La NMD y España

por GEES, 27 de abril de 2001

Sumario ejecutivo

Frente a la tibieza de Clinton, la nueva administración norteamericana se ha mostrado decididamente partidaria del despliegue de un sistema de defensas antimisiles y así lo ha hecho saber reiteradamente a sus aliados, quienes ya aceptan la inevitabilidad del desarrollo del programa  y sólo cuestionan el cómo y cuándo del mismo y no, como habían venido haciendo hasta ahora, la idoneidad de proceder con dicho sistema. El Gobierno español aún no ha hecho pública su posición oficial respecto al programa americano, pero tanto el Ministro de Asuntos Exteriores como el de Defensa, ha declarado repetidas veces ante la prensa su escepticismo y su preocupación frente a un sistema en el que encuentran grandes inconvenientes y riesgos para la estabilidad, el control de armas y las relaciones con Rusia. Este apunte argumenta a favor de un giro en la reticente actitud española que, como se defiende, debe mostrarse más receptiva y positiva a la opción americana.

1.- Las defensas antimisiles son inevitables
 
Las defensas antimisiles serán una realidad, aunque aún no se sepa exactamente qué forma o arquitectura tendrán, les guste o no a los aliados. El compromiso político del Presidente Bush y de su equipo, adquirido durante la campaña electoral pero madurado durante años por el Partido Republicano, vuelve el programa inevitable en términos políticos. Tras años de argumentar que el pueblo americano se encontraba bajo una creciente amenaza misilística, se considera una obligación moral conseguir un cierto grado de protección contra posibles ataques limitados con misiles de largo alcance.
 
Técnicamente, tanto la opción que estaba considerando la administración Clinton como la que está en estudio con la nueva administración de George W. Bush,  tiene poco que ver con el diseño de la SDI de Ronald Reagan, pues se basa en un número reducido de interceptadores, basados en tierra o a bordo de buques, destinados a hacer frente únicamente a unas pocas decenas de misiles. Aunque las tecnologías, particularmente los sistemas de mando y control, no están todavía maduros, no hay nada que impida avanzar en su puesta a punto en un plazo razonable de tiempo. Es más, las aspiraciones del actual equipo no presuponen un sistema infalible, como el propio Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, ha dicho, entre un pueblo totalmente indefenso y otro con defensas imperfectas, es preferible lo segundo. Un sistema técnicamente imperfecto, en cualquier caso, añadiría más incertidumbre a un potencial agresor y, por tanto, tendería a reforzar la disuasión.
 
Financieramente, por último, un sistema de defensas limitado es perfectamente asumible sin necesitar de aumentos importantes en el presupuesto de defensa. La opción contemplada hasta ahora (despliegue de un centenar de interceptadores en Alaska) fue valorada por el Pentágono en unos 50 mil millones de dólares a repartir en 10 años, lo que representa una fracción muy pequeña del presupuesto americano. Otra cosa sería, no obstante, una arquitectura que requiriese sistemas desplegados en el espacio, necesariamente más costosa, pero no parece ser este el caso.
 
2.- Los aliados europeos están modificando su actitud ante los Estados Unidos
 
Mientras la discusión en Norteamérica sobre la National Missile Defense  se movió dentro de los parámetros de la lucha entre una presidencia demócrata y un Congreso republicano, los europeos estuvieron absolutamente despreocupados del futuro del programa de las defensas antimisiles. Sólo a final de 1999 y a lo largo del 2000, cuando el Presidente Clinton se encontró forzado, muy a su pesar, a tomar alguna decisión sobre un posible despliegue de la NMD, así como a acelerar los ensayos y estudios sobre una posible arquitectura, los aliados europeos comenzaron a manifestar su creciente preocupación: en la NMD veían un proyecto tecnológicamente dudoso y estratégicamente desestabilizador, particularmente si no se lograba una actitud comprensiva de Moscú ante el mismo. En la medida en que los europeos sabían del escaso entusiasmo de Clinton por los sistemas de defensas antimisiles, creían que con su actitud reticente, crítica o negativa ayudarían al Presidente demócrata a vencer la presión republicana a favor de la NMD.
 
Toda vez que se despeja el cambio de líder en los Estados Unidos y que todas las señales que desde allí llegan subrayan la firme voluntad presidencial por llevar adelante el proyecto de la NMD, los aliados se convencerán de que ya no es posible discutir sobre su viabilidad sino que deben contentarse en convencer al nuevo presidente de que, al menos, el desarrollo futuro de los sistemas antimisiles se haga con transparencia y busque el debido entendimiento con Rusia, evitando, así, toda tentación unilateral. Ese fue el mensaje que se le transmitió a Donald Rumsfeld a comienzos de febrero, con motivo de su presencia en la Conferencia sobre Seguridad en Munich (la conocida Werkunde).
 
A finales de febrero, aprovechando su primera participación en una reunión del Consejo Atlántico como Secretario de Estado, Colin Powell, con la lección aprendida, subrayó el deseo norteamericano por proseguir con la NMD pero siempre con plena información a los aliados, aunque también dejó claro que Rusia no podría ser nunca un obstáculo a un proyecto con el que estaban plenamente comprometidos.
 
Desde ese momento, los aliados empiezan a modificar públicamente el tono de sus juicios sobre la NMD. Lord Robertson y Solana coincidirán en admitir que los Estados Unidos tienen todo el derecho de desplegar las defensas estratégicas y en que el Tratado ABM (un constreñimiento legal inequívoco) es un texto que refleja una situación del pasado claramente superada y que puede ser modificado o enmendado. Con posterioridad, tanto el Ministro de Defensa británico Hoon como el alemán Scharping también se han manifestado comprensivos sobre los deseos estadounidenses. Todo hace pensar que este cambio en el tono no hará sino incrementarse en las próximas semanas, sobre todo si se concreta la transformación de la NMD en MD, perdiendo así su carácter exclusivo americano.
 
3.- Las defensas antimisiles se extienden teóricamente a los aliados
 
En la medida que una de las críticas o temores de los europeos sobre la NMD era la posible desvinculación americana de Europa al crear dos zonas de desigual seguridad (una América protegida frente a un misil intercontinental y una Europa vulnerable), la nueva administración americana ha decidido borrar la frontera tradicional entre Nacional y de teatro que había venido caracterizando la investigación sobre los sistemas antimisiles. Nacional y de teatro varía dependiendo de dónde vive uno, como ha sintetizado Donald Rumsfeld.
 
En consecuencia, frente a una arquitectura basada en territorio americano y destinada a proteger a los Estados Unidos de un misil de largo alcance, el énfasis se pone ahora en aquellos sistemas orientados a ser desplegados en teatros de operaciones y diseñados para interceptar misiles de alcance medio o tácticos.
 
La SDI de Ronald Reagan se definió como un complejo sistema de defensas multicapa, desde las emplazadas en el espacio hasta las tácticas a bordo de buques. La NMD optaba por una única capa de defensas. Ahora se retoma de nuevo el carácter redundante y solapado de las defensas y se pone el acento y la urgencia en el desarrollo y despliegue de los sistemas de teatro. La Ballistic Missile Defense Organization (BMDO), organismo responsable de todos los programas de defensas antimisiles americanos, ha mantenida viva en estos años la investigación sobre diversos programas de defensas tácticas, tanto de interceptación exoatmosférica como de gran altitud, aunque dentro de la atmósfera, o terminales.
 
De acuerdo con los responsables americanos actuales, dos de los programas desarrollados por la US Navy son los que resultan más prometedores para los aliados en estos momentos. Uno es el de defensa de área Navy Area Theater Ballistic Missile Defense (NATBMD) y el otro, el de defensa de teatro amplio Navy Theater Wide(NTW). Ambos se basan en tecnologías ya existentes, aunque deben aún mejorarse, y se montan sobre cruceros y destructores de la clase Aegis. De hecho, es este sistema de defensas antiaéreas, con su sofisticado sistema de gestión y control de la batalla, el que sirve de base para los sistemas antimisiles, sólo que las defensas antimisiles balísticos requerirán una nueva generación de Misiles Standard y una mejora en el software de alerta y de control de tiro.
 
En cualquier caso, como las autoridades americanas hacen ver hoy, la posibilidad de desplazar estos buques rápidamente a zonas en crisis, les otorga una capacidad de hacer extensivas las defensas a cualquier parte del territorio aliado, desde Alemania a Japón. De hecho, los dos programas de la US Navy han estado pensados para contrarrestar primordialmente misiles balísticos de teatro (corto y medio alcance), con trayectorias deprimidas pero escasa velocidad, misiles que, hoy por hoy, pueden representar la amenaza esencial en este campo para los aliados europeos.
 
En toco caso lo relevante es el énfasis que se pone ahora desde Washington en hacer ver que los sistemas antimisiles no serán una cuestión exclusivamente para la protección de Norteamérica, sino que pueden, con relativa facilidad, hacerse extensibles a los aliados.
 
4.- El despliegue no será inmediato
 
En cualquier caso, la evolución de las tecnologías y el calendario de los ensayos necesarios antes de poder pasar a la fase de producción y entrada en servicio lleva a pensar en un calendario para el posible despliegue no anterior al 2004 y que puede muy bien dilatarse algunos años más. En ese sentido, la posibilidad de que la arquitectura final varíe sustancialmente de lo que hoy se piensa es altamente probable.
 
De todas formas, para hacer viable un futuro despliegue, la decisión de optar por un esquema determinado, así como para su financiación, sí debe adoptarse en un plazo relativamente breve. El gran escollo político que pueden encontrar los aliados europeos para la toma de la decisión positiva sobre el despliegue es la necesidad de enmendar o abrogar por completo el Tratado ABM, no tanto por un apego intrínseco al mismo, sino porque su abandono genere una reacción política adversa en Rusia.
 
Es verdad que Moscú se ha mostrado vociferante y amenazante ante los planes de la NMD, augurando una nueva etapa de carrera de armamentos, pero a pesar del actual clima de desencuentros verbales entre la Rusia de Putin y los Estados Unidos de George W. Bush,  en el último mes Moscú parece haber entrado en una fase distinta respecto a las defensas antimisiles. Por un lado se muestra más flexible para abordar una reforma del Tratado ABM, siempre que se haga de manera consensuada. Por otra parte, Moscú ha avanzado una propuesta que ya no niega los despliegues de defensas, sólo que ofrece una colaboración con los europeos para crear un sistema de teatro propio para Europa. En Washington entienden que este ofrecimiento tiene más visos de maniobra táctica, pero no tanto para dividir a europeos y americanos como para llegar a un compromiso de colaboración entre rusos y americanos. En cualquier caso, lo que sí parece es que la actual Rusia de Putin está abriéndose a otras consideraciones menos negativas frente a las defensas antimisiles.
 
5.- Implicaciones para España
 
España no se encuentra en estos momentos sometida al mismo nivel de riesgos que los Estados Unidos frente a un hipotético o potencial ataque con misiles balísticos, pero de continuarse con la proliferación de las armas de destrucción  masiva y sus vehículos portadores, puede muy bien que en unos pocos años, países como Irán cuenten con la capacidad de alcanzar desde su suelo con un misil cualquier zona del territorio europeo, incluida España. Así y todo, los representantes del Gobierno español y altos cargos de la Administración se han  venido manifestando públicamente contrarios al despliegue de las defensas antimisiles.
 
En todo caso, no es una cuestión de percepción de amenaza lo que obliga a una revisión de los postulados críticos esgrimidos por los ministros de Exteriores y de Defensa sobre el proyecto americano: si hay que modificar el tono es porque no hay ninguna razón para que España asuma la cruzada en contra de la NMD, particularmente cuando, como se ha visto, ni los aliados ni Rusia plantean ya esa batalla que consideran perdida.
 
Los norteamericanos necesitan diversas instalaciones de alerta temprana en Europa para poder hacer eficaces sus defensas nacionales. La NMD, en concreto, exigía la modernización de los radares de Thule y Fylingdales, situados en Groenlandia y Reino Unido respectivamente, porque su objetivo era cubrir anticipadamente el posible disparo de un misil desde Rusia. Si, además, las defensas intentan proteger el teatro europeo, no cabe duda de que el emplazamiento o la presencia (en el caso de buques Aegis) de sistemas de alerta temprana será necesaria en el Sur, para hacer frente a posibles agresiones desde el Golfo, Oriente Medio o Norte de África. Sería absurdo no sacar partido de la especial y relevante posición geoestratégica española a tal respecto. Es más, cabe recordar que España -y tras la venta de las Fragatas F-100- y también Noruega son los dos únicos aliados europeos que tendrán en su arsenal buques equipados con el sistema Aegis, aunque se trate de un Bloque de generación anterior y no sirva como defensas antimisiles. Pero cabría explorar la posibilidad de que pudiera ser modernizado. Ello no sólo tendría claras repercusiones industriales, sino que otorgaría una ventaja militar a nuestras fuerzas armadas sobre la de nuestros vecinos.
 
Por todo ello, es conveniente que la retórica del Gobierno español se modere respecto a las defensas antimisiles hasta que se haya producido de verdad una reflexión seria sobre las implicaciones a medio y largo plazo para la seguridad aliada, europea y española del despliegue de dichos sistemas.
 
Mientras tanto, hay que acercarse más a las manifestaciones de nuestros socios y aliados europeos, mostrándose comprensivos con los temores americanos y con su deseo de instalar defensas antimisiles, aunque exigiendo siempre transparencia y diálogo al respecto. El tema de las defensas antimisiles, tanto si llega a buen puerto como si no, no requiere en este momento, en el que España negocia una nueva relación con América, generar una tensión innecesaria con Washington. Debería, por el contrario, explorar vías para mejorar la vinculación.