La romantización de la yihad. ¿Por qué hay tanta gente en la izquierda tan enamorada del islamismo?

por Clifford D. May, 7 de mayo de 2009

(Publicado en Townhall.com, 16 de abril de 2009)
 
Pregúntele a los izquierdistas qué valores defienden y le contestarán: igualdad, tolerancia, derechos de la mujer, de los homosexuales, de los trabajadores y los derechos humanos. Los islamistas militantes se oponen a todo eso, a menudo aplicando fuerza letal. Entonces, ¿cómo se explica la creciente alianza Izquierda-Islamismo?
 
Ya se sabe que hay personas de principios en la izquierda que no justifican el terrorismo ni minimizan la amenaza islamista. El autor Paul Berman, inequívoca y abiertamente izquierdista, ha sido muy mordaz acerca de estos temas. Publicaciones muy de izquierdas como The New Republic tampoco se han manifestado como declarados defensores de yihadistas radicales.
 
Pero la revista The Nation ha sido indulgente con el islamismo durante décadas. Allá por 1979, Richard Falk, miembro del consejo editorial de la revista, celebraba el advenimiento de la Revolución Iraní, diciendo que “podría producir un desesperadamente necesario modelo humano de gobierno para un país del tercer mundo”. Inmediatamente después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, Robert Fisk, colaborador de muchos años de The Nation, se quejaba de que la palabra “terrorismo” es un término “racista”.
 
No es ninguna exageración llamar “pro-apaciguamiento” a grupos como MoveOn.org. Y mucho más a la izquierda del espectro político está la coalición A.N.S.W.E.R. que simpatiza con los islamistas y el régimen estalinista en Corea del Norte - que está en la misma liga con la islamista nación iraní y su estado-cliente, Siria. Mientras tanto, Hugo Chávez, el socialista bolivariano y hombre fuerte de Venezuela, está gestando una alianza estratégica con los mulás de Irán y con Hizbolá, la subsidiaria terrorista de Irán.
 
En un nuevo libro, United in Hate: The Left’s Romance with Tyranny and Terror (Unidos por el odio: El romance de la izquierda con la tiranía y el terror), su autor, Jamie Glazov, analiza esta profana alianza. Historiador de carrera, Glazov es hijo de disidentes que huyeron de la Unión Soviética, sólo para descubrir que no eran bienvenidos por el profesorado lumpen izquierdista-progresista de las universidades americanas.
 
El libro de Glazov acusa a los artistas e intelectuales de izquierdas - por ejemplo a George Bernard Shaw, Bertolt Brecht y Susan Sontag - por haber “venerado a genocidas como Lenin, Stalin, Mao, Castro y Ho Chi Min, generalmente justificando sus atrocidades mientras culpan de sus crímenes a los americanos e incluso a las propias víctimas”.
 
Después de la caída del Muro de Berlín, la izquierda pasó varios años sin rumbo. Muchos de ellos, sugiere Glazov, vieron los atentados terroristas del 11 de septiembre menos como una atrocidad y más como una oportunidad para resucitar su moribundo movimiento revolucionario.
 
Jimmy Carter, Michael Moore, Noam Chomsky, Ramsey Clark, Lynne Stewart y Stanley Cohen están entre las lumbreras de la izquierda a las que Glazov acusa de haber hecho causa común con los islamistas.
 
Glazov precisa que el novelista Norman Mailer tildó de “brillantes” a los secuestradores del 11 de septiembre y de “comprensible” a su terrorismo porque “todo lo malo de Estados Unidos llevó al país a un punto en el que construyó esa torre de Babel que como consecuencia tenía que ser destruida”.
 
Darío Fo, el marxista italiano ganador del Premio Nobel de Literatura en 1997, dijo que los especuladores de Wall Street “se regodean en una economía que cada año mata de pobreza a decenas de millones de personas, por tanto ¿qué son veinte mil muertos en Nueva York?”
  
Igualmente, Ted Turner, magnate mediático, llamó “valientes” a los terroristas del 11 de septiembre, agregando que “la razón por la que el World Trade Center fue atacado reside en que hay mucha gente viviendo en la pobreza sin esperanza alguna de una vida mejor”. El compositor alemán Karlheinz Stockhausen denominó el 11 de septiembre como la “mayor obra de arte en todo el cosmos”.
 
Y luego está Ilich Ramírez Sánchez, más conocido como Carlos el Chacal, que en 2003, desde su celda de la prisión, publicó un libro titulado “Islam Revolucionario” en el que exhortaba “a todos los revolucionarios, incluyendo a los de izquierdas, hasta a los ateos” para que aceptaran el liderazgo de los yihadistas militantes, con Osama bin Laden como figura clave entre ellos. Su razonamiento era que “solamente una coalición de marxistas e islamistas puede destruir a Estados Unidos”.
 
Glazov cita al legislador británico George Galloway, detallando la razón detrás de una coalición como ésa. “No sólo creo que [una alianza de musulmanes e izquierdistas es] posible, sino que creo que es vitalmente necesaria y creo que ya se está dando” decía Galloway. “Es posible porque el movimiento progresista mundial y los musulmanes tienen los mismos enemigos. Los enemigos son la ocupación sionista, la ocupación americana, la ocupación británica de países pobres, principalmente de países musulmanes. Los dos tienen el mismo interés en oponerse a la salvaje globalización capitalista que está decidida a homogenizar al mundo entero, convirtiéndonos básicamente en pollos de fábrica a los que se puede obligar a tragar la dieta americana que va desde la comida a la Coca-Cola, pasando por las películas y la cultura de la televisión, y cuyo único rol en la vida es consumir las cosas producidas eternamente por empresas multinacionales”.
 
También hay una tradición más antigua sobre la cual construir esta base. En los años 70, la Facción del Ejército Rojo - los terroristas marxistas de la República Federal Alemana, también conocidos como la banda Baader-Meinhof - se fueron a Jordania a entrenar con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Y en 1979, el éxito de la revolución islamista en Irán dependió en gran medida del apoyo que la izquierda iraní prodigó al ayatola Jomeini. Una vez firmemente afianzado en el poder, el régimen clerical compensó a sus posibilitadores izquierdistas con ejecuciones, asesinatos y penas de prisión. Evidentemente, no han aprendido la lección.
 
Glazov concluye que “el romance de la izquierda con el islamismo es solamente la continuación lógica de la longeva tradición izquierdista de adorar a los enemigos de Estados Unidos... La izquierda continúa inspirándose en su imperecedera convicción marxista de que el capitalismo es maléfico y que las fuerzas de la revolución se están levantando para derrocarlo, por tanto se debe apoyar sin fisuras”. Sobre esa base, el islamismo militante se considera como “una forma valerosa de ‘resistencia’ contra la opresión y el imperialismo americanos”.
 
Si los valores como la igualdad, la tolerancia y los derechos humanos son aplastados en el proceso, ése es un precio que muchos en la izquierda están dispuestos a pagar. Aquellos en la izquierda que discrepan de esa idea quizás deberían manifestarse más claramente y más a menudo.

 

Clifford D. May, antiguo corresponsal extranjero del New York Times, es el presidente de la Fundación por la Defensa de las Democracias. También preside el Subcomité del Committee on the Present Danger.
 
 
 
 
©2009 Scripps Howard News Service
©2009 Traducido por Miryam Lindberg