La Guerra de Obama. En Afganistán, el cambio que hace falta es una estrategia firme de contrainsurgencia

por Clifford D. May, 21 de noviembre de 2008

(Publicado en Fundación para la Defensa de las Democracias, 20 de noviembre de 2008)
 
Las tropas americanas en Afganistán están librando lo que pronto se convertirá en la guerra de Barack Obama - no solamente porque la heredará, sino porque él la ha reivindicado para sí. Éste es “el campo de batalla correcto” ha dicho Obama. “Hay que ganar la guerra en Afganistán” dijo.
 
¿Cómo puede cumplirse esa misión? Largas entrevistas con comandantes militares americanos, diplomáticos europeos y funcionarios afganos llevan a la siguiente conclusión: aunque en este momento no estemos derrotando a los talibanes y a otros grupos beligerantes en Afganistán, podemos ganar - si la administración entrante está completamente preparada para financiar una estrategia sofisticada de contrainsurgencia similar a la que ejecutó el general David Petraeus en Irak.
 
Un punto sutil y a menudo malentendido: lo que le dio la vuelta a la guerra en Irak no fue el “aumento” de tropas en el país. Más bien, la clave está en una transición a la contrainsurgencia - una forma de librar guerras que requiere muchas botas en el terreno.
 
Antes de que Petraeus tomara el mando en Irak a principios de 2007, la mayoría de tropas americanas estaban acuarteladas en grandes bases operativas de avanzada (FOBs) que tenían que recibir suministros, necesitaban mantenimiento y, lógicamente, protección. Mientras tanto, fuera de allí, los terroristas asumían el control de barrios y ciudades - matando, explotando, coaccionado e intimidando a la gente local.
 
Una pequeña cantidad de tropas de élite iba a la faena de la guerra - saliendo de las bases, a menudo de noche, para buscar a líderes terroristas, rompiendo puertas a patadas, arrestando a sospechosos, matando a los que se resistían y a veces saltando por los aires con las bombas plantadas a lo largo de caminos por los que los insurgentes sabían que los americanos tendrían que pasar. Había escasa inteligencia aplicable que fuera de fiar, por tanto las tropas tiraban abajo las puertas a patadas dando con la gente equivocada y matando a la gente equivocada, alimentando el resentimiento iraquí contra los “invasores” americanos. En resumen, era una estrategia defectuosa y fracasada.
 
Petraeus llegó y abrió el camino a cambios espectaculares. Sacó a las tropas de las bases y las puso en las peligrosas calles de Irak. También trajo refuerzos y los colocó en comunidades iraquíes. Es cierto que eso dio a terroristas más blancos en posiciones más vulnerables. Pero una vez que los iraquíes comprendieron que estos soldados estaban allí para dotar de seguridad a sus comunidades, sus actitudes experimentaron una gran transformación.
 
Comenzaron a trabajar con los americanos, suministrándoles el tipo de inteligencia que ningún satélite o avión espía puede conseguir: identificar a los chicos malos y señalar sus casas, escuelas y mezquitas donde ocultaban y almacenaban armas y mantenían a los presos. Al poco tiempo, los terroristas de al-Qaeda y las milicias patrocinadas por Irán salían huyendo despavoridos. 
 
Como los expertos de contrainsurgencia en Afganistán explican, para que la contrainsurgencia tenga éxito se requiere seguir cuatro discretos pasos: dar forma, despejar, mantener y cimentar.
 
El dar forma supone tareas como sentarse con los líderes locales para pedir su consentimiento antes de traer tropas. Despejar es la parte “cinética”: eliminar al enemigo usando fuerza letal. Las áreas despejadas deben mantenerse así con fuerzas de seguridad que deben quedarse para evitar que los chicos malos vuelvan. A corto plazo, estas fuerzas pueden ser extranjeras, pero la responsabilidad se debe transferir cuanto antes a las autoridades locales a las que nuestras tropas hayan entrenado para la tarea y a las que aconsejaremos todo el tiempo que sea necesario. Finalmente, hay un componente de desarrollo: cimentar la economía local y ayudar en el establecimiento de la buena gobernanza para que esas comunidades liberadas de terroristas puedan mantenerse firmes sobre sus propios pies.
 
Hablamos de un proceso largo y arduo. Pero ha funcionado contra insurgencias difíciles - mientras que otras políticas no lo han conseguido. Por esa razón, los oficiales americanos y sus tropas están trabajando duro para dominar la gama de técnicas necesarias y adaptar lo que se ha aprendido en Irak a las distintas - y en muchos respectos más difíciles - condiciones en Afganistán.
 
Sin embargo, para tener éxito necesitaremos más personal y equipos: Todo, desde helicópteros a protección blindada. Durante la campaña, Obama prometió proporcionar esos recursos. El general Petraeus y los comandantes en el terreno en Afganistán deberían decirle al presidente electo exactamente lo que necesitan. Obama debería escuchar. Si lo hace, republicanos al igual que demócratas deberían apoyarlo en esto.
 
Afganistán será la guerra de Obama pero también será la guerra de Estados Unidos - al igual que Irak fue la guerra de Bush y la guerra de Estados Unidos (aunque mucha gente se resistiera a reconocer esto último). El cambio que hace falta es una estrategia firme de contrainsurgencia.

 
 
Clifford D. May, antiguo corresponsal extranjero del New York Times, es el presidente de la Fundación por la Defensa de las Democracias. También preside el Subcomité del Committee on the Present Danger.
 
 
 
 
©2008 Scripps Howard News Service
©2008 Traducido por Miryam Lindberg