La tentación de la violencia
(Publicado originalmente en el blog de Ignacio Cosidó)
Nada hay más contrario a la democracia que la violencia política. La democracia consiste precisamente en ser un sistema capaz de gestionar pacíficamente ideas diferentes e intereses enfrentados entre los ciudadanos y grupos que componen la sociedad. El clima de violencia política desatado en la región de Murcia, cuya último episodio ha sido la brutal paliza a su consejero de Cultura, debe ser condenado y erradicado de la forma más rotunda por todos los que nos consideramos demócratas. Hay que evitar a toda costa que ese clima se extienda al conjunto de España.
El problema es que la violencia ejercida por los extremistas tiene a veces un cierto grado de comprensión en función de los propios intereses políticos. Cuando las sedes del Partido Popular fueron rodeadas o apedreadas durante la guerra de Irak, los socialistas mostraron una gran complacencia ante un acoso que les favorecía políticamente. En los incidentes contra el Gobierno de Murcia, la izquierda ha alentado la crispación y en el mejor de los casos ha minusvalorado los incidentes. Solo cuando esas agresiones han llegado al nivel de un brutal atentado contra un miembro del gobierno autonómico parece que ha habido una cierta reacción de condena.
Es fundamental que la izquierda no caiga en la tentación de poner en marcha una estrategia encaminada a mostrar que solo ella es capaz de asegurar la paz social en nuestro país. El PSOE estaría planteando con esta estrategia un chantaje inaceptable desde un punto vista democrático: o nosotros o el caos. Frente a ese chantaje solo queda la defensa a ultranza de los principios democráticos, el coraje político para hacer frente a quiénes ejercen o alientan la violencia y la exigencia de una respuesta firme del Estado de Derecho en la defensa de nuestra convivencia y nuestra libertad.
El ministro del Interior tiene una responsabilidad política ineludible en este asunto por su pasividad ante los reiterados incidentes que se venían produciendo con anterioridad a esta brutal agresión. El delegado del Gobierno en Murcia debe ser cesado de inmediato por su incapacidad de cumplir con su obligación de garantizar la seguridad y por haber minusvalorado los primeros conatos violentos. En todo caso, es inadmisible que ante la gravedad de estos hechos Rubalcaba, fiel a su estilo, no tenga intención de dar una explicación en el Parlamento.
No es casual que sea en Murcia, la región en la que el PP obtiene sus mejores resultados electorales, donde se haya desatado esta ola de violencia política. Lo que algunos no consiguen ganar en las urnas de forma democrática, lo intentan imponer en la calle a través de la violencia. Tengo sin embargo la absoluta convicción de que van a fracasar. Mucho ánimo a mis compañeros murcianos a los que hace bien poco tuve ocasión de visitar.