La solución del Ministerio de Defensa es Política

por Enrique Navarro, 28 de diciembre de 2011

(Publicado en Infodefensa.com, 26 de diciembre de 2011)
 
El nombramiento del nuevo gobierno ha generado numerosas expectativas sobre la posibilidad de un cambio real de política que nos lleve prontamente a la salida de la crisis, como ya lo están haciendo otros países europeos. La designación de Pedro Morenés como ministro de Defensa, un técnico como le denominan, no nos puede llevar a la creencia de que los problemas de la defensa española, como del resto de políticas, se resuelven con mejoras técnicas. Los recursos para la actual dimensión de Fuerzas Armadas que tenemos son tan escasos, que no hay cabida para recortes sin reformas estructurales profundas. El ministro se dará cuenta enseguida de que ese recorte ya se produjo en los últimos tres años. Con unos costes de personal que crecen aun cuando se congelan los sueldos y que suponen casi el 70% del presupuesto, no es posible pensar en contribución alguna a la lucha contra el déficit solamente con menos presupuesto.
 
Estos últimos siete años han sido nefastos para la defensa nacional, sin recursos, denigrada, ocultada e instrumentada para ambiciones personales muy lejanas de las propias de la defensa, de ahí que la tarea de cara al futuro sea ingente.
 
Lo mas urgente a mi juicio es integrar los créditos comprometidos de los grandes programas (32.000 millones de euros) en la deuda del Estado. Porqué los “excesos” en Fomento o Medio ambiente se consolidan como deuda del Estado y los de Defensa los debe abordar el propio ministerio con recursos escasos. Solo el año que viene hacen falta mil millones adicionales para pagar las facturas debidas a los proveedores, que deberán ser puestos encima de la mesa por el ministro de Hacienda en 2012.
 
Hacen falta otros mil millones para mantener las operaciones en el exterior, especialmente si hay que pagar la salida de Afganistán. Sin estas dos decisiones políticas, ni el ministerio podrá pagar a los proveedores que ya han entregado sus equipos ni continuar en las misiones en el exterior proveyendo de la adecuada seguridad a nuestras tropas que puede mermar una vez se inicie la evacuación escalonada de Afganistán sin hacer las necesarias inversiones.
 
A partir de estas decisiones por las que el ministro deberá pelear en un entorno hostil, existe margen para las reformas profundas, que no pueden consistir en cambiar de nombre a las unidades o centros para que continúen con los mismos niveles de gasto.
 
Previamente y como condición inexcusable, para proceder con las reformas hay que cambiar a todo el equipo político-administrativo militar de estos siete últimos años. Cualquier reforma es imposible con los actuales mimbres; hay excelentes militares que pueden cumplir con estas funciones con honestidad y profesionalidad. No deberían pasar semanas hasta haber nombrado una nueva cúpula militar y todos los directores generales y gabinetes.
 
A partir de ahí, la única manera a mi juicio de poner orden en las finanzas es elaborar un presupuesto base cero para 2013 que permita generar una estructura orgánica y funcional racional y eficiente. Dentro de esa organización, la supresión de mandos en cuarteles generales, la creación de la agencia única de compras, la creación de un mando único de logística para las tres fuerzas y el cierre de unidades deberían coadyuvar a salvar los obstáculos de la crisis a corto plazo.
Pero España tiene muchos retos en cuanto a su seguridad, y pronto puede verse envuelta en conflictos que afecten directamente a nuestro territorio, desde la amenaza nuclear a la crisis en el Norte de África. Si no hay un plan para revertir la situación y llevar el presupuesto de Defensa a tasas del 1% del PIB en cuatro años, quizás no merezca la pena hacer tanto esfuerzo ahora. Sin embargo, estoy convencido de que el presidente y su ministro, son muy conscientes de los retos a medio plazo y que pondrán los recursos necesarios a disposición de nuestra Defensa y que sabrán explicarlo y justificarlo ante una opinión pública que en una gran parte será muy reacia, pero que tiene que entender que sin seguridad ni una sólida política exterior apoyada en nuestra contribución a la seguridad común, no hay crecimiento económico ni futuro para España.