La República Popular China ante la posible amenaza yihadista salafista a los Juegos Olímpicos

por Carlos Echeverría Jesús, 17 de junio de 2008

Con el telón de fondo de la pragmática integración en China de realidades complejas como Hong-Kong o Macao, de su impresionante crecimiento económico o de su avidez por los recursos energéticos para sostenerlo, el país oculta contradicciones internas importantes que el efecto combinado de los sangrientos disturbios iniciados en la región del Tíbet el 14 de marzo y de la creciente preocupación gubernamental ante la proximidad de los Juegos Olímpicos está dando a conocer al resto del mundo. El tratamiento por parte de Pekín a sus minorías - que fuera de los dominantes Han sólo representan el 9% de una población total que ronda los 1.400 millones de habitantes - y la escasa participación de estas en la pujante economía son dos cuestiones interrelacionadas.
 
De hecho, las autoridades comunistas están teniendo problemas, en particular, con la integración en el sistema de tres grupos minoritarios situados todos ellos en zonas limítrofes con el exterior: los uigures musulmanes de la región autónoma de Xinjiang, los coreanos del noreste y los tibetanos, siendo estos últimos con diferencia los más conocidos internacionalmente. Los tres han chocado y chocan aún hoy con los intentos de Pekín de asegurar la centralización del país y el predominio racial, y económico, de los Han, y los primeros son relacionados por las autoridades chinas, en parte intencionadamente, con el terrorismo yihadista que hoy preocupa en todo el mundo.
 
En lo que a la minoría coreana respecta, algunos recuerdan cómo el intento chino de etiquetar al Monte Paektu, sagrado para los coreanos, como parte de la herencia cultural de China, indignó a esta minoría que podría ver activarse sus anhelos reivindicativos en un escenario de reunificación de las dos Coreas y de despegue económico de la atribulada península. Pero en el Tíbet, con el envío de tropas a esta región montañosa en 1959 y la huída del Dalai Lama a la India se aplastaba un incipiente autogobierno que luego la guerra chino-india de 1962 y los enfrentamientos fronterizos entre China y la Unión Soviética de 1969 no harían sino alejar aún más como posible escenario. Junto a la presencia militar, Pekín ha enviado en estos casi cincuenta años de dominación firme a más de 7 millones de chinos de origen Han para cambiar la composición demográfica de la región. Así, si en 1951 no había Han en la provincia hoy son ya mayoría y a ellos se les ha añadido también Hui musulmanes para arrinconar aún más a los tibetanos. Además, la construcción de la línea férrea entre Pekín y Lhasa, el tren más alto del mundo inaugurado en 2006, no ha hecho sino agravar la situación permitiendo la llegada contínua de aún más inmigrantes. En 1987 se produjo otra revuelta parecida a la actual que fue aplastada por el entonces Secretario General del Partido Comunista en el Tíbet, Hu Jintao, quien hoy es el Presidente del país. Entonces como ahora la situación muestra tanto el bloqueo psicológico de las autoridades chinas para gestionar el conflicto - y ello tras haberse producido entre 2002 y 2007 contactos entre representantes de Pekín y del Dalai Lama que hicieron surgir algunas expectativas de arreglo - como el fracaso de la estrategia de este último consistente en combinar exilio y no violencia para intentar arrancar concesiones a Pekín. Tras más de 100 muertos en las calles de Lhasa el pasado mes de marzo y habiendo recibido la causa tibetana el tradicional apoyo moral de múltiples actores internacionales, el Gobierno chino aludía a la ingerencia exterior combinada con la manipulación del Dalai Lama y de su círculo para intentar dar carpetazo al problema. Su desconfianza ante este pueblo fronterizo, para el que su líder exiliado desde 1959 en Dharamsala (India) nunca ha pedido la independencia sino una mayor autonomía, ha impedido a la ‘nomenklatura’ comunista asignarle el estatuto de Región Administrativa Especial que sí disfrutan en cambio Hong-Kong o Macao pero finalmente ha debido moderar su respuesta si bien se mantiene firme en sus convicciones.
 
El activismo yihadista en el Turquestán Oriental
 
Xinjiang significa en chino mandarín “Nuevo territorio” y fue independiente como el Turkestán Oriental o el Uiguristán desde 1933 para pasar a estar tutelado por la Unión Soviética entre 1945 y 1949. A partir de este último año, en el que triunfaba la Revolución China liderada por Mao Zedong, Xinjiang pasaría a estar incorporado al territorio nacional de la República Popular y a sus directrices centralistas en lo político, en lo económico y en lo cultural quedando restringida la práctica del Islam. El conocimiento universal sobre la existencia de millones de chinos musulmanes - entre 12 y 15 de un total de aproximadamente 20 millones de habitantes en la región - vinculados étnica y religiosamente con pueblos centroasiáticos y caucásicos se produjo tras el 11-S y el conflicto en Afganistán, intentando las autoridades de Pekín reducirlo a un problema de islamismo radical tanto en términos de gestión interna como de explicación ante terceros. Ya a mediados de los años noventa situamos una intensificación del activismo terrorista por parte de uigures radicalizados que querían volver a los tiempos del Turkestán Oriental independiente y colocaron bombas en la región y en otras de China, incluyendo una que estalló en Pekín en 1997 provocando 2 muertos.
 
La región de Xinjiang es fronteriza con Afganistán, Pakistán y tres países centroasiáticos (Kazajstán, Kirguizistán y Tayikistán) y muy rica en gas y petróleo, y en ella se produjeron ya en enero de 2007 enfrentamientos entre fuerzas de seguridad y terroristas yihadistas iugures que provocaron la muerte de 18 de estos y de un policía. En esta región y en palabras del experto en China Xulio Ríos, Director del Observatorio de la Política China (Casa Asia-IGADI), la insatisfacción de la población uigur unida a otros factores se ha traducido en violencia organizada y abierta. Es significativo que los esfuerzos desplegados por el Gobierno chino para blindarse frente al exterior en el ámbito informativo - esfuerzos y mecanismos de filtrado que algunos analistas denominan “Gran Muralla Electrónica” -, que se hicieron visibles con la crisis en Tíbet, llevan años aplicándose en todo lo referente al activismo uigur. Frente a tales intentos de aislar a Xinjiang del mundo exterior actúan lobbies como la Asociación Americana Uigur, con sede en Washington DC situada muy próxima a la Casa Blanca,[1] el Centro de Información sobre el Turkestán Oriental, con sede en Ottawa (Canadá), y otros en otros países sobre todo occidentales que previsiblemente se harán más visibles conforme el inicio de los Juegos se acerque.
 
Wang Lequan, el máximo dirigente del Partido Comunista Chino en esta región autónoma, afirmaba gravemente el pasado 9 de marzo en el marco de la Asamblea Popular Nacional celebrada en Pekín, que dos supuestos terroristas que la policía mató y 15 que fueron detenidos el 27 de enero en Urumqi, capital de Xinjiang, planeaban una operación de sabotaje contra los Juegos. Según la misma fuente todos ellos habían recibido entrenamiento y estaban dirigidos por el Movimiento Islámico del Turquestán Oriental (ETIM, en sus siglas en inglés). Por otro lado, el mismo día 9 de marzo el Gobernador de Xinjiang, Nur Bekri, informaba de que dos días antes la tripulación de un vuelo procedente de Urumqi y con destino a Pekín pudo abortar un intento de estrellar el aparato aterrizando de emergencia el piloto en la ciudad de Lanzhou, capital de la región vecina de Gansu. Según la agencia china de noticias Xinhua se trató de un intento de ataque terrorista habiéndose encontrado líquido inflamable en los servicios del avión y siendo detenidas dos personas.
 
Xinjiang es una región rica en hidrocarburos en la que tanto la cuenca del río Tarim como el desierto de Taklamakan son áreas que atraen el interés de geólogos y de compañías de prospección y de explotación de petróleo y gas. China lleva años construyendo un tendido de más de 3.000 kilómetros de tuberías en dirección a Shanghai y probablemente también a Pekín y ello incrementa el sentimiento de frustración de la población iugur que ve cómo sus recursos de petróleo y gas servirán para permitir al pujante este de China seguir creciendo y desarrollándose mientras Xinjiang sigue aislada y subdesarrollada. De hecho, el nivel de renta de un habitante de Xinjiang es diez veces inferior al de uno de Pekín y esto ocurre en una de las regiones en tiempos más pujantes de la Ruta de la Seda y en la que a la población autóctona uigur ni siquiera se le permite trabajar en el sector estratégico de la extracción y el transporte de energía. La compañía pública PetroChina Tarim Oilfield Corporation espera producir en 2010 hasta 100 millones de toneladas de crudo al año aunque el ritmo de producción es lento dadas las importantes dificultades para extraerlo en una región aislada, montañosa y desértica como es esta.[2]
 
La coordinación regional contra el terrorismo
 
La Organización de Cooperación de Shanghai (SCO, en sus siglas en inglés) constituye el instrumento regional centrado en la coordinación contra el terrorismo, aparte de ser también un útil instrumento que permite a sus Estados miembros concertarse en otras cuestiones de interés como son la energía o el medio ambiente. En su última cumbre anual, celebrada en Bishkek (Kirguizistán) el 16 de agosto de 2007, los seis Jefes de Estado acudieron así como los observadores, incluidos los Jefes de Estado de Mongolia e Irán. Pakistán estuvo representado por su Ministro de Asuntos Exteriores e India por su Ministro de Petróleo y Gas. Incluso asistieron los Presidentes de Afganistán, Hamid Karzai, y de Turkmenistán, Gurbanguly Berdimukhamedov, este último el único Estado centroasiático que no es miembro pleno de la SCO. Aunque esta Cumbre de Bishkek fue la primera en la que entró de lleno en la agenda la seguridad energética, la lucha contra “el terrorismo, el extremismo y el separatismo” era y es el tema central en la misma. Además en Bishkek se habló incluso de la necesidad de crear entre todos “una zona libre de drogas” en apoyo a Afganistán aunque sin especificar cómo se pretende lograr tal objetivo.[3]
 
Al día siguiente de la Cumbre los Jefes de Estado de Rusia, Vladimir Putin, y de China, Hu Jintao, acompañados de sus homólogos de Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán, asistieron a las maniobras “Misión de Paz 2007” celebradas en la región rusa de Chelyabinsk. Con la participación de 4.000 efectivos pertenecientes a los seis Estados, además de 80 aviones de combate y 500 vehículos de diverso tipo - todos ellos pertenecientes a Rusia y a China, que en términos de efectivos aportaron 2.000 y 1.600, respectivamente - estos ejercicios demostraron la creciente visibilidad de la SCO. En términos de coordinación antiterrorista la policía armada china (PAP) y las fuerzas del Ministerio del Interior ruso celebraron un ejercicio antiterrorista, el “Cooperación 2007”, el pasado mes de septiembre.
 
Ahora, ante los disturbios en Lasha las autoridades chinas no han intentado activar al máximo nivel a la SCO como instrumento de coordinación en la lucha contra el separatismo pero sí han obtenido destacados apoyos de algunos de los Estados miembros y han seguido utilizándola como herramienta para neutralizar posibles solidaridades de los Estados musulmanes que la conforman con la población uigur. Así, el Ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, afirmaba en un artículo publicado en la Rossiiskaya Gazeta el 18 de marzo que los sucesos del Tíbet estaban conectados con la declaración unilateral de independencia de Kosovo y que situaciones similares podrían darse en otros escenarios. En esos días más que nunca Rusia y China hacían esfuerzos por aparecer como los verdaderos instrumentos de control en toda Asia Central y han venido apoyando medidas tomadas individualmente por algunos de sus socios dentro de la SCO. Tal es el caso de Kirguizistán en lo referente a la ilegalización del partido/movimiento islamista Hizb-ut-Tahrir, al que otros socios como Tayikistán o Uzbekistán llevan también años persiguiendo. Según informaba la agencia de noticias rusa ITAR-TASS el pasado 28 de enero el Hizb-ut-Tahrir está expandiéndose peligrosamente por el territorio de Kirguizistán y fuera de sus fronteras, recordando no sólo que es legal en el Reino Unido y que aprovecha tal plataforma sino también que algunos de sus miembros han sido detenidos en el norte de Kazajstán e incluso en la Siberia rusa.[4] Aunque el grupo rechaza formalmente la violencia y no se han encontrado pruebas concluyentes contra él, las autoridades de los Estados de la región controlan todo lo que pueden a sus seguidores y miembros y suelen realizar múltiples detenciones preventivas. También las autoridades afganas siguen de cerca las actividades de grupos islamistas en la región centroasiática, controlando especialmente a los activistas del Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU) y deteniendo a varios de sus miembros en julio de 2007.
Este, creado en la década de los noventa para derrocar al Presidente uzbeko, Islam Karimov, está incluido en las principales listas de grupos terroristas y su zona de asentamiento más importante se localiza en el Valle de Fergana - el área más poblado en toda Asia Central, compartido por Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán - y aunque según algunos analistas, como los del International Crisis Group, la cuestión de la amenaza yihadista en la región está algo inflada por los gobernantes, sí es cierto que se constata una radicalización de algunos sectores que preocupa mucho hoy a los diversos gobiernos, y en particular al Gobierno chino. Cabe recordar que en Tayikistán diversas bombas han estallado desde 2005 siendo la más importante la que el 14 de noviembre de 2007 mataba a una persona en la capital, Dushanbe. Precisamente China está invirtiendo mucho en Tayikistán, donde construye una carretera que conectará Dushanbe con la ciudad noroccidental de Khojand y que atravesará el Valle de Fergana. Esta es una de las mayores obras de infraestructura en marcha en el país centroasiático y constituye tan sólo una parte de las importantes inversiones que China hace en él. Según la agencia Xinhua, Pekín ha prestado al Gobierno tayiko un montante de 720 millones de dólares a largo plazo y a bajo interés para realizar obras como esta y para asegurarse una presencia sólida en el país. Esta aproximación bilateral se inició en 2004 y gracias a ella Tayikistán está creciendo a un 8% anual. Por otro lado, más de 30.000 chinos trabajan en diversas obras de infraestructura en la frontera tayika con Uzbekistán y Kirguizistán.
 
En lo que a Kirguizistán respecta cabe destacarse que este país suprimió hace algunos años todo activismo uigur para lograr con ello concesiones económicas del Gobierno chino. Este caso es importante dado que buena parte de la diáspora uigur que en los años cuarenta del siglo XX huía del empuje chino se había refugiado en la entonces Unión Soviética y, dentro de ella, había priorizado como destino a regiones de población musulmana como Kirguizistán y Kazajstán. Cuando tras el despertar del activismo uigur en los noventa y el casi paralelo despertar del interés de los Estados centroasiáticos por una China en imparable crecimiento llegaron el 11-S y la campaña internacional en Afganistán los regímenes de Asia Central comenzaron a adoptar medidas restrictivas contra los musulmanes chinos que en Kirguizistán estaban coordinados en tres organizaciones distintas: la Asociación Uigur de Kirguizistán, la Organización de Derechos Humanos “Democracia” de Bishkek y el Centro de Información Uigur “Erpan”. Desde acusaciones de vínculos entre los activistas uigures y el Hizb-ut-Tahrir hasta incluso procesos judiciales como el culminado el 12 de marzo de 2001 con dos sentencias de muerte por actividades terroristas cometidas en la región kirguiz de Osh por elementos también uigures, es de destacar que las autoridades de Bishkek no han dado tregua a los islamistas chinos. Por otro lado, y como causas del pragmatismo de estos gobiernos centroasiáticos, junto a los intereses comerciales de países como Kirguizistán y Kazajstán están también los deseos de evitar reclamaciones territoriales por parte de Pekín y que constituyen la herencia de viejos litigios entre China y la Unión Soviética. Para el caso kirguiz el Gobierno desea que, con su colaboración con China, esta potencia no haga valer sus reclamaciones territoriales a lo largo del río Chon-Uzengukuush o en los asentamientos de Erkeshtam y de Nuru en la frontera entre ambos países.
 
Tras este creciente interés chino en la región vecina de Asia Central hallamos pues no sólo intereses económicos y energéticos sino también aspiraciones de seguridad en términos clásicos. La lucha contra la expansión de la ideología yihadista salafista es prioritaria para Pekín, que percibe cómo millones de musulmanes propios pueden caer en las redes de dicha radicalización y ello en momentos en los que, ante la inauguración ya cercana de los Juegos Olímpicos, el gran gigante asiático se convertirá en el mayor punto de atención internacional. Por de pronto, China ha logrado en los últimos años que oficinas de activistas uigures abiertas en localidades de Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán desde los años noventa se hayan cerrado y que los gobiernos musulmanes de estos Estados, miembros todos ellos de la Organización para la Conferencia Islámica (OCI), sacrifiquen esta causa musulmana en aras a obtener jugosos beneficios de una China que según el Banco Mundial llegará a erigirse en la primera potencia económica mundial hacia el año 2040.[5]

 
 
Carlos Echeverría Jesús (Madrid, 26 de marzo de 1963) es Profesor de Relaciones Internacionales de la UNED y responsable de la Sección Observatorio del Islam de la revista mensual War Heat Internacional. Ha trabajado en diversas organizaciones internacionales (UEO, UE y OTAN) y entre 2003 y 2004 fue Coordinador en España del Proyecto 'Undestanding Terrorism' financiado por el Departamento de Defensa de los EEUU a través del Institute for Defense Analysis (IDA). Como Analista del Grupo asume la dirección del área de Terrorismo Yihadista Salafista.
 
 
Notas


[1]POCHA, Jehangir S.: “Oil, gas boom curbs Uighurs’ autonomy bid”, 5 de noviembre de 2006, en <www.boston.com/news/world/asi...ethnic_strife>.
[2]A pesar de dichas dificultades el empeño chino sigue dando frutos en términos de hallazgos recientes en la región. Véase “Nuevo yacimiento de gas natural de Petrochina” El País 12 octubre 2007, p. 76.
[3]Sobre la solidaridad, antigua y en cierta medida interesada, de países como Kazajstán o Kirguizistán con China en lo que al freno del activismo uigur respecta véase “GREBENSHCHIKOV, Igor: “Kyrguizistan Exploits Uighur Minority” SPARK (Uighur Press on Eastern Turkestan). The World Uighur Network News 2002, 24 de mayo de 2002, en <www.iughur.org/wunn02/2002_05_23b.htm>.
[4]PANNIER, Bruce: “Kyrgyzstan: new effort aggressively counters Hizb ut-Tahrir, religious extremism” EurasiaNet Partner Post 15 de febrero de 2008, en <www.eurasianet.org/departments/insight/articles/pp021508_pr.shtml>.
[5]Una visión reciente del nacionalismo uigur es la de la activista Rebiya Kadeer, nominada para el Premio Nobel de la Paz en 2006 y vinculada a la Asociación Americana Uigur. Véase la entrevista “Iughur activist: China is making ‘a frontal attack on our ethnic identity’ ” EurasiaNet Interview 7 de marzo de 2008, en <www.eurasianet.org/departments/insight/articles/eav030708_pr.shtml>.