La retórica pacifista del Partido Demócrata

por Victor Davis Hanson, 27 de febrero de 2007

(Publicado en Benador Associates, 23 de febrero de 2007)

¿Por qué la mayoría de los senadores Demócratas - Joe Biden, Hillary Clinton, Chris Dodd, John Edwards, Harry Reid, Jay Rockefeller o Chuck Schumer - votaron a favor de autorizar la guerra contra Irak el 11 de octubre del 2002? ¿Y por qué esta guerra ahora se supone que es obra de George Bush y no de ellos?
 
Por supuesto, el temor original a las armas iraquíes de destrucción masiva jugó un papel en su voto - pero solamente un papel. En los 23 textos que autorizaron el uso de la fuerza para derrocar a Sadam, los senadores también citaban en aquel momento el asilo y los subsidios de Irak a los terroristas. Después estaban las tentativas de Saddam de asesinar a un expresidente de los Estados Unidos; su represión,  el uso de armas de destrucción masiva contra, su propio pueblo, y las violaciones en serie tanto de acuerdos de Naciones Unidas como de la Guerra del Golfo. Si la paranoia por las armas de destrucción masiva demostró más tarde ser solamente eso, existen numerosos motivos más para derrocar a Sadam que siguen siendo insoslayables.
 
El Senador Reid, por Nevada, resumía mejor el sentir de los Demócratas de que existían montones de motivos para derrocar a Saddam Hussein en un clima post-11 de Septiembre. Recordó a sus colegas del Senado que el rechazo por parte de Saddam a cumplir acuerdos anteriores 'constituye una violación del armisticio que lo anula y justifican la reanudación del conflicto armado'.
 
Pero no fue simplemente el miedo a Sadam por sí solo lo que movió a los Demócratas a autorizar el uso de la fuerza para derrocarle. Existía la noción más general y progresista de utilizar armas americanas para detener a dictadores violentos. Mientras que el Partido Demócrata posee una fuerte ala pacifista, su principal corriente siempre ha defendido la promoción global de los valores liberales americanos -- en ocasiones a través del uso preventivo de la fuerza.
 
Muchos Demócratas en el Congreso, por ejemplo, habían autorizado anteriormente a George Bush padre a librar la primera Guerra del Golfo con el fin de detener la demente iniciativa de Saddam por absorber Kuwait. En 1999, los Demócratas de la Cámara intentaron aprobar, fracasando, una autorización del Congreso a los ataques aéreos en marcha del Presidente Clinton contra Slobodan Milosevic.
 
Los líderes Demócratas, desde Clinton a Barack Obama, han venido lamentando desde hace tiempo que Estados Unidos no interviniera en África para impedir el genocidio de Ruanda. En contraste, George Bush, no Al Gore, se presentaba a la presidencia en el 2000 prometiendo poner fin a las intervenciones humanitarias de Clinton, ya fueran en los Balcanes, Haití o Somalia. En palabras del entonces candidato Bush, 'No creo que nuestras tropas deban ser utilizadas para el denominado nation-building'.
 
A lo largo de toda la historia americana, es el Partido Demócrata el que demuestra ser más intervencionista. Los presidentes Demócratas - ya sea Woodrow Wilson en 1917, Franklin Delano Roosevelt en 1939-40, Harry Truman en 1950, John Kennedy en 1963 o Bill Clinton en 1999 - combatieron durante bastante tiempo a los aislacionistas Republicanos, que insistían en que librar largas guerras en el extranjero nunca revertiría en favor de América a menos que fuera atacada por una nación extranjera.
 
De nuevo, ¿por qué la mayoría de los Senadores Demócratas votaron a favor de la presente guerra en octubre del 2002?
 
Uno, coincidieron correctamente con la conversión del presidente post-11 de Septiembre a la idea de que derrocar un régimen asesino de masas en Oriente Medio y dejar en su lugar un gobierno de consenso sería un componente clave a la hora de ganar la guerra contra el terrorismo islámico. Y dos, su partido siempre había estado seguro de que Estados Unidos puede en ocasiones mejorar las cosas en el extranjero deteniendo a tiranos y dictadores.
 
Por el mismo motivo, ¿por qué muchos de estos partidarios a rajatabla de la guerra de Irak hace cuatro años ahora prometen retirar las tropas o suspender los fondos, y con tanta frecuencia lamentan o repudian su historial previo?
 
La ventaja partidista explica una gran parte del actual posicionamiento contra un presidente en oposición. Pero en su mayoría, el creciente furor Demócrata llega como el reflejo de la rabia del público por el precio de la guerra -- y la sensación de que no estamos ganando.
 
Al contrario que en la invasión de Panamá (1989), la Guerra del Golfo (1991), la guerra de los Balcanes (1999) o incluso el conflicto de Afganistán (2001-2007), Irak se ha cobrado más de 3000 vidas americanas. Si la reconstrucción de Irak hubiera ido tan relativamente bien como el derrocamiento de Saddam en tres semanas, la mayor parte de los candidatos Demócratas estarían ahora haciendo gala de su apoyo contundente en favor del cambio democrático en Irak.
 
De modo que en lugar de los ataques interesados contra la administración actual, los senadores y candidatos Demócratas deberían simplemente confesar que mientras que la mayor parte de los motivos previos para derrocar a Saddam siguen siendo válidos, el precio imprevisto en gran medida de estabilizar Irak ha demostrado ser en su opinión demasiado elevado, y ahora supera los peligros de abandonar.
 
Pero deberían recordar una consideración final. La próxima vez que una administración Demócrata defienda el uso de utilizar la aplastante fuerza militar de América para prevenir un Milosevic o un crimen de masas en Darfur - y la historia sugiere que alguna lo hará -- la propia retórica pacifista calculada de los Demócratas actualmente podría volverse en su contra, garantizando que tales llamamientos humanitarios futuros caerán en oídos tan sordos como partidistas son.


 

 
 
Victor Davis Hanson es historiador militar y ensayista político. Actualmente es miembro permanente de la Hoover Institution tras haber impartido clases en la California State University desde 1984 al frente de su propio programa de cultura clásica. Entre otros medios, sus artículos aparecen en The Washington Post, The Washington Times, Frontpage Magazine, National Review Online, Time o JWR.
 
 
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