La izquierda pierde incluso Suecia

por Pedro Fernández Barbadillo, 22 de septiembre de 2010

 

Los partidos socialistas europeos van de batacazo en batacazo. Hace un año, en las elecciones parlamentarias alemanas, el SPD, un partido que ha financiado, entre otros, al PSOE, y ha sido guía ideológico, sufrió una debacle: perdió más de seis millones de votos y once puntos porcentuales respecto a los resultados de 2005, y quedó por debajo de los diez millones de votantes. Hace unos días, la izquierda civilizada perdió su última esperanza: Suecia.
 
El partido socialdemócrata ha gobernado el país durante 65 de los últimos 78 años y construyó un modelo, tanto de Estado de Bienestar como de moralidad, que subyugó incluso a derechistas y a cristianos. El domingo 19 los suecos dieron un segundo mandato consecutivo al bloque burgués, con un 49% de los votos frente a un 43% para el bloque de izquierdas. Los socialdemócratas cayeron a un 30,8%, su peor resultado desde 1920. No estamos, por tanto, ante un tropezón causado por un mal candidato o unas circunstancias adversas. Además, un partido opuesto a la inmigración, Demócratas Suecos, que ya tenía representación en la mitad de los ayuntamientos, ha entrado en el parlamento con más de un 5%.
 
Cuando estalló la crisis económica hace dos años, los políticos socialistas y socialdemócratas se frotaron las manos pensando que con los escombros del sistema capitalista construirían sus palacios, pero los cascotes les han golpeado más fuerte que a los demás. José Blanco declaró en septiembre de 2008: Igual que la caída del muro de Berlín supuso el fin del comunismo en 1989, la caída del sistema financiero en EEUU va a suponer la caída del neoconservadurismo en todo el mundo”. Así, se situaban en una tercera vía entre el comunismo, reconocido ya como malvado, y el capitalismo, el enemigo por fin desmoronado.
 
En junio de 2009 se celebraron las elecciones al Parlamento Europeo, donde los socialdemócratas daban por descontada su victoria por dos motivos: la banca de EEUU aparecía como causa de la crisis y la mayoría de los Gobiernos europeos eran de centro-derecha. En consecuencia, los ciudadanos europeos entregarían su confianza a políticos anticapitalistas y sin culpa en la crisis. Los resultados fueron exactamente los contrarios. En Francia, el partido socialista quedó a once puntos de distancia de la Unión por un Movimiento Popular y sólo unos 35.000 votos por encima de la lista de los Verdes. En Alemania, la democracia-cristiana sacó diez puntos al SPD. El mismo porcentaje de ventaja obtuvo en Italia, el partido de Berlusconi sobre el progresista. En Holanda, los laboristas perdieron casi la mitad de sus votos y les superó ampliamente el Partido de la Libertad de Geert Wilders. Y en España, el Partido Popular por fin ganó unas elecciones de ámbito nacional y sacó casi cuatro puntos al PSOE. Para la Internacional Socialista quedaron Grecia y Portugal.
 
Y en las elecciones posteriores, los partidos del socialismo democrático no han levantado cabeza. Por un lado, han padecido nuevas derrotas, como los laboristas, que después de gobernar durante 13 años seguidos sufrieron la mayor pérdida de escaños desde 1931; o por otro lado sus victorias han sido pírricas, como ocurrió en las elecciones regionales de marzo en Francia, donde los socialistas han derrotado al partido de Sarkozy gracias a que se han aliado con los Verdes, y en las elecciones parlamentarias holandeses de junio, donde los socialdemócrata quedaron a un solo escaño de distancia del vencedor, el partido antimusulmán de Wilders es tercero y todavía no hay nuevo Gobierno.
 
¿El fin de una ideología?
 
¿Qué le ocurre a la socialdemocracia?, ¿ha agotado su ciclo como les ocurrió a los partidos liberales y radicales hace un siglo? Desde luego, el Estado del Bienestar no funciona, el proletariado está desapareciendo de Europa, los sindicatos representan a funcionarios y las propuestas de izquierdas fracasan una tras otra. Para más inri, algunos gobernantes socialistas aplican medidas neoliberales. Parte de su electorado les abandona para marchar a partidos ecologistas o digitales nacidos de sus políticas o a partidos llamados identitarios.
 
¿Y cómo reacciona la socialdemocracia? Con la consigna del miedo: “¡Que viene la ultraderecha!”. Y ultras son el Tea Party, Mariano Rajoy y cualquier socialdemócrata que disienta del discurso oficial, como el alemán Thilo Sarrazin, que se ha atrevido a poner en duda uno de los tópicos imperantes: la aceptación del islam.
 
La decadencia de la socialdemocracia implica que los partidos de centro-derecha ganen el poder en muchos países, pero no porque atraigan a antiguos votantes de izquierdas, sino porque sus rivales se hunden. El signo de los tiempos es la irrupción de partidos que los medios de comunicación descalifican con epítetos como “racistas” y “neonazis”: en Francia, Gran Bretaña, Austria, Holanda, Dinamarca, Bélgica, Hungría, Italia y ahora Suecia. Desde los más viejos como el Frente Nacional de la familia Le Pen y la Liga Norte a los nuevos Demócratas Suecos y el Partido de la Libertad holandés, estos partidos tienen en común la atención a un electorado por lo general humilde, cuyos deseos, ideas y miedos (como el empobrecimiento, la religiosidad, la delincuencia y la inmigración) la izquierda desprecia. Y elección tras elección, no paran de subir.
 
Si los socialdemócratas no están dispuestos a proceder a un examen de conciencia y a rectificar, puede que cuando la crisis económica concluya, ellos hayan desaparecido o, al menos, caído a la posición de partidos residuales. ¿Que no puede ocurrir? El Partido Comunista francés, que era el mayor partido de izquierdas de Francia hasta mediados los años 70, no captó ni un 2% de los votos en las elecciones presidenciales de 2007. Si sobrevive es gracias a que los socialistas y los verdes le mantienen entubado… hasta que le apliquen la eutanasia para repartirse los restos de su herencia.