La crisis turca
por Stephen Schwartz, 16 de mayo de 2007
(Publicado en The Weekly Standard, 1 de mayo de 2007)
Entre en el secularismo militarista y el Islam radical, la mayor parte de los ciudadanos turcos probablemente continúen apostando por el ejército.
Setecientos mil ciudadanos de la República turca se manifestaban recientemente en Estambul. Hace dos semanas, 300.000 participaban en una manifestación similar. Los manifestantes de la última protesta cantaban 'Ni sharia ni golpe, una democracia real'. Millones de sus colegas y ellos se han encontrado rodeados de elecciones malas, y sin ningún resultado positivo a la vista.
Al hacer comentarios a extranjeros, los turcos tienden a simplificar su dilema, presentándolo exclusivamente como una confrontación entre Islam radical y secularismo. La amenaza del primero está representada por Abdalá Gul, el candidato presidencial predilecto del partido AK [Justicia y Desarrollo] del Primer Ministro Recep Tayyip Erdogán. Gul es actualmente el ministro de exteriores del AK. Los comicios a la presidencia iban a tener lugar el 9 de mayo, pero ahora han sido desconvocados por el tribunal supremo de Turquía tras las denuncias por parte de partidos de la oposición seculares de que la primera ronda de votaciones (que tiene lugar dentro del parlamento) viola las normas que piden un quorum de dos tercios.
Se ha esperado que se presentara Erdogán en persona, pero se topó con tanta oposición por parte de los seculares que eligió a Gul, que no es en absoluto una figura conciliatoria. Gul perteneció al gobierno islamista de Necmettín Erbakán, expulsado del poder por el ejército en el 'golpe blando' de 1997, bajo la acusación de que sus colegas y él pretendían minar el secularismo y arrastrar a Turquía hacia los países árabes sunníes.
Además, la esposa de Gul, Hayrunisa, viste velo, lo cual sería asunto suyo excepto porque muchos turcos lo ven como un gesto simbólico de que los fundamentalistas son mejores musulmanes que sus conciudadanos turcos. El ejército había amenazado con intervenir contra Gul.
Cada una de las fuerzas en oposición en la confrontación -- islamistas y militares -- utiliza los innegables fallos del otro para justificar su postura. La entrada turca en la Unión Europea nunca se consumará mientras el ejército de la República insista en su derecho a derrocar a gobiernos elegidos democráticamente. Y más de 80 años de secularismo militar han dejado a Turquía una casta militar brutal que ha sido acusada de importantes violaciones de los derechos humanos, junto con una policía grotescamente corrupta y el fracaso estrepitoso a la hora de cumplir las promesas hechas al pueblo.
Era de esperar que la gente decepcionada por la vida bajo un régimen secular se viera tentada a dejar que gobiernen radicales religiosos, suponiendo que ellos gobernarán con un sentido de la ética más elevado. Algo similar pero menos problemático que la situación de Turquía sucedía en México en el 2000, cuando el Partido Revolucionario Institucional, para el que el secularismo era desde hace tiempo la postura oficial, fue reemplazado por el Partido de Acción Nacional, históricamente católico.
Pero el partido AK es un movimiento claramente islamista de tendencia sunní con vínculos cuestionables con el submundo global del extremismo musulmán. Una Turquía islamista es sin duda una elección peor que una Turquía militarista desde la perspectiva europea y global, aunque los europeos han pedido a los turcos celebrar elecciones libres sin ninguna intromisión militar.
Cuando uno se entrevista con turcos comunes, así como con kurdos de Turquía, como he hecho recientemente -- léase gente que no hacen presión en favor del ejército ni de los islamistas -- el dilema turco parece discurrir mucho más profundamente que un conflicto entre secularismo y radicalismo religioso. Tanto los seculares como los islamistas tienen execrables historiales en materia del tema más básico que divide a la sociedad turca: la naturaleza de la identidad turca.
Los ciudadanos turcos incluyen a turcos étnicos, kurdos, armenios, judíos, griegos, árabes y otras minorías, que profesan el Islam en diferentes variantes, así como diversas ramas del cristianismo, más el judaísmo, y para algunos ninguna religión.
El ejército turco y los islamistas turcos son únicos en sus prejuicios contra la comunidad alevi chi'í de 22 millones de personas -- hasta un tercio del país -- y en su insistencia en que los turcos son casi exclusivamente sunníes. Como observaba Irfán Bozan, autor de un reciente informe sobre la situación religiosa difundido por la influyente Fundación de Estudios Sociales y Económicos Turcos, la disposición del partido militante sunní AK a acomodar a la minoría alevi es 'la prueba de fuego' de la lealtad expresa de Erdogán al secularismo.
El ejército turco y los islamistas turcos también están de acuerdo en rechazar conceder autonomía cultural a la minoría kurda, que supone hasta un quinto de la población. Y el ejército turco y los islamistas turcos se unen en la negación de la verdad histórica de que los armenios fueron brutalmente masacrados en Turquía durante la Primera Guerra Mundial. Tanto el militarismo turco como el islamismo turco definen implícitamente al buen ciudadano como turco y sunní por herencia y etnia. Pero una única nacionalidad por obligación siempre fue artificial, y la tentativa de institucionalizarla ha fracasado estrepitosamente.
Finalmente, el ejército turco y los islamistas turcos concuerdan en su actual hostilidad hacia Estados Unidos, especialmente en materia del estatus del Kurdistán iraquí. Erdogán y Gul han amenazado con obstruir la entidad kurda que controla la ciudad iraquí de Kirkuk -- presumiblemente mediante acción armada. La propaganda antiamericana de un tipo particularmente virulento pulula por Turquía y sus comunidades en el extranjero, centrándose en supuestas atrocidades de las tropas americanas en Irak.
Los alevi kurdos y turcos temen que conforme el poder del secularismo decaiga, el ejército gire en sí mismo en una dirección extremista sunní, teniendo en cuenta la necesidad de una nueva ideología unificatoria. Así señalan, paradójicamente, una de las peores consecuencias del secularismo compulsivo: un gran vacío en la calidad de la educación religiosa, que podría combinarse con la exclusividad del AK sunní a la hora de animar a predicadores radicales sin límites en el ámbito del culto fundamentalista y ultraviolento wahabí, el que inspira a al Qaeda.
El domingo, los manifestantes de Estambul lo entendieron bien. Entre en el secularismo militarista y el Islam radical, la mayor parte de los ciudadanos turcos probablemente continúen apostando por el ejército. Pero el país no avanzará hasta que adopte los tres principios indispensables de la verdadera democracia: ejército apolítico, pluralismo religioso, y total igualdad entre todas las minorías.
Stephen Schwartz es Director Ejecutivo del Centro del Pluralismo Islámico de Washington y periodista autor (entre otros libros acerca del islam y sus subdivisiones y diferencias) del bestseller Las dos caras del islam: fundamentalismo saudí y su papel en el terrorismo (Doubleday). Tras ser editor de opinión y columnista del San Francisco Chronicle durante 2 años y secretario del sindicato de periodistas de San Francisco, sus artículos han aparecido en The New York Times, The Wall Street Journal, el New York Post, el Los Angeles Times, el Toronto Globe and Mail y muchos otros. Como periodista destacó especialmente en la cobertura de la guerra de Kosovo, y desde entonces se ha convertido en uno de los principales especialistas en la región de los Balcanes y su relación con el islam.