La política de defensa de Donald Trump

por Rafael L. Bardají, 29 de noviembre de 2016

(Publicado en Expansión, 28 de noviembre de 2016)

 

Vaya por delante que sin conocer aún quién será el secretario de defensa del Presidente Trump, todo cuanto se diga sobre los aspectos concretos de la política de defensa de la nueva administración americana, tiene mucho de especulación. Es más, lo que el candidato Trump ha dicho en campaña en este terreno da pocas claves para poder avanzar en cuestiones concretas. Sabemos que quiere dar mayor atención a los veteranos y que de haber sido presidente hace dos años, hubiera barrido de la faz de Irak y Siria al Estado Islámico con una campaña de bombardeos inmisericordes, al estilo de Putin en Aleppo.

 

Pero una cosa sí conocemos: al saberse los resultados electorales, mientras que la mayoría de las bolsas caían bajo el efecto del shock, los valores de las empresas más importantes de defensa, subían hasta niveles no conocidos desde el final de la Guerra Fría. Y es que la idea de "hacer América grande otra vez" conlleva mejorar las capacidades bélicas de Estados Unidos y, por tanto, un incremento del gasto militar. Algo de lo que Donald Trump es claramente partidario.

 

Conviene recordar, para poder entender este "build up", tal como lo llaman los americanos, que las fuerzas armadas estadounidenses han sufrido importantes recortes, tanto presupuestarios como en sus niveles de fuerza, bajo el Presidente Obama, algo que ha sido ampliamente denunciado por los republicanos en el Congreso. Por tanto, cabe esperar que cualquier propuesta de Trump que suponga reforzar las capacidades militares, será acogida de buen grado en una cámaras dominadas por su partido. Con un sólo límite, que no grave en exceso el déficit público.

 

Vayamos por partes. El Ejército de Tierra ha experimentado una contracción de personal y sus efectivos se sitúan ahora en 450 mil. Trump apuesta por recuperar la cifra de 540 mil. Esto es, podría intentar incrementar en unos 20 mil efectivos al año durante los 4 años de su primer mandato o en algo menos si queda comprometido el quinto año. Niveles de incorporación de 15 mil nuevos soldados no son desconocidos en el Ejército, por lo que pare de viable.  Este crecimiento supondría una factura de entre 40 y 50 mil millones de dólares a sumar al presupuesto actual.

 

Para la US Navy, la armada americana, Trump querría recuperar el objetivo de contar con una flota de 350 buques (muy alejada de la flota de 600 buques de Ronald Reagan, pero superior a la de apenas 300 a la que la ha reducido Obama). Expertos militares aseguran que este crecimiento es realista recuperando algunos de los programas cancelados, como el paquete de seis buques de Combate Litoral, encargar dos buques anfibios extras, así como contratar la construcción de un submarino de ataque extra. Esto sumaría unos 15 mil millones. Con todo, para llegar a los 350 buques, debería dejar encargada al final de su mandato una importante contratación por valor de otros 50 mil millones.

 

Los planes para la Fuerza Aérea, ahora por debajo de los 1.100 aparatos (que es el techo mínimo aprobado por el Congreso), son de un crecimiento hasta dotarla de 1.200 aparatos de combate. Bastaría con doblar la tasa de producción de los F 35, algo razonable desde el punto de vista industrial y de absorción por el propio ejército. Esto tendría un coste de unos 8.000 millones por años durante cuatro años.

 

Para la Infantería de Marina, los famosos Marines, el impacto es más relativo, puesto que el objetivo sería pasar de los actuales 182 mil efectivos a los 200 mil. Ojo, que cuando decimos relativo nos referimos al contexto americano, lógicamente. Porque el cuerpo de marines es casi como todos los ejércitos españoles juntos.

 

Si a todo esto sumamos la construcción de algún submarino nuclear, la factura de la que estamos hablando es de entre 250 y 300 mil millones de dólares. Este sería el aumento del presupuesto de defensa de la era Trump. Un aumento de entre 60 mil y 75 mil millones por año. Dicho de otra manera, la expansión militar que se puede producir casi con toda seguridad bajo Trump equivale a 6 o 7 veces el presupuesto anual que España paga por su defensa.

 

El problema del aumento del presupuesto militar americano hay que entenderlo en el contexto de la necesaria austeridad fiscal. Aunque haya un amplio consenso para repudiar los recortes en defensa forzados por la llamada "sequestration" o Budget Control Act, la expansión en planes de infraestructuras que ha anunciado Donald Trump sí puede obligar a que el crecimiento militar se lleve a cabo con mayor prudencia. Desde luego, si el Congreso, en manos de los republicanos, se doblega a los impulsos expansionistas de Trump, entonces no habría problema alguno. Sus planes para Defensa sólo añadirían unas décimas al gasto público.

 

Ahora bien, las adquisiciones y la modernización son una cosa. El otro elemento a tener en cuenta es para qué se quieren las fuerzas armadas aunque estemos todos de acuerdo con la máxima napoleónica de que "lo importante es ser fuerte". ¿Cuáles son los retos estratégicos y militares que se pueden plantear a las fuerzas armadas americanas bajo la presidencia de Trump?  Si hay una lección clara para cualquier presidente, es que una cosa son sus planes y otra muy distinta la realidad. Bush junior llegó a la casa Blanca con una plataforma de retraimiento y tras el 11S se vio forzado a pasar a una ofensiva global.

 

Con esa salvaguarda de que las sorpresas son, precisamente eso, acontecimientos inesperados, algunas cosas están relativamente claras. Por ejemplo, Donald Trump ha denunciado sistemáticamente la manipulación financiera por parte de China y amenaza con imponer fuertes aranceles a los productos de ese país. Un clima de tensión entre Beijing y Washington puede muy bien traducirse en una fricción militar en el mar del Sur de la China, por citar un ejemplo. O sea, que la US Navy no puede dejar de plantearse un posible escenario de confrontación militar en esa zona.

 

Por contra, no parece probable que Trump vaya a revivir la histórica Sexta Flota que patrullaba el Mediterráneo de manera permanente durante la Guerra Fría. La creciente presencia rusa en Siria no parece molestarle habida cuenta de que su mayor preocupación en la zona, hasta ahora, era acabar con el Estados Islámico. Y según él, Rusia está contribuyendo decisivamente a ello. Más que Obama. Ni parece probable que, mientras siga creyendo que puede entenderse con Putin, vaya a realizar un despliegue disuasorio en el norte de Europa o alrededor de Ucrania.

 

Dicho lo cual, también aquí hay que ser prudentes. George W. Bush dijo de Putin que le había mirado a los ojos y habría encontrado el alma de una buena persona. Para tener que escribir en sus memorias, años más tarde y tras descubrir el taimado carácter del líder ruso, que no le había mirado lo suficiente. Obama inició su presidencia ofreciendo un "reset" a Putin y ocho años más tarde ha acabado frustrado, decepcionado e imponiendo sanciones contra Moscú. Y es que Putin es mucho Putin y su plan estratégico no puede sino acabar chocando con los intereses americanos. Trump lo tendrá que descubrir por sí mismo al igual que sus antecesores.

 

Un escenario que se puede complicar enormemente, no obstante, es el Oriente Medio. Trump ha criticado con vigor el acuerdo nuclear que Obama y los aliados firmaron con Irán. Ahora mismo hay una discusión abierta sobre si intentar corregir lo muchos fallos del acuerdo o si, por el contrario, simplemente denunciarlo y romper con él. Sea como sea, los iraníes pueden decidir acelerar su programa nuclear lo que obligaría al presidente americano a volver a poner la opción militar, un ataque contra Teherán, sobre la mesa. Si esto sucediese en el plano diplomático, el Pentágono no puede sino planear y desplegar sus instrumentos para cubrir esta contingencia.

 

Una última implicación del aumento militar bajo Trump. El Presidente electo siempre ha dicho que Estados Unidos no tiene por qué pagar todas las facturas de la seguridad de sus aliados. Angela Merkel, en su última reunión con Obama de esta misma semana, ya le ha lanzado un claro mensaje: "Alemania ha escuchado y va a aumentar su gasto en defensa". Esto es, que del 1,3% del PIB que su país dedica a la defensa pasará a cumplir con el objetivo OTAN del 2%. Eso sí, no ha dicho en qué horizonte temporal. Tampoco si Alemania respetará  su promesa si no gana de nuevo las elecciones. En fin, los europeos deben replantearse cómo se van a relacionar militarmente con la América de Donald Trump. Una América que quiere recuperar su número uno en el mundo pero que, de momento, no parece dispuesta a seguir liderando o a pagar por ese liderazgo.