La mejor contribución

por Rafael L. Bardají, 9 de diciembre de 2003

(Publicado en ABC, el 9 de diciembre de 2003)
 
Una de las principales tareas de las misiones de paz es la reconstrucción del aparato de poder y administrativo en el país al que se quiere ayudar. Sucedió en Bosnia, se hizo patente en Kosovo y urgente en Afganistán. Irak, con un aparato de estado prácticamente inservible para desempeñar sus labores en la situación actual, también ha exigido una atención especial a la reconstrucción de diversos servicios públicos. En esta tarea de state building más que de nation building, y a la luz de la precariedad de la seguridad individual y colectiva en buena parte de Irak, tres cosas resultan imprescindible hoy: la formación de un cuerpo de policía profesional, esto es preparado para hacer frente a la delincuencia común y libre de las prácticas de corrupción del régimen de Saddam; en segundo lugar, la creación de una guardia de fronteras, capaz por su formación y medios de impedir el flujo ilegal de entradas y salidas de mercancías y personas en suelo iraquí; y, por último, la transformación de las unidades militares en un ejército “desbaasificado”, profesional y fiel al nuevo gobierno.
 
Las tropas de la coalición, entre muchas otras misiones, han venido dedicando un intenso esfuerzo de formación de los cuadros policiales y militares del nuevo Irak, incluyendo el contingente español. Era y sigue siendo necesario. Cierto, el establecimiento de un gobierno de los propios iraquíes es y debe ser una prioridad, pero si en realidad se busca que ese gobierno cuente con los instrumentos imprescindibles para ejercer su autoridad hay que proseguir en paralelo la vías de la alta política -léase una nueva constitución y marco legal- y el tal vez menos vistoso de la preparación de su aparato administrativo. Formando y capacitando a sus policías se están avanzado hacia el autogobierno iraquí sin lugar a dudas.