La encrucijada del gas

por GEES, 2 de diciembre de 2011

El sector energético es, sin duda, uno de los más estratégicos para cualquier nación. No solo desde el punto de vista del abastecimiento energético destinado al bienestar social y la creación de riqueza, sino también (si las condiciones geográficas lo permiten) de cara a jugar un papel determinante en el abastecimiento de terceros países. Nosotros creemos que en España se dan las condiciones necesarias para convertirnos en una de las puertas de entrada al gas en la Unión Europea pero, desafortunadamente, llevamos demasiados años con una política energética errante y dispersa que está ocasionando la pérdida de grandes oportunidades.
 
La capacidad de nuestra conexión con Argelia mediante el gasoducto del Magreb (que atraviesa Marruecos) se ha visto enormemente incrementada en los últimos meses con la entrada en funcionamiento del gasoducto Medgaz. Este último permite el transporte de gas argelino directamente a España sin atravesar el territorio de Mohamed VI, otorgando más libertad a nuestra política exterior. España posee, además, una de las redes de instalaciones gasistas más importantes y avanzadas del mundo. Tenemos seis plantas de regasificación distribuidas por toda la geografía peninsular y tres más en construcción (entre ellas, dos en Canarias) con una capacidad total superior a 4 millones de metros cúbicos, aproximadamente el 10% del gas que consumimos.
 
Esta capacidad tecnológica de regasificación nos permite, además, una gran diversificación en la procedencia del gas natural: podemos comprarlo en forma de gas licuado en cualquier país y transportarlo por barco, sin restringirnos únicamente a las conexiones físicas por gasoducto.
Sin embargo, las pobres conexiones gasistas entre España y Francia hacen que los aprovisionamientos de gas español no puedan fluir hacia los mercados europeos, con el consiguiente hándicap estratégico. Somos como una isla energética y estamos perdiendo la oportunidad de convertirnos en una de las puertas del gas a Europa. Desgraciadamente, la oportunidad será aprovechada por otros. Italia se sitúa también en un enclave estratégico fundamental gracias a los gasoductos Transmed y Greenstream. El primero conecta Argelia con Sicilia (a través de Túnez) mientras el segundo conecta la isla italiana con Libia y fue inaugurado por Berlusconi y Gadafi en 2004. Sin embargo, Italia nos ha tomado la delantera en el campo y un nuevo proyecto verá la luz en unos pocos años. Se trata del gasoducto GALSI, que conectará Argelia con el norte de Italia a través de Cerdeña. En 2014 Italia tendrá unas capacidades de transporte de gas de 50 millones de metros cúbicos anuales, mientras nosotros no llegaremos ni a 20 millones.
 
Pero la guerra del gas se libra también en el Norte y el Este. Se acaba de inaugurar el gasoducto Nord Stream que conecta directamente los campos de gas rusos con Alemania sin atravesar ningún otro país, especialmente ninguna exrepública soviética, tan propensas a generar problemas al resto de Europa cuando negocian con Rusia. Este proyecto nació envuelto en una enorme polémica puesto que fue especialmente impulsado por el antiguo canciller Schroeder cuando aún era jefe del ejecutivo alemán: meses después de abandonar la cancillería se convirtió en directivo de la empresa Gazprom, dueña mayoritaria del proyecto... Sin embargo, a pesar del gran avance de una conexión directa, este gasoducto no resuelve uno de los principales problemas de la Unión Europea, sino que lo agrava: la enorme dependencia energética de Rusia. Más gasoductos que vienen del mismo sitio no resuelven el problema original.
 
Turquía, por otra parte, pretende jugar también un papel fundamental en el aprovisionamiento de gas al conjunto europeo. Son notorios sus esfuerzos por convertirse en uno de los proveedores de gas a Europa a través de la construcción del gasoducto Nabucco, que transportará gas de los campos del Mar Caspio, pudiendo incluso enlazar con gasoductos de Oriente Medio y Egipto. Con el propósito de transportar las reservas de Turkmenistán, el gobierno turco acercó posiciones hacia Irán, cerrando filas con su programa nuclear y mostrándose contrario a las sanciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Sin embargo, las relaciones entre el ejecutivo turco y el régimen de Ahmadineyad han sufrido un punto de inflexión debido al escudo antimisiles de la OTAN y las acusaciones persas hacia Erdogan de plegarse a los deseos de Washington.
 
Estamos en un momento crucial en el que hay que aprovechar las oportunidades. Uno de los principales esfuerzos en las relaciones con Francia debe enfocarse hacia la construcción de nuevas conexiones que permitan aumentar los volúmenes de gas transportables. En pocos años, el gasoducto Transahariano será una realidad y enviará el gas de Nigeria hasta Argelia y, desde allí, a Europa. Esto supondría un paso adicional hacia la diversificación de fuentes, pero si nuestras conexiones con Francia no están lo suficientemente desarrolladas, Italia nos ganará la partida.