histórica demuestra que cualquier concesión al nacionalismo es utilizada a renglón seguido por éste para plantear nuevas y más radicales exigencias.
El problema de esta política de contemporización es doble. Por un lado, lejos de saciar, cualquier nueva concesión no hace sino alimentar el apetito de una ideología cuya última meta no es otra que la secesión de sus respectivos territorios. Por otro, el fuerte proceso de descentralización experimentado por nuestro país hace que las nuevas demandas supongan una desnaturalización de la idea misma de España y una perdida de la mínima cohesión necesaria para la pervivencia del Estado.
La ofensiva nacionalista en el País Vasco y la radicalización del nacionalismo en Cataluña aconsejaría por tanto una respuesta firme y unida por parte de los dos grandes partidos españoles. El problema es que la debilidad, la incoherencia y la falta de liderazgo en las que vive instalado el Partido Socialista hacen muy difícil poder dar esa necesaria respuesta en común. En definitiva, lo que alimenta el independentismo es que Maragall esté dispuesto a pactar con él con tal de obtener el poder y no la firme defensa de la Constitución y del Estatuto que hace Mariano Rajoy frente a estas tentativas.
Sólo un gobierno fuerte con ideas claras en el conjunto de España puede dar respuesta a una ofensiva nacionalista como la que se ha desencadenado en el País Vasco o como la que puede terminar germinando en Cataluña, si el sentido común no lo impide. Por el contrario, es la debilidad del PSOE, su propensión a pactar con este radicalismo en función de sus intereses partidistas, su equivoca llamada al dialogo y las fuertes divisiones internas que subyacen dentro de su partido sobre el modelo de Estado, lo que supondría el más serio peligro para la cohesión e integridad de España.